De locos / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

      Para escribir, como me pasó siempre, tengo ideas de lo que quiero hacer pero dispersas. Como si estuvieran en una bolsa, al fondo de ella.

    Pero lo voy haciendo, hilvanando el texto, sumando a la idea fuerza las frases, las palabras correctas para dar forma a este comentario.

   Pero siendo la locura el tema no es fácil encararlo sin ser un profesional de la salud mental. Y entonces leí bibliografía calificada de psiquiatras y de psicólogos, pero desde donde yo quiero abordarla lo mejor me estaba esperando en Wikipedia.

   “Se designó como locura, hasta final del siglo XIX, a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma, por culpa de un desequilibrio mental, por el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos”.

    Perfecto. El texto pinta de cuerpo entero el accionar público del sujeto. Porque es de uno en particular de quien escribiré. Sorprende. Juro que sorprende lo exacto de la descripción. Ni que lo hubieran conocido a él. Sí, acertó. Es un hombre y que detenta poder.

   Es a simple vista un soberbio y vanidoso, un coleccionista de angustias y de estrés. Insomne, intolerante, que aparenta tener todo bajo control todo el tiempo, irreverente e imprevisible, con constantes cambios de humor llegó a un punto en el que le es difícil separar la realidad de la ficción en que cree que viven sus interlocutores. Y él, por supuesto.

    Vaya combo dirá usted que hay en la cabeza de este tío que lo que dijo hoy es lo opuesto a lo de hace exactamente un mes y también opuesto a lo que pontificó hace 90 días y opuesto, claro está, a lo que sostuvo hace un año o tres en público y jactándose de ello.

   A esta altura pensará que exagero, que no es posible. Pero sí hay antecedentes de desvaríos por estos lares que dan por tierra con todo lo que recuerde haber leído. Años atrás otro personaje grotesco saltó a la consideración mundial al afirmar que él hablaba a diario con un pajarico pequeño en el que había reencarnado un ex presidente.

   Y esto no termina aquí. Cuando el pequeño pájaro caía en un mutismo inexplicable, él se acostaba sobre la tumba del amado líder porque su habitante se comunicaba, evitando intermediario emplumado alguno, y le dictaba lo que tenía que hacer.

    No es material extraído de una obra del genial Gabriel García Márquez. Le cuento que el pajarito en cuestión era el comandante Hugo Chávez Frías y que Nicolás Maduro su interlocutor y sucesor en el cargo. Y no es el único delirante se lo aseguro.

   El que me ocupa se peleó con Bugs Bunny por considerarlo un estafador, con el Correcaminos porque no se dejaba atrapar por el Coyote que se frustraba tras cada intento. A ver, lo pasemos en claro: el sujeto en cuestión embiste en un discurso contra el dibujo de un conejo creado en un lejano 1938 para la Warner. Algo está mal.

   Otro día le explica a un jefe de Estado europeo su particular visión del origen de los habitantes de un país del Río de la Plata y éste lo mira absorto, hasta con cierta piedad. En sus continuos cambios de humor se erige como el centro del universo y se pelea con sus pares de países vecinos o con Suecia, por ejemplo. Por suerte todavía no lo hizo ministro a su perro.

   Le di muchas pistas, pero usted vive a más de 10.000 km donde se encuentra este personaje escapado del Macondo en que se convirtió la Argentina. Pero aun así me parece que ya lo descubrió: es su jefe de Gobierno.

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