«Relatangos» de María Gómez Patiño


Por Eugenio Mateo

   María Guadalupe Gómez Patiño es doctora y profesora de Periodismo de la Unizar con una brillante labor docente e investigadora.

    Autora de numerosos libros, ha publicado un nuevo libro de relatos cuyo eje central es el tango. Por aquello de las circunstancias de la vida, la autora ha cobrado un auge inusitado en el panorama literario de la ciudad y su presencia en foros encadena publicaciones y actividades culturales y pictóricas. Colaboró en El Pollo Urbano.

     Tras una atenta lectura, hemos de convenir que “Relatangos” es un libro visionario, y los es porque su autora, María Gómez Patiño, despliega una exégesis ideológico-literaria hacia el tango difícil de superar. A lo largo de los 35 relatos, los lectores tangueros quizás no entenderán muy bien lo que se les cuenta o quizá se vean retratados, quién sabe, incluso en las antípodas, pues es a Buenos Aires a la que la autora dedica más historias, concretamente catorce. Historias que se desarrollan en los míticos templos del baile de la Meca permanente del tango. en los que el abrazo tanguero forma parte de la tradición cultural argentina. Casualmente, y muy recientemente, uno de los más prestigiosos, El Canning, ha cerrado sus puertas para siempre. Uno de los relatangos: “Hoy en Canning” está ubicado en el local al que se describe con precisión fotográfica.

        Frente a otras autoras que han publicado obras sobre tango, como Luisa Valenzuela, con su cuento “Simetrías” o Ana Zarzuelo, “Historias de un tango” (la primera, usa el sarcasmo y la ironía; la segunda, en cuyos relatos de tango siempre hay algo de un poema), María sintió la necesidad de contar sus experiencias a lo largo de su trayectoria como bailarina de tango amateur, visitante de milongas internacionales y practicante asidua en su ciudad, sin saber que se convertirían en una colección completa y monográfica con entidad propia: : RELATANGOS: Relatos de tango y viajes.

     La versión que se nos presenta sobre el mundo del tango nos sitúa ante una secuencia de crónicas autocomplacientes con cierta narrativa periodística por las que discurren bailando sus personajes, peculiares e inevitables para comprender en su estricto sentido el ambiente de cabaret a media luz, la conjunción de abrazos cerrados con cuerpos desconocidos y lo que significa, aplicando una pretendida mística, (que consecuentemente confiere al baile un concepto casi celestial) así como los protocolos de práctica en la pista, que da al hombre las prerrogativas más machistas, y los intríngulis de las relaciones humanas en las milongas que se crean e incluso se destruyen de una tanda para otra. Pero, la autora no cuenta todo. Aplica una visión seráfica a algo que es puramente carnal, o al menos eso pensarían sin confesarlo incluso la mayoría de esos 5 de cada 10.000 personas que bailan tango en esta ciudad. Habría que analizar lo que piensa toda la ingente mayoría restante.  Pareciera que esa pulsión sexual necesitase justificación, y así nos parece que se intenta al divinizar lo material para contar de algo que semeja una experiencia religiosa. Es el clásico pase de lo prescindible a lo devocional.

    No se le puede negar a María Gómez una buena técnica narrativa y una gran capacidad de descripción de los lugares donde sitúa la acción. Sin embargo, se apreciaría una cierta tendencia al Yo y un amanerado lenguaje cuando desde clave clasista y aburguesada da vida a las emociones de su alter ego. En la más pura tradición del libro de viajes los relatos se asientan en el plano con los pormenores que pretenden contagiar al lector el ambiente, que se pretende idílico, de las milongas. Detalles de su larga experiencia como viajera aparecen constantemente en sus relatos para aportar un toque mundano y elitista en connivencia con la acción empírica de bailar. El conjunto de textos es polisémico porque acude a la alegría, a la devoción, a la exaltación, a la complicidad explícita con el otro, a la sorpresa, tristeza y decepción, a la aventura, al absurdo, hasta a la muerte. Sin embargo, la autora deja abiertas muchas puertas para que cada lector interprete lo que lee, a pesar de la moralina, y aparezca otra vez el sempiterno erotismo, aunque disfrazado de sublimación

    Desde un prisma intimista el libro tiene mucho de inocencia en sus postulados, y a la vez, de fervor humanista que en determinados relatos no elude las circunstancias erotizantes que la práctica del tango puede provocar, pero hace vivir a su protagonista bajo una exaltación anímica que nada tendría que ver con el erotismo, si no fuera porque Mercedes, usando eufemismos, reconoce que el contacto le genera excitación. La autora hace tanguear  a sus personajes para bailar con ellos los tangos, valses y milongas que sirven de fondo a sus historias y aporta información sobre canciones, autores y letras, que es más un compendio de la música del tango argentino. El personaje desde el que se analiza la milonga, Mercedes Lequerica, protagonista a su vez de otro libro de la autora: “Sola en Oriente Medio” , vive con entusiasmo reverencial la pasión tanguera que puede llevarla a la levitación, o sea, bailar sin sentir los pies en el suelo, e incluso a no desear el final del abrazo al acabar la tanda por el ensimismamiento con el bailarín ocasional, para, a la par, aplicar toda la prudencia necesaria por viajar sola, o con su amiga Teresa, sicoanalista y tanguera,  incluso bajo los efectos del climax tanguero. 

    Se podría decir que “Relatangos, relatos de viaje y tango”, es una declaración de intenciones contadas de manera un tanto snob, desde las que se destapan algunas de las claves lúdicas, sociales y humanas que se entrecruzan en el sectario mundo del tango. No todas. Sorprende, por ejemplo, no encontrar en el libro un relato en que los bailarines culminaran juntos el deseo que han sentido durante el baile en la habitación de un hotel. Hubiera sido humanizar y hacer creíble una pasión que, si hacemos caso de lo que se nos cuenta, más pareciera una ciencia que un intercambio corporal. Que no vaya a ocurrir que la escritora tanguera sea la única que baile con presencias incorpóreas y no se haya enterado todavía.

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