Picoletos y obviedades / Antonio Tausiet


Por Antonio Tausiet
https://tausiet.blogspot.com/

    La Guardia Civil es un grano de pus ultraconservador en el Estado español, igual que lo son los demás cuerpos de seguridad: policía y ejército.

     Quizás en algún otro país esto no sea así en parte, pero en España sí. Algunas personas pueden pensar que lo de ultraconservador es anacrónico, puesto que, según ellos, ya no existen las derechas y las izquierdas.

    Pero la diferencia entre conservador y progresista está vigente, por cuanto define ideologías, actitudes y sentimientos bien diferenciados. Antes de todo, y como respuesta preventiva, diré que hablo de posturas teóricas: muchas personas que se dicen de izquierdas no lo son, y quizás viceversa. Lo que sí está claro siempre es que quienes se autodefinen como neutrales, apolíticos o equidistantes son inequívocamente de derechas, como se verá.

    Un rasgo humano característico es la toma de conciencia de pertenecer a una especie. Esto es también propio del resto de vertebrados, y en nuestro caso formamos eso que se llama sociedad. A más desequilibrio social, menos justicia social. Para las personas de izquierdas, la búsqueda de la igualdad es un hecho natural, positivo y deseable. Tanto en el reparto social de la riqueza como en el resto de factores: oportunidades, bienestar, felicidad.

    Desde la derecha se sostiene, abiertamente o no, que la desigualdad es necesaria, que la única ley es la del más fuerte y que la felicidad se consigue a base de enajenar la de los demás. Sólo hay dos rasgos que explican un posicionamiento derechista: la mala intención y la ignorancia, que cuando van unidos producen sujetos ultraderechistas, como los miembros de la citada Guardia Civil, etc.

    Otra de las cosas que definen a una persona de izquierdas, además del citado humanismo, es la tendencia a corregir lo injusto, mediante la lucha en sus diferentes manifestaciones. Cuando esto se produce de modo colectivo, se llama revolución. Puede ser cruenta o no, pero siempre se choca contra el muro de la fuerza del bloque derechista.

   Y llegamos a la postura de los neutrales. En su infinita ignorancia, no se reconocen como derechistas. Argumentan con palabras huecas y frases baratas. Dicen que a una persona no se le puede juzgar por su ideología; por supuesto que se puede: si es de derechas, es egoísta, se desentiende del común, de lo público, de su propia especie. Dicen también que todas las ideologías son un engaño; y lo son las que apuntalan la injusticia, no las que defienden la libertad, la igualdad y la fraternidad. Estas personas que no quieren tomar partido ya lo han tomado: en el bando de los villanos, porque no creen en el progreso, ni en la mejora de las condiciones sociales.

    Si se opta por la equidistancia, se está haciendo política, y es de derechas. Se está negando la construcción de un mundo mejor, más sostenible, más igualitario, más habitable. No hay postura política más conservadora que la de quienes dicen vivir al margen de la política, mientras todo lo que sucede a nuestro alrededor es consecuencia de ella, puesto que nuestras sociedades se rigen por leyes escritas por políticos representantes del pueblo.

     Hay quienes defienden que son izquierdistas en lo social y derechistas en lo económico. Eso ya es el colmo. La economía es la aplicación práctica de la ideología: se trata del reparto de los recursos para satisfacer las necesidades colectivas. Según se haga ese reparto, se avanzará más o menos en justicia social.

   Otro argumento de los ignorantes es el de que hay personas de derechas que son generosas, amables y cívicas. Por supuesto que sí, del mismo modo que, en algún momento de la historia, casi con toda seguridad hubo un Guardia Civil, un policía, un militar, un sacerdote, un empresario, un banquero o un notario bienintencionados. Lo que está claro es que progresar es ir hacia adelante, mejorar, mientras que conservar es quedarse atrás, empeorar. Izquierda: libertad y apoyo a los desfavorecidos; derecha: coacción y mantenimiento de privilegios de clase. 

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