Miguel Mena: Foto movida

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Por Jesús Soria Caro

     Miguel Mena en su novela nos hace recorrer la realidad social de una época llena de cambios, una etapa de puertas abiertas hacia la modernidad, un viaje de entrada hacia la libertad en un tiempo en el que comenzaba a quedar atrás el retraso cultural, social y político en el que había estado sumido nuestro país tras décadas de dictadura y opresión.

     La novela se ambienta en la denominada etapa de la “movida madrileña”, esa explosión de sexo, alcohol, fiesta, un nuevo orden cultural en el que el país que anteriormente parecía un enfermo de negaciones, miedos y silencios, recuperaba su respiración con nuevos aires de libertad. Todo lo que sucedió en ese momento fue una auténtica revolución contracultural, un viaje a los deseos anteriormente prohibidos, a los abismos de la heroína, a océanos de destrucción en los que encontrar la isla de una verdad nueva, la de la renovación de un país perdido en el pasado, mutilado social y moralmente, en el que muchas generaciones de décadas anteriores habían vivido en un estado-cárcel.

    El perspectivismo narrativo es una de las técnicas narrativas principales, juego técnico que sin duda es el que mejor puede evocar un nuevo tiempo en el que iban a desvanecerse las verdades cerradas, únicas, dominantes. A lo largo de la novela vamos a encontrar múltiples voces o puntos de vista de los personajes sobre la realidad que serán expresados mediante el monólogo interior: un policía que investiga una muerte por sobredosis, las de los amigos y amigas de la muerta, Sting, locutores de radio, un sacerdote, una voz externa que parece la de la Historia. Siendo esta última una original abstracción de una época que piensa por sí misma, que adquiere conciencia, casi a modo de personificación, de aquello que trajo consigo esta radical inflexión socio-cultural. Esta voz ajena a los personajes parece la mirada de la historia en el espejo de la vida, la conciencia de un cambio, de una inundación de consecuencias, transformaciones, atentados terroristas.  Esta voz externa a los personajes deja variados trazos críticos sobre aspectos de la realidad española. Así podemos encontrar una reflexión sobre un anuncio sobre el aborto de 1983 titulado “¿Quién quiere matar a Nacho?”, en el que dicha voz reflexiona como si fuera de hoy lo que es parte de ese tiempo pasado ficcionalizado en la novela, o tal vez habla con nosotros, lectores de otra época que en algunos casos no conocemos lo acaecido: 

     “Hoy gran parte de la prensa incluye un anuncio que ocupa media página bajo una pregunta: ¿Quién quiere matar a Nacho? Es publicidad en contra de la Ley de Despenalización Parcial del Aborto que se debate en el Congreso de los Diputados. El tal Nacho es un niño. En realidad, el dibujo de un bebé con el que  quiere aludirse a un feto. A través de diferentes viñetas, se explica cómo acabar con él?”[1]. (Mena, 2013: 56).

    Otro de los acontecimientos recordados por la voz, la de la historia es el nacimiento de GAL como grupo antiterrorista que se creó como fuerza armada para contrarrestar a ETA, para reclamar la pasividad francesa ante las incursiones de los terroristas vascos en sus fronteras:

    “En pocas horas, ese rehén equivocado será puesto en libertad en un paraje próximo a la frontera. Con su reaparición se hará oficial el nacimiento de los GAL a través de un comunicado con dos puntos básicos: en el primero se advierte de que cada asesinato de ETA tendrá la respuesta necesaria y en el segundo manifiestan su intención de atacar a los intereses franceses como respuesta a la permisividad de las autoridades galas con los terroristas vascos” (Mena, 2013: 253).

   Una reflexión social nace también de esta voz externa a todas las otras, medita sobre el poder de la sociedad a través de la información con el que se logra moldear gustos, opiniones, lecturas de la vida. El sujeto es una marioneta de un modelo impuesto de cómo entender la moda, la música y, en definitiva, lo real:

   “Poca gente no consume lo que no le recetan. Poca gente adquiere un producto si antes no le han recalcado su bondad una y mil veces. Es así en las farmacias y en las tiendas de discos. Los discos que más se venden son los que están sonando todo el día en la radio” (Mena, 2013: 124).

