Por Cristina Beltrán
En verano le gusta ir a Bañón su pueblo. Le habría gustado tocar el barro, la tierra, esa tierra densa, maleable y rojiza, tan cercana, pero también necesita contemplar el mar con sus matices azules, esos paisajes son una parte importante de su vida y alimentan su alma.
No reniega del pasado aún tan cercano en su memoria. Al venir a Zaragoza, vivía con su hermana en un piso con derecho a cocina, lo que hoy se conoce como piso compartido, el casero,
Sr. Miguel de Vega, trabajaba en la biblioteca del Casino Mercantil y pintaba. A ella le entró curiosidad y empezó a pintar con él. Pero primero hizo copias de obras de otros artistas, muchas copias.
Artista versátil que traslada los sueños tejidos en la infancia y la juventud hasta que empieza su trayectoria con el esmalte que relega para dedicarse a la pintura a partir de 1985. Estudió dibujo y pintura desde los 60 y ya en 1994 se introduce en el grabado a través del Grupo Salamandra con Nemesio Mata y en el estudio de Maite Ubide con Cristina Gil Imaz, allí estrenó con sus primeros grabados. A lo largo de sus diferentes etapas ha experimentado con diferentes formas de expresión materiales y soportes.
Desde su primera exposición colectiva en la Escuela de Artes y Oficios artísticos en 1986 a la última en 2023: “Mujeres Pioneras del Jiloca”. Con el patrocinio de la Diputación Provincial de Teruel ha pasado por ciudades españolas y europeas, pero también ha recorrido en exposiciones individuales Marruecos y los países vecinos Francia, Italia y Portugal. En su extensa obra, nos acerca a las vivencias adquiridas a través de sus viajes y experiencias de vida.
No tiene una hora preferida para pintar; por la mañana o por la tarde, con luz natural o artificial… Sin embargo, sí influye el estado de ánimo, la luz del lugar exterior y su ubicación. Lo que le gusta es pintar, sin poner edad a ella misma ni a sus obras, un permanente hoy. En las obras el tiempo influye, si son buenas no pasan de moda, se convierten en una eterna actualidad y sin son malas no sobrevivirán con el paso del tiempo.
Hay días en los que se va del estudio con sensaciones encontradas, algo le falta al trabajo que ha realizado, está incompleto… Es entonces cuando lo deja reposar y, más adelante, al mirarlo de otra manera siempre sale algo aprovechable. Un sentido distinto, captar esa pincelada o intervención para darle sentido a la obra.
Sus poemas y obras son al amor y al desamor y sobre todo escribe o pinta porque se siente ofendida por muchas cosas, aunque es una mujer serena, tranquila y muy sociable. El nervio no le falta, y le importa mucho el respeto, el respeto a todo el mundo y a todos los artistas por supuesto.
Ella suele decir que las mujeres siempre tenemos que demostrar más que los hombres, se ha dedicado a criar a dos hijas y a estar en casa cuidando de todo, cuidados, orden y la logística común de las mujeres que no tenían un sueldo remunerado fuera de su casa, aunque lo que ella sentía no podía desarrollarlo, en un país en el que ahora se nos empieza a valorar un poco como seres humanos. Siente que éramos un adorno. Cuando no había tiempo para pintar, Quinita pensaba y leía. Se diseñó su vestido de bodas. A los cuarenta y cinco empezó con el esmalte, fue alumna de Pilar Castellano, cuando sus hijas iban al cole y trabajaba en los cursos de tres a seis, para después ir a buscarlas al colegio y estar con ellas.
Relajada en su estudio me muestra un sin fin de obra ordenada y en proceso dejando claro que una no pinta para los demás, pinta desde las entrañas hacia afuera y si eso complace o llega al público, pues mejor.
Dentro de la profesión respecto a otras artistas se ha sentido a veces muy bien y otras completamente ignorada y respecto a las Instituciones siempre se ha sentido bien y cómoda, tal vez en Teruel se la ha reconocido más. De ahí “La Tierra entre los pies” en 2003 una exposición en Albarracín de la cual guarda un cariñoso y entrañable recuerdo.
Los colores más utilizados en su paleta son el azul y los tierra hasta quedar en amarillos dorados. Gusta de trabajar con pigmentos naturales, tierras doradas y ardientes. Vital y fuerte confiesa que en ocasiones ha intentado utilizar el negro, pero no es lo suyo.
De la Caja Rural se sintió feliz por la presentación de Antón Castro y por la oportunidad de hacer la portada de un “Artes y Letras”. Sobre su trabajo, señalar la constancia y el apego al papel como soporte, a la tela también, pero es ahora uno de sus divertimentos el trabajo en los libros de artista, pulcramente mandados a encuadernar, son otro mundo y le permiten ojear sus trabajos sin miedo a perderse en cajones. Amante del papel, en collage, utiliza lo que tiene, puntillas, hilos o alambres y elucubra. “¿Qué hablarán las obras entre ellas cuando en la noche no estoy?”
Hay que seguir trabajando, creando y respetando totalmente, el respeto es algo que considera fundamental, lo afirma como una letanía…
La hizo muy feliz el gran premio de la AACA (Asociación Aragonesa de Críticos de Arte) y el de mujer pionera pintora del valle del Jiloca, siente agradecimiento, mucho agradecimiento.
Importan mucho los lugares y la luz de los lugares, el como te sientes en cada jornada, pero cada temporada es distinta a la anterior. Y eso se traslada a las obras, a la forma de hacer y también a la hora de darlas por terminadas.
Quinita, Bañón, Zaragoza y el mar te esperan, no nos dejes sin tus impresiones sobre ellos.