Una negra demasiado blanca


Por Esmeralda Royo

    “No vengas a por mí.  Si me ves en la calle, no me hables.  Desde este momento soy blanca.  No soy negra.  No vengas más conmigo”.

    Estas palabras las dirige la joven Peola a su madre, un ama de llaves negra en la versión de 1934 de la película “Imitación a la vida”.

     Era un melodrama que, a pesar del papel servil y estereotipado de la sirvienta, trató con verosimilitud la identidad racial y la amistad entre la “señora”, una viuda blanca y su criada negra.

    Tanto el personaje de Peola como la actriz que le daba vida, Fredi Washington, pertenecían a    esa población afroamericana que podían hacer “passing” es decir, pasar por blancos, algo a lo que la actriz siempre se negó.  Era una negra de piel clara y ojos verdes, sin más.

    Fredi nació en Savannah (Georgia), donde se seguía presumiendo de los “tradicionales y cristianos valores sureños” que incluían linchamientos, cruces ardientes y capirotes blancos, por lo que sus padres, con orígenes europeos pero también esclavos, se trasladaron a Nueva York formando parte de “La Gran Migración”.  No es que allí tuvieran los mismos derechos que los blancos pero al menos no estaban constantemente en el centro de la diana. 

   Esta población migrante protagonizó el fenómeno conocido como “Renacimiento de Harlem”.  Allí llegó, no solo la población sureña de EEUU sino también escritores y artistas negros procedentes de Europa.  El barrio, fundado por pioneros neerlandeses en el siglo XVII y llamado así por la ciudad de Haarlem en los Países Bajos, era un territorio eminentemente agrícola y reacio a cualquier cambio.  El movimiento de la población negra lo convirtió durante las décadas 20 y 30 del siglo pasado en un oasis cultural y de producción artística afroamericana, provocando el traslado de la población neerlandesa a otras zonas de Manhattan.

 Con apenas 18 años y en plena efervescencia de ese Renacimiento, Fredi Washington debuta en el musical Shuffle Along. El reconocimiento como cantante y bailarina fue inmediato, siendo contratada por la banda de Duke Ellington, con el que comenzó una relación sentimental y al que abandonó porque Fredi no se dejaba engañar ni manipular. 

    Cuando la ve Josephine Baker se queda maravillada y la contrata convirtiéndose en su mentora. “Fui su primera niña adoptada”, bromeaba Fredi sobre su amiga.  Del circuito de Broadway va de gira por Europa  y a su regreso comienza la carrera en Hollywood con un nombre consolidado. 

    El papel perfecto le llega en 1934 con la primera versión de “Imitación a la vida”, protagonizada por Claudette Colbert.  En la película, Fredi levantó una barrera, hasta entonces cerrada, para los intérpretes negros pero esa barrera no tardaría en volver a cerrarse. Los Angeles Examiner la definió como “una joven y espléndida actriz” pero de la misma forma que los negros tenían su lugar en la sociedad, los productores de Hollywood también guardaban un sitio para personas como ella.  “Demasiado bonita y poco oscura para hacer de criada.  Demasiado clara para trabajar en películas de reparto negro.  Es una actriz negra que parece blanca pero alguien que lleva una gota de sangre negra, es negra”. 

    No daba para el clásico rol servil con el consabido delantal sirviendo la comida mientras la familia habla como si ella no estuviera presente, pero tampoco podía hacer papeles de mujer blanca porque el Código vigente prohibía el mestizaje. El Hollywood blanco y de capital mayoritariamente judío no elegía a mujeres negras (por mucho que parecieran blancas) para papeles romanticos.

    “Al comienzo de mi carrera me sugirieron que me hiciera pasar por originaria de algún país exótico.  No me negué porque ese es el trabajo de una actriz, interpretar diferentes personajes,  pero no permití que todos mis papeles fueran iguales.  Eso hubiera significado aceptar la inferioridad de los negros.  No solo no renuncio a la herencia que tengo, sino que me deleito en ella”.

    Por si todo esto no fuera suficiente, Fredi Washington era una mujer reivindicativa, lo que era aún peor para una industria acostumbrada a llevar las riendas de la vida pública y privada de los actores.  Esto hizo que, aunque participara en otras películas menores, su carrera en el cine estuviera acabada. 

    Lejos de desanimarse, trabajó en la radio, donde el color de la piel importa menos, se convirtió en escritora, crítica teatral, productora y consultora de casting; pero sin lugar a dudas su trabajo más comprometido y por el que sería reconocida por toda la industria cinematográfica, fue la fundación del “Negro Actors Guild” (Sindicato de Actores Negros) para que los intérpretes afroamericanos tuvieran  más oportunidades, mejores papeles y reconocimiento.  Teniendo en cuenta que algunos sindicatos les negaban la afiliación, éste fue fundamental, llegando a ocuparse de  la atención médica, alojamiento en hoteles, asistencia jurídica y la financiación, si era necesario, de los servicios funerarios.

    En 1939 se produce un hecho, no por frecuente y habitual menos vergonzoso.  Hattie MacDaniel, la inolvidable Mammy de “Lo que el Viento se llevó”, gana el Oscar a la mejor actriz secundaria. Al celebrarse la ceremonia en un hotel con normas de segregación, la organización se enfrentó a un indecente dilema. Fredi Washington, con el apoyo de Clark Gable, Olivia de Havilland y Vivien Leigh, tuvo que pelear en los despachos y en la prensa para que se concediera un permiso especial que permitiera a Hattie MacDaniel entrar a la ceremonia.  Se consiguió, pero asignándole el asiento en una mesa al lado de la cocina y lejos de donde cenaba el reparto estelar de la película.

       «Seguramente pretendían que ella esperara en la puerta del hotel a que alguien le entregrara el premio en la calle”, ironizó más tarde.

     Cuando Fredi murió en 1994 a los 91 años de edad, se le rindió el homenaje que merecía en el Fairfield Memorial Park.  Sus amigos, Sidney Poitier y Harry Belafonte mostraron agradecimiento por la defensa que siempre hizo de los derechos civiles. “Sin su trabajo y apoyo yo no hubiera ganado el Oscar en 1963”, dijo Poitier.

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