Pasos que rompen la memoria de los años / Erasmo Nava

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Por Erasmo Nava Espíritu

a Luz María

          I 
     Ciudad de México 

La mañana se desliza cristalina y lentamente en la ciudad. 
Es una mañana en la que sopla el viento frío de invierno, y 
tocan a mi pecho y a mi alma de doble cerradura los recuerdos, 
tocan también a mi corazón de débil resistencia, 

y como roca metálica que permanece anclada en alta mar 
se levanta un brusco torbellino con olor a niebla 
y aparece mi amor como aurora llena de suspiros 
arrastrada por ciudades amalgamadas por la lluvia; 

pero mi amor es como un ángel con alas color violeta 
que sobre una nube blanca y como un ser invisible: 
contempla a las gaviotas en su agitado vuelo 
que giran silenciosas como puñal que se desploma. 
Mi amor es tan grande, grande y poderoso: 
como los horizontes bañados de tezontle y de ceniza 
que en la noche despierta con ojos de piratas encallados 
y con sonidos de eco se levanta para mirar el mar. 

A lo lejos abre sus poderosos brazos mi amor calladamente 
y un asteroide negro se interpone como una chispa ardiendo, 
de inmediato mi amor saca su espada roja y clama al sol 
para que lo proteja con sus rayos que levantan polvaredas. 

Pero algo pasa en este instante en la infinitud del tiempo 
porque al llegar mi amor como azucena de color morado, 
la luna con su collar sin sombra se diluye 
y el sol como fuego que se apaga queda quieto. 

En el umbral del tiempo desfilan hombres como monjes fatigados 
y en las oscuras calles se levanta una tormenta de granizos azules, 
pasa triste y llorando la melancolía con un nudo en la garganta, 
y de pronto mi amor se detiene en una plaza pública recién lavada. 

Mi amor brilla en el tiempo como canto eterno que no cesa 
y un lirio acuático se eleva decidido y lo protege, 
voces de mujeres desveladas lo acarician 
y se levanta como un sol callado y luminoso. 

Después y como estatua en la que se dibuja una sonrisa 
mi amor alumbra como faro que sirve de guía a los navegantes; 
mientras en la ciudad los recuerdos desfilan en la madrugada sin alba, y 
aparecen de pronto alamedas con sombras desgastadas. 

Calles bañadas por la lluvia y humedades inclementes 
y avenidas saturadas de transeúntes y automóviles; 
todo esto como rostro invisible que sonríe 
o como fantasma que llega en un sueño a la ciudad. 

          II 
     Ciudad de Oaxaca 

Ciudad antigua, amarillenta y noble 
con ojos de metate y maíz recién molido, 
guardas en tus entrañas el amor que avanza lento 
como náufrago agitado que con dificultad llega a la playa. 

En este día sin sombra lleno de dulces penas y extraños desvaríos 
traigo a mi amor en brazos envuelto entre la niebla, 
busco desesperado a un dios mixteco o zapoteco 
para que lo traslade a la infinitud del tiempo. 

Como palomas blancas llegan jadeando los recuerdos: 
a Monte Albán, enigmáticos guerreros con pedernales rojos y mármol verde lo disputan, 
y en la Ciudad de Mitla el palacio es invadido por sacerdotes de enormes oropeles; 
mientras el Ábol del Tule me envuelve con luz fosforescente y viento 
                     [ocre, 
que de repente caen como pedazos de cielo en un abismo. 
En el mercado antiguo de esa ciudad añeja llena de colorido y extrañas voces: 
humeando está el tasajo que arde a fuego lento sobre brazas que no tienen reposo 
y el mole negro que se serena en el resplandor del alba, 
mientras un chocolate oscuro despide olor a dios sagrado y a fuego nuevo 
y las tlayudas que aun huelen a maíz recién cortado esperan pacientemente; 
los chapulines dan saltos que se pierden en la espesura de la muerte; 
todo esto se mueve como un enorme animal de cien patas que jadea. 

          III 
     Mochitlán, Guerrero 

Fue Mochitlán de tibia y húmeda mirada 
quien entregó su corazón sangrante a gotas 
a mi amor que llegó con lluvia y con gladiolas. 

Atardeceres llenos de quietud que se quiebra y no hace ruido 
y de silencios como luciérnagas mágicas que alumbran: 
fortalecen día con día a mi amor que sueña y calla; 
unas manos que gimen en la niebla y luego huyen 
y los ligeros vientos que acarician una flor de rojo intenso, 
son como sombras largas que nutren a mi amor de efervescente mirada; 
pero la vida sigue por donde emigran y van cantando las palabras. 