   Otras muchas voces narrativas dejan su mirada sobre la muerte de la chica y sobre otros aspectos de esa sociedad lanzada a la fiesta, a la embriaguez y a la autodestrucción de los excesos.  Así sucede con Patricia, la amiga de Almudena (la chica muerta), que cuando Mainar (el policía) la interroga, deja translucir en su monólogo la rebeldía, la ética antisistema y destructiva del rock:

     “Pincharse les adornaba con la fría elegancia de Lou Reed y con la sonrisa canalla de Keith Richards. Había grandes héroes a los que emular. Pincharse era como entrar en un club de gente selecta. Pronto la heroína empezó a circular por las venas de muchos grupos que alegraban el nuevo Madrid. Eso lo había vivido muy de cerca. Por entonces solo se conocía el lado brillante de este juego, el lado moderno, lo que tenía de atractivo y de moda. A su lado, la palabra sobredosis parecía un término científico que no encajaba en un ambiente predispuesto a la juerga y a caminar por el lado salvaje de la vida” (Mena, 2013: 62).

    Hay una madre viuda, antigua conocida de la infancia de Mainar, mujer que estuvo casada con un cura progre (uno de aquellos que abandonaron el sacerdocio para contraer matrimonio) con la que el inspector tendrá una relación. Siendo estos dos cuerpos de fuego calentándose del frío de la soledad. Ella es una voz en la que, de nuevo, por medio del monólogo, podemos adentrarnos en otra visión planteada en la novela:

    Maribel no tiene gran cosa que hacer cuando Yolanda se duerme. Aún es pronto para que ella se acueste…Cualquier argumento es bueno para retrasar la hora de irse a la cama… ya ha perdido la cuenta de la última vez que lo hizo acompañada y ese tiempo empieza a pesar” (Mena, 2013:92).

     Más adelante la voz interior del inspector será reproducida en un monólogo en el que se siente culpable de no haber entendido a su hija, de no saber cómo actuar como padre ante las deficiencias de ella. Somos así partícipes de sus dilemas morales, de su propia autocensura ante sus emociones: “Pensó que Laura y ETA se parecían porque ambos eran casos sin remedio. También pensó que era un miserable por comparar a su hija con un grupo terrorista” (Mena, 2013:155). El propio Mainar cuando reflexiona sobre la vida extrema de la nueva juventud establece una comparación generacional, valora como los que pertenecen a la generación anterior a este estallido de libertad, han tenido una vida más dirigida, más simple, con menos riesgos pero también con menos oportunidades, con sombras de opresión que impedían ver el sol de la libertad, aun cuando este pudiese quemar con sus abismos:

    Se sentía de una generación muy diferente a la de los chicos de la foto. Apenas les separaban quince años, pero le parecían mundos muy distintos. Cuando él tenía veinte años no había tantas oportunidades para divertirse. Todo era más gris, más comedido, más previsible. Quizá también menos arriesgado. Estudiar, echarse novia, casarse, ser padre. En eso había empleado los años que Patricia y sus amigos dedicaban a divertirse como si cada noche fuera la última de sus vidas” (Mena, 2013: 63).

     El punto de vista de una estrella del rock del momento también está presente en este caleidoscopio de una nueva era de no verdades únicas. Hay tantas perspectivas de personajes como nuevas visiones que se abrían en una época que no hacía ya de la verdad una prisión compartida. Así, en este caso, hay un narrador omnisciente que se inmiscuye en todo lo que siente y piensa la estrella Gordon Mathew Summer (Sting):

    “Quiere hacer otras cosas, probar nuevas artes, compartir sus inquietudes sociales, variar su repertorio, crear canciones  que no tengan por qué ser un éxito inmediato. Está bien tocar De do do do De da da da en un estadio, pero alguna noche preferiría interpretar un poco de jazz en un club” (Mena, 2013:47).

    En esta mirada debe aparecer el otro lado de la verdad, incluso cuando esta es la de quienes ejecutan, matan, roban vidas por unas ideas políticas. Podemos reconocer la voz de un etarra exiliado que reflexiona sobre su desacuerdo respecto a aquellos que abandonaron la vía armada y siguieron una lucha política, ya que él  se ve a sí mismo como un luchador que mediante las armas ha intentado lograr la libertad para su pueblo, no entiende quienes optan por la otra vía, la democrática:

   Hace unos años vivió la dolorosa escisión entre ETA militar y ETA político-militar, pero ahora asiste al desmoronamiento de estos últimos. Sabe que unos cuantos preparan su rendición ante el Estado a cambio de beneficios individuales” (Mena, 2013: 112).

