La función de la crítica / Javier López


Por Javier López Clemente

 “El crítico es un necio que no trae dinero”
(Cosmo Brown en Cantando bajo la lluvia)

     Carlos Calvo, subdirector de El Pollo Urbano, publicó en el número del mes de octubre un artículo titulado “Las cartas boca arriba”, en el que lanzaba unas…

….cuantas preguntas y reflexiones en torno a la idea de la crítica en prensa “política, social, económica, de arte, de cine, de literatura o de lo que sea.”

    Las preguntas que se hacía Calvo me animaron a escribir este texto que, sin pretender responderlas, tan solo es un intento de plasmar mis propias reflexiones, a las que añadiré algunas consideraciones que Esteban Villarrocha, director del Teatro Arbolé, publicó en el prólogo del libro “Teatro escogido 1987-2010” de la editorial Titirilibros, con autoría de Joaquín Melguizo que ha ejercido la crítica teatral en el Heraldo de Aragón durante 16 años.

Ilustración de: @fer_zombra

    En estos tiempos de redes sociales la primera reflexión sobre la crítica hay que situarla en torno a la idea de que  todos tenemos la posibilidad de ser críticos: En los muros de Facebook podemos  clicar un me gusta, me encanta, me enfada o me importa en un ejercicio muy parecido a las estrellitas que sirven de baremo en las críticas más tradicionales. En portales especializados podemos reseñar restaurantes, hoteles y en Google Maps puedes dejar tu opinión sobre cualquier lugar. Otra cosa es Instagram, allí solo es posible dejar constancia de lo que te gusta y así, excluyendo cualquier concepción crítica, las palabras Carlos Calvo adquieren todo su sentido: “Quedar bien con todos es una de las maneras más rápidas para la inhabilitación y la pérdida de cualquier valor referencial. La objetividad no debe confundirse con el todo vale. Si todo es interesante nada es importante. Ni trascendental.”

    Carlos Calvo comenzaba su artículo con una pregunta esencial. ¿La crítica es necesaria? En mi caso no tengo dudas porque soy un lector habitual de críticas desde que era un zagal y puedo afirmar que me han ayudado a comprender discos, canciones, obras de teatro, novelas y películas. La crítica es una excelente herramienta para moldear la mirada. Por eso la clave sobre este debate quizás está en la segunda pregunta que Calvo se hacía: “¿Es lícito que un individuo pontifique el esfuerzo de cien personas durante meses o años?” El problema en esta caso es que la pregunta está mal configurada cuando sitúa en medio del debate un término “pontificar” cuyo significado es presentar acontecimientos como innegables que bien podrían ser diferentes bajo otra mirada, que además se relaciona con una manera dogmática de exponer opiniones, elementos de expresión que deberían estar muy alejados de ejercer una crítica fetén porque, claro que es lícito plantear una crítica en torno a una obra, incluso alzar la voz de alerta sobre su deficiencias, sin embargo es mucho más importantes subrayar que el ejercicio de la crítica nada tiene que ver con dictar sentencia.

    Otra de las preguntas esenciales es la que plantea quien está realmente capacitado para escribir crítica. Una característica básica de la crítica es que se trata de un ejercicio que permite diferentes niveles, que a la vez son compatibles. En realidad cada espectador es un crítico en potencia, desde el más chusquero tuercebotas al más fino catedrático de literatura. Lo realmente importantes es percibir el valor relativo de cada una de esas críticas, extraer el mejor jugo de cada una de las diferentes visiones y combinarlas en una fórmula ponderada para obtener una percepción más amplia del objeto sometido a crítica. Por lo tanto la clave no está en si quien ejerce la crítica tiene más o menos formación académica, lo realmente importante, lo que tiene verdadero valor es tener una mirada propia y capacidad para contarla desde la honradez. La crítica es un acto de confesión sincera que combina hechos objetivos, sensaciones personales y un respeto impecable hacia los creadores, se trata de un proceso de interacción entre el crítico y la obra a la que se enfrenta. En palabras de Villarrocha “El crítico debe aprender más a analizar que a juzgar, sin negar esto último. El crítico sabe mirar y oír.”

    Carlos Calvo dedica uno de sus párrafos al “conflicto” que suele producirse cuando ”el crítico ve algo diferente a lo que piensa el artista”. Esta coyuntura se enmarca en el déficit que arrastra nuestra sociedad en general, y la acción política en particular, sobre todo aquello que tenga que ver con el debate, ese lugar donde las razones de cada uno de los participantes construyen un almacén de nutrientes intelectuales. El debate fetén es una excelente escuela en la que es imprescindible escuchar y entender la voz del otro para responder con mejores argumentos. Por eso me apunto a las palabras de Villarocha cuando, si bien reconoce que para muchos hacedores de teatro la figura del crítico se percibe como “terrorífica”, también recuerda que muchos creadores la aceptan y procuran sacar provecho de los fallos evidentes que se les pueda señalar. En este sentido me atrevo a recordar que la mirada del crítico tan solo es una mirada más y que, con independencia del grado de satisfacción que muestre, merece el mismo respeto que la mirada de cualquier otro espectador.

   La sociedad en general y los espectadores de obras de arte en particular también tienen la responsabilidad de pedir a sus creadores que se comprometan con su trabajo para utilizarlo como una factoría de sensaciones que muestra otros caminos y anima a la reflexión. En ese sentido me apunto a la concepción de las artes escénicas del dramaturgo italiano Romeo Castelluci cuando, en unas declaraciones a Jacinto Antón, sitúa su profesión en el lugar donde se sugieren cosas, crear imágenes y ponerlas a disposición de los espectadores para que cada uno de ellos las interprete como bien les parezca. Esa interpretación final no es responsabilidad del creador, su función es trasladar los conflictos a la escena para crear dudas, incluso malestar o incomodidad. A partir de ahí, el trabajo que cierra el círculo del hecho artístico es del espectador. En esta tesitura, la crítica es un factor imprescindible para engrasar el diálogo entre escenario y patio de butacas. Por eso el crítico, además de la honradez de la que hablé antes, es conveniente que realice una presentación equilibrada del autor y sus argumentos, informe sobre el estilo de la obra y su carga simbólica, cuente el conflicto que se pone en escena y valore todo el conjunto. El resultado debe plasmarlo en una escritura que, más o menos mordaz, literaria o aséptica, ayude al lector a sacar algún tipo de conclusión final. La crítica construida con este formato es muy difícil que se pueda tildar de “negativa”, “destructiva” o “terrorífica”, más bien al contrario, leída con interés, se convierte en material para la reflexión.

    Estoy de acuerdo con la idea de Villlarocha cuando entiende la crítica como un viaje que, en palabras de Stanislavski “debe ir de lo subjetivo hacia lo objetivo”, alejarse del comentario simple y superficial sobre lo evidente, argumentar las opiniones y mostrar interés por el verdadero contenido de la obra de arte. En ese mismo terreno Carlos Calvo  afirma que la crítica tiene que reaccionar con inteligencia, explorar, desmenuzar y valorar para “generar criterios” entre los espectadores, lo que Villarrocha define como “un constructor de lecturas” El crítico debe aspirar a “la formación de un sentido crítico” mediante un aprendizaje que decodifique el objeto observado, en las artes escénicas, plásticas o literarias y así evitar el estancamiento.

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