La izquierda radical aragonesa ha entrado en la paradoja con la invasión de Ucrania por parte de sus referentes en la Rusia soviética.
Es muy difícil entender como siguen cobrando de las instituciones aragonesas sin haber manifestado su condena a la agresión que sufre el pueblo ucraniano. Un hombre (mujer u hombra) con principios, y más si ocupa un cargo público, lo menos que puede hacer es renunciar a su nómina y destinarla a paliar el zancocho en que han metido a inocentes ciudadanos de aquel lejano país la gran potencia de sus amores.
Sería, al menos, un gesto que los aragoneses agradeceríamos al verlos, al menos, como personas con sentimientos. Pero las ideas, amigos, son una cosa y el llenado mensual del bolsillo por hacer el macaco en nuestras generosas instituciones, otra.
Ni van a la lucha ni abren el pico ni nos explican en qué barricadas andan: corren malos tiempos para sacar pecho rojo. Y los dirigentes, con la cabeza bajo el ala, tan solo esperan poder llegar al cajero para cobrar, mes a mes, por su cobardía. ¡Que mierda, chavales!