Editorial

Más que  broma pesada

Y van pasando los días y esperemos que antes del verano concluya esta broma pesada y los que tienen que sacar conclusiones las saquen rápidamente porque la temporada –y larga- que se avecina no va a ser “moco de pavo”. Y algunos se engolaban hablando de la otra “crisis” la más reciente que tuvimos y de cómo la superamos con sus recetas.

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  Crisis que comparada con ésta la recordaremos como una melonada que nos ocurrió por tontos y vanidosos, por creernos que el dinero los bancos lo daban gratis y que cualquier mindundi podía aspirar a todos esos bienes que nos metían por los ojos. Desde un adosado en la playa a un cochazo para impresionar al tonto del vecino quién, a su vez, había hecho lo mismo.

  Pero vino el tío Paco con la rebaja y se mustiaron las flores, los adosados y hasta tuvimos  ¡alucinante, camaradas!  que rescatar a los bancos, pobres, que no habían caído en la cuenta de que nos estábamos saliendo del tiesto.  Aquello fue digno del circo de los hermanos Tonetti: los currantes poniéndolselas  a los de la pastizara.

   Y no pasó nada porque el pueblo es buena gente y lo comprende todo: “Un mal día lo tiene cualquiera”. Ésta es peor porque además de víctimas (demasiadas) nos ha cogido en pelotas, con el paso cambiado y con  nuestros jefes mandando derecha cuando era  izquierda y “¡a tierra!” cuando había  que saltar una  zanja. Tal que en un cuartel protagonizando su  vida diaria Gila y Tony Leblanc. Un ejército  sin balas, fusiles, cascos o cañones. Y sabiendo lo que venía  el enemigo ( la epidemia trocada en pandemia) pero sin capacidad para  haber previsto batas, mascarillas, camas o test. Sólo “confinación”, “emergencia” y ¡ójala!  que no lleguemos a la “excepción”.

   Esta que nos ha caído   esta vez  nos va a dejar con un collerón al cuello y  atados a una piedra hasta que estemos a pocas fechas del  Juicio Final si nuestros jefes no son capaces de meterle mano a la jodida situación.