Las pajaricas de papel


Por Esmeralda Royo

 Es la última rosa del verano,
que solitaria queda floreciendo.
Todas sus adorables compañeras
han marchitado y se han ido…

“La última rosa del verano”
Thomas Moore

       Aunque nacida en Barcelona, la pianista y compositora Concha Monrás vivió desde niña en Huesca.  Enérgica, libre, independiente y adelantada a su tiempo, fue “una buena hija” que terminó el bachillerato a pesar de que los únicos estudios reglados que le interesaban eran los de música y piano.

     Se construyó un universo propio donde fue metiendo todo lo que le apasionaba: la música, el esperanto (ese idioma que alguna vez soñó con convertirse en universal y que tuvo gran acogida en la España de los años 20 y 30) y el cricket.  ¿El cricket?  Si, ese deporte que más allá de la Commenwalth no practica nadie y con fama de ser el más aburrido del mundo con partidos que pueden durar 5 días.  Seguramente eso le granjeó la fama de extravagante en la Huesca de apenas 15.000 habitantes de principios del XX, pero también la curiosidad de otros oscenses que conocieron a Schubert,  aprendieron esperanto y jugaron al cricket gracias a ella porque en su universo cabían aquellos que quisieran estar.

    Cuando conoce a Ramón Acín, uno de esos genios aragoneses que es incapaz de destacar en una sóla cosa, éste es profesor de dibujo en la Escuela Normal de Huesca y destacado anarquista.  Formaron un matrimonio poco convencional, objeto de las miradas furtivas y recelosas por parte de los que salían de misa de la Catedral de Santa María, pero también admirados por los que encontraban en la casa Monrás-Acín un refugio cultural.

     El universo de Concha se hizo más grande con Ramón y sus hijas, Katia y Sol, educadas por ella en casa y partícipes de todo aquello que emprendían sus padres. Vivían bien, con veraneos en el Pirineo y Cataluña pero ella ponía prudencia y cordura en el afán de Ramón por repartir lo que tenían.  Si algún día me toca la lotería ayudaré a mis amigos, decía.  Y así se hizo cuando le toco un premio: financiar la película ”Tierra sin pan” de Luis Buñuel. Toda la familia se trasladó a Madrid para preparar la producción y a Las Hurdes para el rodaje.

    Daba clases gratuitas en el Círculo Oscense y en su casa, repleta de jaulas cuyas unicas criaturas eran pajaricas de papel, enseñaba piano a quien podía pagar y a quien no, pasando del allegro a andante o a adagio.  Por la noche, con la puerta abierta para que entrara todo el que quisiera, tocaba piezas de Chopin o de Mozart y cuando ya no cabía un alma,  la escalera se llenaba de vecinos que, sentados en los peldaños, escuchaban por primera vez música clásica.

      El profesor de dibujo se convertiría en escultor y escritor gracias a su mujer, que le anima a escribir unos artículos que, si bien fueron calificados de incendiarios durante la dictadura de Primo de Rivera y que le llevarían a la cárcel, abogaron siempre por la no violencia y rechazaban la Acción Directa defendida por algunos de sus correligionarios anarquistas. 

     En diciembre de 1930 tiene lugar la sublevación de Jaca que tenía como fin la instauración de la república.  Al fracasar, uno de sus cabecillas, Fermín Galán, amigo personal del matrimonio y que había recibido su apoyo, es fusilado, provocando el exilio de Ramón a Francia. “Serás siempre el consuelo de mi aflicción y la causa de mi alegria”, le escribe su marido en las cartas que se intercambiaban y sobrevivieron al horror, llenas de poesía y divertidos jeroglíficos para entretener a las niñas. 

     Los domingos, mientras Huesca se ponía la mantilla, ella se acercaba a las tapias del cementerio para poner flores donde había caído Fermin Galán y que serían testigo, pocos años más tarde de las “sacas” de la ciudad.

    El 14 de abril de 1931, la Huesca republicana celebró el evento en la puerta de la casa del matrimonio.  La otra Huesca, a la que parecía no importarle el peso de los fantasmas que cargaría siempre a sus espaldas,  guardaba silencio esperando su momento de euforia.   Éste llegó el 18 de julio de 1936, día en el que las pajaricas de papel bajaron la cabeza en su jaula.

    Ramón, escondido tras el golpe de estado, era la pieza a abatir y para obligarle a entregarse, Concha Monrás es detenida, torturada y encerrada en una celda sin luz ni colchón para que llegue a  oídos de su marido. Ramón es fusilado el 6 de agosto de 1936 en el mismo lugar que Fermín Galán junto a 130 oscenses más.  Concha correrá la misma suerte quince días después en la misma “saca” que 132 personas a pesar de que el expediente procesal ordenaba su puesta en libertad.  Los expedientes procesales y las ordenes de libertad eran papel mojado cuando un falangista se cruzaba en el camino.

Ay, fusilados por culpa de sus vecinos de Huesca”, escribiría Max Aub.

     La casa familiar fue saqueada y los objetos de valor robados, convirtiendo a Katia y Sol en huérfanas de todo.   No solo les robaron el universo que Concha creó para ellas sino que les quitaron hasta el nombre.  Pasaron a llamarse Ana María y María Sol y a ser criadas con cariño por la familia pero en un mundo que no era el suyo.  Ya no volverían a jugar mientras escuchaban en la caja de música de Concha Monrás “La última rosa del verano”.

      El descrito por Fermín Galán como “esa maravilla de universo”, tejido con cuidado por Concha Monrás, dejó de existir ante la mirada complaciente y satisfecha de los que ya habían hecho su trabajo, hasta que Aragón (esa tierra que se niega a menudo a tomarse en serio a sí misma y que no se abruma por el peso de la historia aunque motivos no le han faltado para ello), volvió a descubrirlo y conoció el calvario de Concha, Ramón, Katia y Sol.

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