La que se avecina / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

   El presente en la nueva normalidad pospandemia es un zurullo gigantesco. Desde 2008 no levantamos cabeza. Lehman Brothers quebró el eje de la Tierra y la crisis económica que generó aún nos acogota.

    Tras el coronavirus tenemos una inflación disparada, los salarios más bajos, una escasez derivada de la distribución de mercancías, cambios políticos, tensión entre países, incertidumbre y miedo.

    Por si nos faltaba algo, António Guterres, en la apertura de la cumbre de líderes mundiales sobre el clima, nos alertaba: «Estamos cavando nuestra propia tumba». El Apocalipsis está cada minuto más cercano. No sé si habrá plaga de langostas o lloverá azufre, pero, desde luego, los humanos nos iremos al carajo en breve. Porque la situación del planeta no es reversible y los líderes de los principales países solo lanzan discursos cargados de buenas intenciones y promesas falsas. No quiero acongojonar a nadie, pero la realidad es la que es.

   Cinco millones de muertos. Doscientos cuarenta y siete millones de personas infectadas por la Covid-19. Millones de parados. Millones de empresas quebradas. Millones de familias pasando penurias. No, no pinta bien.

   La subida disparatada de los precios de la electricidad es otro factor de riesgo. El suministro de gas también peligra. El invierno está aquí y encender una bombilla o poner en marcha la calefacción será el privilegio de unos pocos. Estas Navidades no habrá luces de colores en el árbol, ni comeremos cordero asado, porque a ver quién, que no sea megamillonario, se atreve a usar el horno. Con las luces apagadas y pelados de frío, nos comeremos un bocadillo de choped y nos beberemos una copa de cianuro. Menos mal que ya hemos cavado nuestra tumba.

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