          IV 
     Ciudad de México 

Ciudad de gris melancolía y cerraduras rojas 
que devoras los silencios y te aquietas con la niebla, 
escucha a tus hijos que luchan como eternos guerreros 
con impetuosa fuerza en sus alas de paloma recién bañada. 

Aquí, pasa el tiempo como un tren de collar dorado 
y mi vida se alegra como un sol que da pasos en el alba. 

Ahora, 
veo al invierno con ojos de «smog» y escaso viento 
reviso mis pendientes como pétalos de flor morada: 
unos cuelgan de las puertas ávidos por ver la luz, 
y otros permanecen quietos con ojos fríos y apagados 
ante lámparas de cristal que crujen y se alejan; 
entre sollozos recogen las palabras que de mis manos caen, 
y en silencio las levantan sólo para decir adiós. 

En este andar sin sombra y agitado por calles de húmeda neblina 
llenas de trenes que se mueven lentamente como sonrisa invisible, 
me vienen los recuerdos que dormían quietos en mi alma 
y ahora emergen de mi pecho como hermosas esmeraldas. 

Desde mi ventana quieta veo extraños pájaros enfrente: 
unos cruzan saltando aprisa por la acera, y otros simplemente vuelan y se 
                     [van. 
A lo lejos los peatones van sin rumbo y van cantando, 
y en las grandes avenidas se ocultan ecos de pisadas amarillas 
y de tacones de mujeres rubias oliendo a sexo y a claveles; 
árboles bañados por la lluvia entre penumbras de hermético sigilo 
en la que perezosos búhos observan desde lo más profundo de la noche 
este ir y venir de rojos trenes y niños famélicos desnudos, 
o el transitar entre sombras de veloces y fatigados transeúntes 
junto a neuróticos y desahuciados conductores. 

La noche llega a la ciudad como un sol resplandeciente y se detiene: 
todo parece claro y transparente 
que te invita a caminar por calles sin faroles y eternas despedidas, 
entrar a un bar con olor a húmedos geranios 
y beber hasta la madrugada auténticos vinos Gran Reserva. 

Después salir huyendo con rosas rojas en la mano 
y encontrar de repente en una esquina con ojos brillantes y 
                     [profundos, 
al amor que ha guiado mis pasos en la niebla; 
decirle en confianza y con agrado 
que el tiempo nos persigue con un ramo de amapolas. 
Por un instante me quedé quieto en la avenida 
y de repente vi mujeres exhaustas y sonrientes 
que en silencio cantaban y bailaban; 
-es un ritual pensé- 
y esas mujeres, sin hacer caso de nada, 
siguieron bailando en éxtasis 
hasta muy avanzada la mañana. 

Después, 
volví la mirada atrás y vi un caballo que jadeaba 
arrastraba la mirada y el silencio de sus pasos; 
atrás la muchedumbre le gritaba: 
¡llévate mi coraje y guárdalo! 
pero regresa con la libertad cantando en la alborada. 

Solo y con mi esperanza aun brillando, 
me detuve sorprendido en la avenida 
como badajo de campana que apenas sí se escucha; 
medité un instante y continué el camino 
seguido de una sombra húmeda y callada. 

De pronto el viento aturde mis sentidos 
y levanto la mirada y nada encuentro; 
pero a lo lejos veo el misterio del silencio 
que envuelve a unos trabajadores que viajan en el Metro: 
como cadáveres de derrotados guerreros 
que esconden su sonrisa avergonzados. 

A veces me gustaría estar a la orilla del mar en una playa ciega 
y sentir la brisa tan cercana a mi alma; 
me gustaría con mis pies alcanzar las estrellas, 
y volar suavemente a donde nadie me espera. 

Quiero aquietar mis pasos 
y no ir con tanta prisa, 
para ver las hormigas que como torbellinos 
salen de ese agujero; 
quiero ver las arañas 
que en esta precisa hora, 
duermen profundamente 
en casas antiguas con raíces de humo; 
en fin, 
quiero ver el amor de viva chispa que llevo aquí en mi pecho 
que se levanta violentamente en mi alma y de pronto queda quieto 
y disfrutar con él…, ¡toda una eternidad!

 

Fuente: http://www.palabrasdiversas.com/palabras/poetas_dentro.asp?nombre=Erasmo%20Nava%20Esp%EDritu

Erasmo Nava Espíritu, 1950, Mochitlán, Estado de Guerrero, México.
Reside en Distrito Federal, México.
Licenciado en Economía, Maestro en Ciencias en Planificación del Desarrollo Regional, y Poeta.

Página: http://erasmonavaespiritupoesia.com/

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