Por Lourdes Fajó
Caminabas por la calle del nuevo destino.
Las gafas de sol ocultaban mis ojos, pero no mi rostro.
Sentada, en el asiento del conductor, de mi pequeño Seat Arosa blanco.
Tu cuerpo se acercó para decirme;
“ Sonríe, que la vida te sonríe”
Miré por el retrovisor
Mi rostro se mostraba encallado
en el martirio que mis pensamientos provocaban.
Desaparecías poco a poco,
hacia no sé dónde,
en dirección contraria a la mía.
“Sonríe que la vida te sonríe”
Sonríe…
Volví a mirar por el retrovisor.
Ya no estabas,
mi rostro sonreía.
Tenías razón.
La vida sonreía, por la calle del nuevo destino.
Gracias