Por Manuel Lorenzo
Texto: Martín Ballonga
La visión distante de una montaña atrayendo hacia arriba tu mirada te invita a imaginar la curvatura, los bordes de lo desconocido, pero cuando la cumbre real intersecta con la fantaseada, sin más altos picos que atraigan tu mirada, las topografías del pasado, incluso el valle a tus pies, desvían tu mirada hacia abajo.
La dimensión estética y emocional del paisaje de montaña es difícil de explicar. Sin embargo, esta mirada, como todas las dirigidas a un objetivo, ha de ser aprendida y quizá un pequeño conocimiento es importante para la interiorización a un nivel más íntimo de aquello que contemplamos.
El ascenso de nuestros alpinistas se va transformando en una escena de desolación como la muerte, más allá de toda descripción. El acto de subir una montaña parece romper cualquier encantamiento. El lema filosófico que subyace de la lucha contra el tiempo declara que no se puede cambiar el pasado, pero tal vez sí verlo desde otro prisma y aprender de él.
