Delineando y encofrando / Paco Bailo

Por Paco Bailo

 

…qué deseo candente como brasa,
qué gozo de vagar sin rumbo a pie,
qué escasas intenciones de ir a casa,
qué empeño en olvidar lo que ya sé:
qué vida breve, qué temprano pasa,
qué frágil, qué fugaz, qué corta. ¿Y qué?
Álvaro Tato, 2021

    De repente al atardecer echo a faltar el crotorar de las cigüeñas en mi particular sinfonola, el calentamiento y los vertederos las tienen tan confundidas que hace cuarenta años no se quedaba por aquí ni una pero ahora las más sabias o menos atléticas hibernan entre nuestros cables y campanarios llevando tanto el compás con sus picos como el variado sustento a sus cigoñinos.

   Las sinfonolas, jukebox o tocadiscos tragamonedas, eran unas mágicas cajitas de música que nos regalaban un par de melodías de moda por la nimia cantidad de un duro, cinco pesetas, 0,03 céntimos de euro, que hermoseaban los bares cual cuarteto de cuerda en salón barroco cuando la televisión blanquinegra, si el dueño se permitía ese dispendio, solo se encendía para ofrecer algún evento balompédico, una corrida de toros o el “parte” (respetuosa acotación por si alguna estimada lectora o apreciado lector padecieran transitoriamente de juventud, pasajero trastorno con buen pronóstico)

   La ausencia del revoloteo de las zancudas me revela que el planeta sigue danzando al ritmo de la sinfonola solar con su eje encorvado, ya van siendo muchos años, y estos meses tocamos a menos rayos de sol per cápita porque hay que mantener el equilibrio con el sur y la sabia naturaleza cicatriza nuestras agresiones manteniendo el rumbo y la música de las esferas.

    Desde el neolítico el solsticio de invierno nos incita al recuerdo de lo sucedido y a la necesaria búsqueda de unos propósitos que reequilibren los desatinos. Pasamos cuentas y hacemos listados.

    Cuando una cultura está en desequilibrio, como ahora, aparecen las brujas y las sectas aunque no haya todavía brujas hermosas ni piratas honrados. No me refiero a aquellas pioneras sabias en hierbas y sembradoras de ideas que los de siempre hicieron arder allá por el siglo XVI y XVII sino a las que ocupan altos cargos y deciden desde sus insultantes sueldos que los nuestros no debieran incrementarse o que la jubilación nos pille andador en ristre. Florecen grupos de distintos colores que recuerdan antiguas sectas ejerciendo un discreto pero efectivo control mental, invitando a la amnesia y al “nosotros primero”, sabiendo que hay gente que siente felicidad al someterse, que eso da un sentimiento de pertenencia, de poder. Si obedezco no hay culpabilidad, no hay mala conciencia.

   El neurólogo Antonio Egas Moniz fue el primer portugués en recibir en 1949 el premio Nobel por descubrir la lobotomía que llevaba practicando desde hacía quince años y de la que solo en Estado Unidos se realizaron unas cuarenta mil. En la época muchos psiquiatras tenían sus reparos pero obedecieron a sus superiores. Total, desde el Neolítico se habrían huecos en el cráneo para expulsar malos espíritus (epilepsia, migrañas, paranoias, rebeldías, …) y se fue refinando la técnica al paso del tiempo, al servicio del progreso.

   Adolf Eichmann no era antisemita, “estaba simplemente haciendo su trabajo” nos contó Hannah Arendt en su “Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal” de 1963. No era inocente ni sus actos eran disculpables, solo fueron realizados por ser un burócrata, un operario. Arendt dejó claro que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por sus consecuencias, solo por el cumplimiento de las órdenes”.

   En estos momentos ochenta y cinco personas de este planeta tienen el mismo patrimonio que los tres mil quinientos millones más pobres. Parece que no es tan fácil mantener el equilibrio o entrenar la voluntad, me cuesta comprender.

    Comprender es una forma de liberarse, al comprender dominamos la situación como la cigüeña domina el horizonte y completa nuestra sinfonola cotidiana.

   Mantener el equilibrio exige comprensión. Brujas y sectas te lo ponen más fácil, hoy se nos invita a guerrear: hombres contra mujeres, musulmanes contra infieles, judíos contra árabes, norte contra sur, derechas vs. izquierdas, todas y todos tienen razones reales pero más que prisioneros del pasado, de las cruzadas, del colonialismo, somos encofradores del futuro, yeseros del porvenir, delineantes de alguna necesaria utopía, creadores de una nueva cultura. Si hace treinta mil años pudimos esculpir la Dama de Brassenpouy en cuatro centímetros de marfil no debemos ser tan incivilizados.

    Me acaban de decir que mañana hay reparto de rayos de sol, ¿quedamos?

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