Cochón de púas: Nuevos cuentos de Bustos Domecq

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Por Javier Barreiro

    Tan de moda la novela policial o negra, como ahora se dice, lo que a uno le hace pensar en el tío Tom, pero hace tiempo que no se reeditan en España las tan desternillantes como exquisitas colaboraciones literarias que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares firmaron con el seudónimo de Honorio Bustos Domecq.151Javier_Barreiro
Por Javier Barreiro
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   El 125 aniversario del nacimiento del primero (24-VIII-1899) y el centenario del segundo (15-IX-1914) me dan motivo para recuperar esta breve reseña de Nuevos cuentos de Bustos Domecq, publicada con el título “Fantoches en acción” en El Día, 7-VI-1987.No habían aparecido en nuestro país estos cuentos formando una obra independiente, aunque sí en el tomo de obras completas en colaboración de Borges y en la edición completa de los cuentos de H. Bustos Domecq sorprendentemente publicada en una colección de quiosco. Se trata de la, definitivamente, última obra de este bifronte y aleatorio personaje, siempre visto como una excrecencia menor, tomado un poco a juego, a “boutade” borgiana y, por consiguiente, mal atendido por la crítica y – lo que no es extraño dada su dificultad, su conceptismo y su libérrima mezcolanza de registros lingüísticos – también por los lectores. Obviamente, Bioy y Borges se entregaban a este tipo de escritura como divertimento y parece que tal actitud ha desubicado a los hermeneutas ocupados en discernir claves metafísicas, referencias culturalistas o símbolos y, por tanto, lejanos a la descabalada y montaraz irrisión propiciada por estos bosquejos de esperpento.

    Es cierto que gran parte de la escritura de Bioy está más cercana a Bustos Domecq que los textos conocidos de Borges, pero ambos aseguraron en diversas ocasiones que su colaboración era pareja y sin fisuras.Si la primera de sus obras, Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), supone una innovadora y desopilante incursión en el género policiaco, Dos fantasías memorables, publicada bajo el seudónimo de Suárez Lynch, en 1946, una sangrienta parodia bíblica y Crónicas de Bustos Domecq (1966), un repaso a las peregrinas innovaciones que ciertos cultivadores de “ismos” han perpetrado acogiéndose bajo el manto de la originalidad o la rebelión a ultranza, estos Nuevos cuentos de Bustos Domecq – la primera edición data de 1977 – son nueve historias variopintas cuya constante estriba en el protagonismo de personajes-fantoche tan autosatisfechos de su mediocridad como lúcidos en el análisis de su propia peripecia siempre narrada en primera persona. La inmiscución en la vida cotidiana, una suerte de estilizado y, a la vez, chocarrero costumbrismo constituyen el marco de estas historias resueltamente localistas hasta el punto de que, seguramente, sólo un porteño – muy viejo, muy populachero y muy culto – puede desentrañar los múltiples guiños que se agazapan en la prosa. Aunque también haya incursiones hasta el Ebro: en Deslindando responsabilidades el protagonista es un presumible y palurdo poeta aragonés del siglo XVIII, maese Pedro Zúñiga, el Molinero.

    Y no deja de sorprender el conocimiento de los autores tanto de la topografía como del habla y ciertos rasgos de la idiosincrasia baturra. (V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/01/08/un-cuento-de-borges-y-bioy-con-tema-aragones/) Efectivamente, el lenguaje, sometido a la máxima tensión expresiva y oscilando entre lo ultrapedante y lo chabacano es el protagonista de estos apuntes del natural, y su uso nos aproxima a un contemporáneo conceptismo. Pero es el humor el sostén radical de la fascinación de estas historias. Un humor bufonesco y sutilísimo, extremos tan difíciles de conjugar que habría que recurrir a Quevedo para encontrar un antecedente.

    Por otro lado, el sarcasmo, que no los procedimientos, recuerdan a nuestro mejor Valle. Aunque el uso del lenguaje de la calle como sostén y aguzamiento pueda encontrarse tanto en el maestro gallego como en los argentinos. Lo hiperbólico del tratamiento no impide un pujo de crítica feroz que puede ir desde lo político (el peronismo como comportamiento en La parada del monstruo) hasta lo erudito (denuncia de las miserias de la crítica universitaria en Las formas de la gloria). Sin embargo, el embate crítico se centra, fundamentalmente, en los comportamientos cotidianos de los protagonistas. Ahí reconocemos lo cenital de nuestros egoísmos, lo irrisorio de nuestras avaricias o fantasías, lo programado de nuestros acaloramientos, lo esquinado de nuestros actos nobles. Bustos Domecq acoge con generosidad y humor lo peor de todos nosotros. Y eso nos hace entenderlo y amarlo.

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