«La boda de mi primo Alberto» / Raúl Navarro


Por Raúl Navarro «Kynos»

     A continuación, les relataré un anecdótico episodio de mi vida. Una experiencia impregnada en matices oníricos y algo simplones.

      Los hechos que acontecieron y que con mis propios ojos vi así lo demuestran. Los recuerdos son así de caprichosos y vienen a nosotros cuando menos los esperas y te soplan en los parpados. A menudo comprobamos como las personas, solemos interpretar nuestros recuerdos de diferente manera con el paso el tiempo. A veces dulcificándolos en exceso, como un café matutino cargado de cinco cucharadas de azúcar. Otras veces les quitamos hierro, y otras veces, como si fuéramos el mismo conquistador Pizarro y para mayor gloria de nuestra posteridad, los narramos en voz alta súper convencidos a nuestro favor, como si quisiéramos pintar con mayor gloria el lienzo de un momento de nuestra vida, para que esta nos convenza mas… ja,ja,ja. Total, al final como diría Manolete, “cada uno es cada uno y tiene sus caunadas”.

     Así que, para no perder mas tiempo, y no seguir embarrándonos mas en las tierras fangosas de la memoria. Como testigo de aquel evento les relataré lo que allí transcurrió:

    Fue el sábado 20 de julio del 2001, un gran día sin duda… algo caluroso…No es para menos, pues era verano… A las 13 horas mi primo Alberto se estaba casando en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Madrid. Aunque para nuestra proletaria familia, como para tantas otras, la boda ensimisma era un acontecimiento social destacable, no era mas que un mero tramite, comparado con la comida posterior que tendría lugar en el restaurante «Don Ramón». El convite fue sin duda, el acto mas ineludible y reseñable.

    Así que para mejor atiborrarme de comida y darme un buen atracón, preparé mis adentros.  Ayuné durante todo el día anterior. Las tripas me rugían como un jaguar. Si la adaptación de mi aparato digestivo, no me parecía suficiente; cogí una cuchara de aluminio y con ella raspé de arriba a abajo mis costillas. Para escuchar y comprobar bien el sonido a hueco del estomago, como el redoble de los legionarios con sus tambores gibraltareños. Gracias a Dios, que tal «penitencia» venia a su fin pensando ya en la comida que me esperaba. Suculentos y rebosantes platos del menú, que repasaba mentalmente una y otra vez. Calculando así el placer que estos producirían en mi ávido paladar: Entremeses, gambones, melón con jamón, espárragos trigueros, calamares rebozados, bacalao al pil pil, costillas de ternera, un pedazo de tarta nupcial al whisky…ah y el sorbete de champan para terminar.

  La novia estaba muy guapa. Es lo que se suele decir ¿no?… Las malas lenguas decían que Vanessa había tenida numerosas parejas o relaciones anteriores como para sentar la cabeza. Que poca delicadeza contarlo aquí…. ¿verdad? pero posteriormente paso lo que pasó… Mi primo Alberto, era un mozo valiente. Excelente persona, algo ingenuo… Era mas bueno que Gandhi el día de Nochebuena. ¡Ay candor marital! …Todos, sabíamos que ese matrimonio iba durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio, o que la garantía de una lavadora… Y ya sabemos como después de un mal centrifugado, con ropa mezclada o inadecuada, está sale hechas trizas… Pero nadie en su entorno mas cercano nos atrevimos en aquellos momentos, a pinchar esa burbuja o hechizo de aquel enamoramiento. Aunque a toro pasado claro siempre es mas fácil opinar y verlo todo súper claro.

   La inocencia y esa fe ciega que tenía mi primo de huir hacia delante; habían sido hasta entonces sus mejores armas para superar las dificultades familiares y laborales. Alberto tenia cojones, si, pero un matrimonio era harina de otro costal… Era como cruzar un precipicio por un cable suspendido en el vacío. Debajo siempre está el abismo y como destino inexorable la caída.

  Pero vayamos con la celebración, Resulta sorprendente la energía con la que antiguos familiares, ejemplares extintos, o que creías ya haber perdido de tu radar familiar, al no verlos hacia mucho tiempo. Quizá sólo en alguna boda, comunión o funeral.  Te propinan fuertes palmotazos en la espalda, o bien te abrazan dejándote sin aire en los pulmones.

   El fotógrafo realizaba su particular “Agosto”. Cobrando a 4000 pesetas de la época, aun el euro no había llegado a nuestras vidas almas de cántaro. Y decía “espectacular”, “fenómeno”, besaros como la primera vez!!… Piensa en ella como en una virgen vestal y cosas así a los novios para que posaran ilusionados, acaramelados y sonrientes para las fotos del álbum de boda.

    Cuando el bárbaro festín ya casi estaba acabando, comenzó el rito de la corbata. A esas alturas del jolgorio, y ya en estado de embriaguez, parecía aquello casi una corrida de toros y los trozos de la corbata, orejas del astado. Había una pesadez general producida por la copiosa comida. Sonrisas torcidas, miradas alegres por el vino y grata compañía. Mujeres que se abanicaban, mejillas ardientes y sonrojadas por el calor acumulado en el salón del restaurante. Los hombres sin chaquetas, se desabrochaban los cuellos de las camisas. Los niños y niñas tiraban migas de pan y corrían nerviosos entre las mesas. Y aunque eran reprendidos de nuevo por sus padres, enseguida volvían a sus juegos contagiados por la algarabía general. Hubo también una amplia carta de licores y quien quiso tomo uno o dos licores de hierbas o pacharanes, por si el vino blanco o tinto durante la comida no lo llevara bastante entonado y contento, ya a uno.

   Poquísimos varones rechazaron el puro de obsequio. Una espesa nube de humo cubría el comedor. Las mujeres también recogieron su obsequio. Que consistía en un minúsculo cestito de flores de plástico, con 4 peladillas de colores y una tarjeta con letras doradas con el nombre de los afortunados y la fecha del enlace. Un adorno mas para acumular de polvo, que seguramente acabaría en alguna estantería del mueble del salón.

   Con enorme sorpresa para los asistentes… Se descorrieron unas cortinas azules de terciopelo, al extremo de la sala y se encendieron unas luces giratorias de colores primarios. Allí un DJ, ya madurito pero profesional, que seguramente hizo un buen precio a la pareja, supo tocar las teclas adecuadas a la audiencia presente y de distintas generaciones. Pues sacó a bailar a todo el mundo con una tremenda batería de clásicos de los ochenta.

   El matrimonio supone el día mas feliz en tu vida … Aunque todo es relativo, y pueden cambiar las cosas 180 grados si te casaste, pero crees que no debiste haberlo hecho jamás, ja, ja, ja.

Artículos relacionados :