Por Javier López Clemente
El sábado 22 de octubre la compañía Teatro del Templé celebró las 100 funciones de la obra «Los Hermanos Machado».
El evento tuvo lugar en el Teatro Juan Bravo de Segovia situado en la Plaza Mayor a la sombra de la estatua de Antonio Machado, y a menos de trescientos metros de la casa donde residió el poeta entre los años 1919 y 1932.
La compañía aborda esa función de carácter biográfico con la intención de “explicar nuestro pasado y nuestro presente” a través del momento histórico, la creación artística y una amistad entre hermanos que termina por resquebrajarse. La construcción del relato se vertebra sobre tres ejes fundamentales y un conflicto: La intimidad familiar, la obra literaria compartida en lo dramático e independiente en lo poético, la discusión ideológica y un reencuentro imaginado entre Antonio muerto en el exilio francés, y Manuel como la nueva voz poética de la dictadura franquista. Un diálogo entre las dos Españas generadas por el golpe de estado de 1936 que no pudo conquistar el poder, y su posterior desarrollo en forma de lucha armada: De la rebelión militar a la revolución popular allá donde los militares sublevados fracasaron.
La idea es magnífica, pero la materia prima que suministra el texto arrastra un exceso de retórica discursiva, un recurso dramático que nos aleja de la vida y sus palpitaciones para sepultarnos bajo una avalancha de palabras más propias de la evocación académica de un profesor taciturno que, aliñando los acontecimientos con citas de poemas, se aleja de la pulsión vital que se genera entre hermanos, escritores y políticos hasta sumergirnos en una narración plana y convencional.
Los recuerdos de infancia apenas se tratan y se olvida la experiencia de dos niños que se trasladan de Sevilla a Madrid con apenas nueve y ocho años para cursar estudios en la Institución Libre de Enseñanza; no se establece la importancia de una familia que nace con el abuelo Antonio Machado Núñez, doctor en medicina y mineralogía, se fragua con el padre Antonio Machado Álvarez, un gallego con alma de sevillano que en 1881 recopiló un buen puñado de letras de cantes flamencos y que, en palabras de Manuel Abad, había convertido su familia en una tribu particular que se movían todos juntos con seis hijos sevillanos y dos madrileños, hasta que su temprana muerte deja el peso de la familia en su esposa Ana Ruíz Hernández que, casada con 19 años y viuda con 37, no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón y sacar adelante a su familia con Manuel como funcionario en la Biblioteca Nacional de Madrid, y Antonio con la experiencia del francés aprendido en Paris para ejercer de profesor en Soria.
La función toma oxígeno cuando la palabra se fluye viva en forma de diálogos gracias al trabajo camaleónico de Alba Gallego: La Membrives de “La Lola se va a los puertos” estrenada el 8 de noviembre de 1929 y que rememora el trabajo dramático que unió a los hermanos Machado entre 1926 y 1932. La comidilla de un vecindario de 1909 cuando Antonio, un hombre de 37 años, se casa con Leonor, una niña de 15. La imponente y autoritaria presencia de Eulalia, prima y esposa de Manuel que se hace cargo de su vida en el momento más difícil y peligroso.
Sin embargo el texto se empeña en evitar los terrenos dialécticos más nutritivos, que también chispean cuando los escritores debaten sobre el devenir histórico y político, pero se achantan frente a la reflexión de dos dramaturgos que, como nos recuerda Manuel Abad, estaban interesados en empujar el teatro mediante la comedia de costumbres, renovar el lenguaje con más ritmo y diálogos brillantes. La conversación tampoco hace hincapié en el inmenso dolor provocado por la definitiva ruptura de la tribu familiar sellada en una tumba al otro lado de la frontera. La función pasa de puntillas sobre esos elementos biográficos de marcado carácter dramático, y vuelve una y otra vez al tono narrativo que, carente de emoción, nos arrastra a una puesta en escena ordenada pero simple, en la que los actores deambulan cargando con los discursos de sus personajes hasta el aburrimiento final.
Teatro del Temple. Producción: María López Insausti. Texto: Alfonso Plou, Dirección: Carlos Martín. Dramaturgia: Alfonso Plou, Carlos Martín y María López Insausti. Reparto: Félix Martín, Carlos Martín, Alba Gallego.
22 de octubre de 2022. Teatro Juan Bravo. Segovia