Desde el diván: ‘Moulin Rouge’, de John Huston


Por José María Bardavío

 Henry de Toulouse-Lautrec (José Ferrer) célebre pintor, parisino de adopción, el mejor reportero icónico, retratista de la desmadrada, canalla a veces, noche parisina del París fin de sicle, volviendo a casa de madrugada consigue liberar a una mujer detenida por la policía asegurando que es amiga suya.

  Nacionalidad: Estados Unidos. Año de producción: 1953. Título original: ‘Moulin Rouge’. Productor: John Huston (Horizon Pictures, Romulus Productions y United Artists). Dirección: John Huston. Guion: Anthony Veiller y John Huston. Argumento: novela de Pierre de la Mure. Fotografía: Oswald Morris (technicolor). Música: Georges Auric. Montaje: Ralph Kemplen. Dirección artística: Paul Sheriff. Intérpretes: José Ferrer (Toulouse-Lautrec), Colette Marchand (Marie Charlet), Suzanne Flon (Myriam), Zsa-Zsa Gabor (Jane Avril), Katherine Kath (La Gouloue), Claude Nolier (condesa de Toulouse-Lautrec), Muriel Smith (Aicha), Georges Lannes (Patou), Tutti Lemkov (el compañero de Aicha), Rupert John (Chocolat). Duración: 123 minutos con 47 segundos.

    Compadecido y atraído por la altiva mujer la lleva a casa y allí, y con parecida alegría a la de Colón al divisar tierra firme, queda maravilla de lo que descubre:

-¡Una bañera!… ¡Podré darme un baño! ¡Déjeme darme un baño. por favor! ¡Yo misma lo limpiaré todo, se lo prometo!

-Como quieras.

-¡Esta es la primera vez que me baño! Bueno, quiero decir en una bañera de verdad.

    Hay que entender el guiño simbólico adjunto a la estrafalaria bañera que descubre Marie en la casa del pintor. La extraña bañera poco – más bien nada- tiene que ver con las utilizadas en París en esa época. El color, la forma, la decoración externa. Se trata, en realidad, de que nos fijemos en ella para que le concedamos el valor de la duda: Si es así es por algo.

   Y es que la bañera de marras viene a ser como una de esas señales antiguas alzadas en los cruces de caminos que aunque siendo de escaso empaque ofrecen la solución definitiva a las dudas del viajero.

   Esta bañera que encuentra Marie en casa de Henry Toulouse-Lautrec es un espacio mágico, pues al  introducirse en ella dispone al bañerista, lo empuja, hacia un camino distinto del que venía transitando vinculándole desde ahora y por mucho tiempo al pintor: La bañera como objeto mágico, pila bautismal, cofre de los trucos.

  Las flores de lis pintadas adornando sistemáticamente las paredes externas de la bañera, señalan el poder figurado que actuará sobre la persona dispuesta al baño. El baño como un ejercicio de inmersión en el sentido de la flor de lis tal y como la entiende la heráldica universal:

   Ya desde el  siglo XII los caballeros franceses incluían ese adorno en sus escudos para que sus hazañas fueran reconocidas como galasEsa ascendencia simbólica del lirio se extendió a los escudos de ciudades y linajes tanto en Francia como en el extranjero siendo hoy incontables las que aparecen  en la heráldica universal.

  Toulouse-Lautrec era físicamente deforme, tenía las piernas del tamaño de un niño, pero a Marie parece importarle un bledo su físico. Desde el momento en que se acuesta con él después del baño y siendo la primera vez que el pintor lo hace, se va prendando, se va enamorando. Porque lo que  ella realmente hace es obviar, no hacer caso, convertir en invisible, la invalidez que tortura a Toulouse-Lautrec disipando así la inculpación y el complejo del pintor por un accidente infantil que se complicó espantosamente.

  Pero los efectos benéficos de la inmersión en la bañera tienen fecha de caducidad cuando Toulouse-Lautrec descubre que Marie lo hace todo por dinero.

    Entre la gran producción del pintor hay dos cuadros que recogen la transformación del espacio dedicado al baño. En el primero el barreño descubre que sigue siendo el método tradicional, mientras que en el segundo percibimos la forma y el tamaño propio de lo que hoy entendemos como bañera. Y entendemos e imaginamos cómo el uso de una a la otra ofrece un repertorio gestual que merecería un capitulo en la historia de la gestualidad humana, un capítulo en el tratado de antropología cultural de la vida cotidiana dedicado a esos gestos y actitudes que emergen y se acoplan a los nuevos modos y modelos que trae la tina, la pila o bañera que fueron adquiriendo sentido durante la vida del pintor. Porque el repertorio gestual de  la mujer sentada frente a la bañera parece más propio del dedicado al uso del barreño que al del nuevo artilugio para el baño inventado por la modernidad después de muchísimos centurias de existencia. Es como seguir utilizando el burro en lugar del automóvil aparcado en el garaje de los siglos.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es

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