    Sobre este mismo tema, el terrorismo, también podemos encontrar una reflexión sobre el punto de vista de la policía española, que observamos en el monólogo interior de Mainar, en el que se plantea la complicidad encubierta de Francia, los terroristas no atacan allí para tener un refugio frente a España y la policía francesa mira hacia otro lado para evitar las consecuencias de los atentados en su país:

     El secuestro se había producido en suelo francés, en su refugio, en su santuario, en un territorio que los etarras también reclamaban, pero que jamás mancillaban. Ni una bomba ni un disparo ni una agresión. Allí se cuidaban mucho de actuar porque necesitaban la pasividad del gobierno francés para seguir hostigando al gobierno español. (Mena, 2013: 227).

    El cura que oficia el entierro de la chica muerta por sobredosis también deja su punto de vista sobre los cambios generacionales, sobre una juventud hedonista, que ha hecho del placer la patria de su alma. Pero hay algo de reflexión sobre la nostalgia hacia una mirada anterior al vacío de los valores posmodernos, en este caso se reproduce en sus palabras proclamadas ante el auditorio:

-Nuestros gobernantes no pueden estimular la pérdida de valores en nuestra juventud en nombre de un nuevo hedonismo que supedita todo al placer y se olvida de la fe y del compromiso- dijo en lo que todo el mundo entendió como una crítica al gobierno socialista salido de las elecciones del año anterior-. Si dejamos que nos arrebaten a los jóvenes, estamos dejando que nos arrebaten el futuro” (Mena, 2013: 22).

    En alguno de los diálogos entre los personajes también se deja traslucir un retrato de qué sentido vital tenía el consumo de droga entre los jóvenes, tanto los que tenían una posición acomodada como los que vivían cercanos a la miseria la consumían. El modo de acercarse a lo abisal de la heroína era en unos casos por acercarse a lo nuevo, a la intensidad de los peligros, a la vida en los extremos, en otros casos, en el de aquellos que no tenían nada y todo era difícil, suponía una forma de ser duros, de demostrarlo hacia los demás, así queda expresado en el diálogo entre Mainar  y Loriente:

-Pues cada vez hay más casos de chicos de buena familia enganchados a la heroína.

-Claro, ellos nos necesitan robar bolsos ni atracar farmacias para pagarse la dosis. Para ellos es una moda, como la música que oyen o la ropa que visten. Los chicos del barrio se drogan para hacerse los duros y los del centro, para hacerse los modernos.

-Diferentes motivos, pero los mismos resultados. (Mena, 2013: 37).

    Foto movida es el título del libro porque la realidad no es como se visiona desde las gafas de la libertad, de la pasión por los abismos, del desenfreno. La realidad que se copia en nuestra fotografía externa (la vida del escaparate de las apariencias sociales) no es la misma que la que se nos enseña con las consecuencias de la vida. Hay una parte de destrucción, de tragedia, de traspasar los límites de la libertad. Foto movida como título es una propuesta casi expresionista en el sentido de deformar la realidad para captar aspectos inéditos de esta, deformar la imagen de las apariencias, esa foto idealizada de lo abismático para así conocer que tras esta nueva mirada podemos entender lo que también hubo de destructivo en esta época.

BIBLIOGRAFÍA

MENA, Miguel (2013): Foto movida, Prisa, Madrid.

 [1] Especilamente ingenioso fue el artículo de título homónimo, publicado el 8 de octubre de 1983 por la poeta Cristina Peri Rossi, en el que jugaba con la idea de que matar al feto debía ser tomando en igual consideración a que dicho proyecto de persona naciera en una posición social cómoda o marginal, siendo un crimen social la segunda opción. Se debería tener en cuenta si nacía en occidente o en una parte del mundo menos desarrollada, aludiendo a que si cumplía lo primero sufriría la alienación del mundo moderno (contaminación, violencia psicológica, militarización), y en otros mundos menos acomodados la pobreza; lo que implicaría en ambos casos un asesinato moral de este feto, de ese proyecto de hombre.

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