Payasos habladores

Por Germán Oppelli  

  Si algunas manifestaciones artísticas dentro del circo han contado con el beneplácito del público, estas han sido sin duda los payasos habladores.     Su época dorada fue desde principios de la década 1950 hasta mediados de los setenta. Su paulatina desaparición coincidió con la incipiente crisis del circo. ¿Casualidad? Su misión no era sencilla. Había que burlar a la censura con alusiones divertidas a la situación social y política del momento. Nada más y nada menos.

  Jornales bajos, escasez y baja calidad de los alimentos, retrasos en los ferrocarriles, mal estado de las carreteras, instalación de bases norteamericanas en territorio español, algún chascarrillo local… Los censores eran imprevisibles. Tenían autoridad para poner multas de lo que hoy serían mil euros en adelante. Desde retirarte el carnet profesional (lo que te impedía la posibilidad de actuar) hasta requerir presencia policial.

  Actuábamos en la radio y nosotros parodiábamos el anuncio de unos almacenes: “La ropa de cama sigue estable, / suben las camisetas, / bajan las bragas”. Me llamó el censor: “Diga usted que baja la ropa interior”. Por descontado, no le hice caso. Sin embargo, no puso pegas a dos cambios de contenido sexista: “Cambio colchón con lana virgen por colchón con Lana Turner”. Recuerden que Lana era una bellísima actriz norteamericana. O también: “Cambio mujer de cuarenta años por dos de veinte”. Sin problemas.

  En aquel tiempo todos los payasos españoles éramos habladores. Se contaban unos chistes que el público celebraba con aplausos, se continuaba con una parodia y se terminaba con una parte musical. Y nada de marchas ni galops (¡tachún, tachún!), sino un airoso pasodoble con fandanguillo o unas colombianas. La verdad es que los augustos saxofonistas tenían calidad y, en algunos casos como Joselito Llata, maestría.

  La crítica era implacable. Que si eso no era de payasos, que así no íbamos a ninguna parte, que faltaba calidad en lo que se hacía, que se habían terminado los auténticos payasos, que si esto y lo otro… Pero en la década de 1960 tres formaciones de jóvenes payasos salieron al extranjero para actuar en circos de renombre: Martinis de Barcelona, Gali y Tolino de Madrid y Oppelli de Zaragoza. Más de dos y más de cuatro tuvieron que rectificar sus opiniones.

  El paso del tiempo demostró que también se podía ser un excelente parodista, aunque las circunstancias del momento -empresarios incluidos- exigieran que se hablara un poco más de la cuenta. Y ahí va mi cariñoso recuerdo a tantos payasos que ya no están con nosotros físicamente: los Tonetti, Emy, Gotti, Cañamón, Pery, Popey o mi compañero Henry, que son recordados, precisamente, por haber sido habladores.

  A punto de finalizar este artículo, leo que el Gobierno de Aragón deberá adaptar la ley de protección animal en el transcurso de este 2017, para prohibir los circos con animales en todo el territorio de la comunidad autónoma. Como ciudadano y espectador de circo, propongo la urgente creación de una “selva 5 estrellas”, para que puedan reponerse los diferentes animales de su “sacrificada” vida circense, advirtiéndoles -eso sí- de que no se coman los unos a los otros.

  Les deseo, amables lectores, que pasen un feliz y circense verano.

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