Una voz con  alma


Por Esmeralda Royo

       Robert Steiner, antigüo espia norteamericano, decidió afincarse en España allá por los años 40 porque aquí los hombres como él vivían como dios y en un país devastado por la guerra hay muchas posibilidades de hacer buenos negocios.

    Dicho lo cual, tuvo una idea original: montar en Radio Madrid  un concurso para descubrir nuevas voces: “Tu carrera es la radio”.  Era el gérmen del mítico cuadro de actores de Radio Madrid, dirigidos por Antonio Calderón.

   La radio española estaba repleta de coplas, boleros y los “partes” de noticias de Radio Nacional de España, pero a partir de ese momento las Radio Novelas y el Radio Teatro Español, llegaron a paralizar el país gracias a las voces de Pedro Pablo Ayuso, las Matildes (Conesa y Vilariño) y Juana Ginzo que, durante más de 35 años, fue la voz de la radio por excelencia.

     Juana Ginzo no sólo había perdido la guerra (era hija de una anarquista y un socialista) sino que pertenecía a esa clase de mujeres que, tras aprender las cuatro reglas, cuidaron de niños que les igualaban en estatura y sirvieron en casas que cerraban con llave la despensa para que el servicio no pudiera aliviar el hambre. De hecho, llegó a ser despedida cuando, viendo un armario abierto, se comió una onza de chocolate guardado celosamente por “la señora”.

    Cuando se presentó al concurso tenía 24 años, estaba casada, tenía un hijo y su desesperación era tál que buscaba trabajo de lo que fuera, incluído el de sirvienta. La busqueda terminó cuando Antonio Calderón, un buen hombre del régimen que se convirtió en protector y amigo, ayudandola en tiempos difíciles para los rojos, escuchó su voz.  Ella le devolvería años más tarde esa lealtad cuando, llegada la democracia, la radio prescindió de él.

     Juana Ginzo fue la Fortunata de Galdós, la Antígona de Sofocles, la Lady Macbeth de Shakespeare o La Malquerida de Jacinto Benavente.  El éxito triunfal llegó con “Lo que nunca muere” y sobre todo con “Ama Rosa” del rey omnipresente, lacrimógeno y empalagoso del folletín, Guillermo Sautier Casaseca.  Fue tal el éxito que en un país en el que sólo se conocían las voces de los actores, se le acercaban mujeres por la calle para increparla.

– Todo aquello me produjo una úlcera de estómago. Tenía que interpretar a un tipo de mujer que detestaba y con unos valores ajenos a los míos. Jamás hubiera sido como Ama Rosa pero entendí que en ese momento yo no podía permitirme el lujo de hacer otra cosa.

      Y es que Juana Ginzo no sólo no se parecía a Ama Rosa, sino que se parecía a muy poca gente.  Se separó de su primer marido amigablemente. Tan amigablemente que mientras ella vivía en otro domicilio, aquél lo hacía con los padres de ella.  Además, le firmó un poder notarial para que pudiera sacarse el pasaporte y disponer libremente del dinero que ganaba.  Sí queridas sí, hacía falta el permiso del marido para estas y otras muchas cosas.  Formaban lo que ella denominó “una familia sueca en Lavapiés”.

    A mediados de los 70, el país comenzaba a ser diferente, aunque el Jefe del Estado siguiera siendo el Generalísimo y el régimen se negara a morir.  Pasaron de moda las Radio Novelas y el Radio Teatro y de sus voces solo Juana siguió en la radio haciendo otros trabajos porque como dijo su íntimo amigo Iñaki Gabilondo: “La radio era la voz de Juana Ginzo”.

      En 1972 nace en la Cadena SER “Hora 25”, anunciado como “un programa de cuestiones actuales”. Juana Ginzo, cuya voz sería la que precedía al mítico “gong” (que aún perdura) del programa, daba los titulares y realizaba reportajes. Tenía 50 años y en la redacción conoció al joven periodista Luis Rodriguez Olivares, veinte años más joven que ella y del que ya no se separaría.

     Él recuerda la primera conversación que tuvieron tras entrar Juana como un huracán pidiendo a todo el mundo que le dieran el dinero que llevaban.

– Tú, Luis, ¿cuánto llevas?

– Creo que cuarenta duros.

– Dámelos.  Es para comprar un cuadro.

    En realidad era para comprar dibujos y litografías que unas mujeres estaban vendiendo para destinar las ganancias a presos políticos.

    Gabilondo, futuro padrino de boda, la recuerda pidiendo matrimonio a Rodriguez Olivares delante de toda la redacción:

– Luiiiiiiiiiiiis, voy a por tí.

       El 27 de septiembre de 1975 tuvieron lugar los últimos fusilamientos de un régimen que murió matando y firmados por Franco, al que le quedaban menos de dos meses de vida. Mientras Luis Eduardo Aute componía “Al Alba”, inspirándose en ellos, todos recuerdan cómo Juana Ginzo anunció llorando Hora 25, (“un programa de cuestiones actuales”) cómo “un programa de cuestiones”.

     La indómita, rebelde y segura de sí misma Juana Ginzo también hizo doblaje y trabajó en cine con Olea, Berlanga y Chávarri, pero no hizo más, no por falta de ofertas, sino porque su vida era la radio y no salía de ella.

    Fue maestra de profesión y de vida para los jóvenes que empezaron en el cuadro de actores de Radio Madrid cuando ella ya era La Ginzo.  Lola Herrera así lo recuerda cuando protagonizó “Función de Noche”, la película que sirvió para expulsar todos los demonios que salieron a la luz representando “Cinco Horas con Mario”.  En una escena, Juana le dice a Lola mientras pasean cogidas del brazo.

–  Lola, le das mucha importancia a la reputación.  Lo primero que una mujer tiene que hacer en la vida es perder la reputación.

     Natalia Figueroa, entonces guionista de la SER y que junto a Lola y Juana formaban un trío inseparable, la recuerda como la mujer más coherente que había conocido, además de la más divertida y la que mejor preparaba el té.

     Maestra también para su marido, Luis Rodriguez Olivares, que cuidó de ella hasta que Juana se fue con 99 años.

“Las voces bonitas no existen.  Sólo las expresivas y con alma”, dijo Juana Ginzo.

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