Conmigo vais, mi corazón os lleva. Una carta  a Machado


Por Jesús Soria Caro

      Cerca del mar, un 22 de febrero, en Colliure, tras haber dejado atrás un amor imposible, haber sufrido el dolor de la muerte de…

…Leonor, a quien encontrabas en tu poesía, caminando por los sueños, por el interior del amor, regresando a las huellas de lo vivido, ansiando tal vez reencontrarte alguna vez con ella. Así te imagino, frente al mar, viendo tal vez en sus aguas una nueva metáfora, la de lo eterno de cada uno de los instantes de tu vida, siendo aquellas corrientes la totalidad del agua que podía contener, en su movimiento, cada una de las olas que fueron sepultadas en su profundidad.  Así tu vida se te representaba como el mar, en la unión azul de todas las olas de lo vivido, azul como el cielo de tu infancia que fue magistralmente evocada en tus últimos versos: “estos días azules y este sol de la infancia”.

      Henry Bergson te impresionó con su conciencia del tiempo, la búsqueda de Dios, del Élan vital; que se basaba en la idea de la energía inmaterial sobre la que se sostiene la inmensidad de la existencia. En Portbou te encontraste con María Zambrano, creadora de la “Razón poética” que planteaba que junto a la lógica había otra manera de mirar, más creativa, intuitiva, surgida de lo poético. Era la visión del ojo del sueño que junto con el ojo de lo real conforman, en su unión, una mirada más completa. Acuñó este término al estudiar tu obra, que era poesía filosófica, mientras que la suya era filosofía poética. Te propuso subir en su vehículo, no quisiste, le dijiste que junto a los que sin nada caminaban estaba tu lugar. Conmigo vais, mi corazón os lleva es un excelente libro que Isabel Miguel y su autor, César Ibáñez, presentaron en Zaragoza. Está tu obra vinculada a Soria, el estudio, las notas, el proyecto son magistrales. Se habló de la conferencia de Gerardo Diego (miembro de la Generación del 27 que también trabajo como profesor en la ciudad) que en 1959 inauguró la catedra y aula Machado, esta versaba sobre la relación de tu obra poética con la ciudad de Soria. En la presentación César Ibáñez se centró en tu mitificación, ya que como autor has pasado a ser el símbolo de una España culta, regeneracionista, pero es tu figura valiosa la que, sin embargo, ha ensombrecido tu grandeza literaria. Hay que estudiar tu prosa, tus heterónimos, muchos de ellos a los que les inventas una biografía y que nacen con voz propia, libres de ti que eres su autor, tienen vida propia, los has creado de la misma manera que Pessoa, seres casi dotados de vida “literaria”. Se narraron valiosas anécdotas como la presencia del profesor de secundaria Pedro Chico y Rello en el mismo centro en el que trabajaste, se alojó también en la misma casa en la que habías vivido, la fonda de Isabel Cuevas (la que fue tu suegra) y allí en unos cajones halló unos inéditos que habías compuesto. Estos textos eran muy valiosos, se componen de anotaciones paisajísticas de los campos, árboles, caminos, vegetación, montaña, elementos que posteriormente pudiste utilizar en Campos de Castilla o en otras obras. En la correspondencia epistolar entre vosotros, te fue propuesta la idea de que fueran publicados junto a ilustraciones y notas geográficas concretas, sin embargo, te opusiste, arguyendo que eran virutas de tu obra que, al igual que los borradores por ti desechados, no servían para nada más que para terminar en la papelera.

     Otros autografiados tuyos, borradores, poemas incompletos fueron cedidos por la viuda de tu hermano Manuel Machado. Están en este libro, presentado por Isabel Miguel y César Ibáñez, junto a las cartas que mandaste a los principales intelectuales con los que mantuviste una amistad y que han sido recuperadas para esta edición, encontramos valiosas misivas a Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Ortega y muchos otros intelectuales españoles.

     Entre las epístolas que escribiste durante tus últimos días me emociona la siguiente: “Querido Santullano: No he podido contestar antes a su interesante carta del 15 porque a mis ya viejos achaques ha venido a sumarse un funesto catarro bronquial, que –aunque mejorado – me tiene bastante fastidiado”. Así comienza tu última correspondencia epistolar que pretendías enviar, desde Collioure, en febrero de 1939, a uno de tus maestros de la Institución Libre de Enseñanza, Luis Álvarez Santullano, la escribiste tan solo unos días antes de fallecer en la mencionada localidad francesa. Probablemente sea la última misiva que escribiste de tu puño y letra. Un documento que revela algunas de tus inquietudes sobre dónde ir y tu preocupación por tu mala salud.


   Cartas a Pilar
fue un libro tuyo que admiro, recogía de forma secreta las epístolas que enviabas a la mujer que amaste en tus últimos días, a la que en tus versos llamabas Guiomar. Ella residía en Madrid, estaba casada, aunque su marido le había sido infiel siempre trató de mantener las apariencias y quiso permanecer siempre junto a su marido. La habías conocido en un viaje que ella hizo a Segovia donde eras profesor. Os presentó un amigo común. Desde ese momento quedaste profundamente enamorado de ella. Fue un amor de madurez, platónico, parece ser que nunca fuisteis más allá de vuestras miradas enamoradas, de las risas de aquellas tardes y los momentos compartidos en torno a un café. Le hablas en la intimidad de aquellas cartas con toda la ternura y pasión del mundo para escribirle todo lo que no te atrevías a decirle cara a cara.

      Volviendo al libro anteriormente mencionado, editado por Lastura, también hay en este excelente trabajo documentos de textos tuyos publicados en la prensa soriana, de la que eras ferviente admirador. Nos contaron en la presentación que había tres o cuatro periódicos que simultaneabas en el día de su edición. Te gustaba leer la prensa local, sí, ya sé que en ocasiones eras mencionado, bien merecido lo tenías, no como tanto libro actual ensalzado por su prestigio cultural, editorial y que al leerlo se te cae de las manos, ya que carece de belleza estética y de profundidad en sus ideas. En la prensa se hablaba de tu obra, de tus libros, y en sus páginas también publicaste tus poemas en alguna ocasión, cerca de las tristes noticias que nos informaban de la guerra que finalmente llegaría.

    Interesante es cómo se muestran en tus cartas y en tu obra tu relación con Soria, en primer lugar, tu crítica hacia un lugar provinciano, con poco bagaje cultural, que era casi para ti una metonimia del retraso patrio en el que nos encontramos en esa época sumidos. Sin embargo, después, a la ciudad la amaste, fue la primera vez que te relacionabas con un lugar que estaba tan cercano a la naturaleza, se alejaba de tu hábitat, ya que antes habías vivido en grandes ciudades como Sevilla, Madrid, París. Amaste su entorno natural, tan poco contaminado en aquella época y ese paisaje fue bellamente, desde tu retrato poético, inmortalizado como símbolo en Campos de Castilla

    Hasta siempre, seguiré las huellas eternas de la tarde, del sueño, no quiero despertar, sino dormir siempre en los símbolos de tu poesía, los que, a su vez, contienen un paisaje más real, más hermoso que el que se puede encontrar en la vida misma.

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