Cambio climático y peste en el siglo VI / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

     Sí amigas y amigos, cambios climáticos ha habido en muchas ocasiones, otra cosa son las causas y las consecuencias.

     A veces, las causas pueden no estar en nuestro planeta Tierra y las consecuencias ser absolutamente impredecibles.

    Que se lo digan al emperador bizantino Justiniano. Durante su reinado, concretamente en los años 541 a 549, se desató una mortífera plaga en Europa, Asia y África, con brotes posteriores más locales y esporádicos (algunos muy serios) que duraron hasta el año 750, y luego la pandemia desapareció hasta siglos después. La causante fue, hoy se sabe a ciencia cierta, la peste bubónica, más conocida por sus devastadores efectos cuando reapareció en las Edades Media y Moderna, desde el siglo XIV al XVII nada menos, y con brotes que se produjeron durante los dos siglos siguientes y hasta hoy día, algunos graves pero, generalmente, con un apreciable retroceso paulatino de la extensión y repercusión.

    ¿Qué pasó en Bizancio? Hay quien sostiene, y no sin pruebas, que el origen estuvo en un cambio climático ocurrido en 535-536, que produjo una bajada de la temperatura en África y en todo el planeta, haciéndola óptima para la propagación de este bacilo que, al parecer, está muy cómodo por debajo de los 27º C.

    Hubo una reducción de la luz solar, bajó la temperatura. Las causas están a debate, pero una muy probable fue el oscurecimiento del sol, al que historiadores de la época describen como apagado. Otros hablan de que esa pérdida de iluminación en el planeta y consecuente enfriamiento pudo deberse a una gran erupción volcánica que llenase de grandes cantidades de polvo nuestra atmósfera, si bien es cierto que buscar causas internas está bien sin eludir algo que está siempre ahí: el sol no es un elemento fijo e inalterable, que no sufre variaciones, sino un elemento dinámico que también afecta a veces, en casos menores, a nuestras actuales telecomunicaciones. Pero la cosa debió ponerse muy seria entonces.

    Al margen de la enorme tragedia humana que se desató, hubo movimientos y consecuencias como el empobrecimiento de la Hacienda imperial, debilitamiento comercial, económico y militar del Imperio Bizantino, inestabilidad social e incluso generó conspiraciones y movimientos políticos porque el propio Justiniano contrajo la infección, pero todo acabó cuando se recuperó de la enfermedad, suponemos que para disgusto de algunos. Por cierto, una consecuencia para tomar buena nota es que, desde el principio, se produjo una mayor austeridad en la corte bizantina, menos gastos superfluos en ceremonias y lujos.

    Creemos saber por dónde vino la peste del siglo VI a Europa y Asia: a través de las relaciones comerciales con África oriental, aunque hay quien defiende un origen asiático. Pero desconocemos porqué se fue tras el 750 para volver en el siglo XIV.

    Aunque hay que recordar que, curiosamente, la “gripe española” que causó decenas de millones de muertes en todo el mundo entre 1918 y 1919, durante 18 meses, también se desvaneció.

   Así que al mal tiempo buena cara, y a esperar que los hados nos sean propicios.

   ¡Feliz verano a tod@s!

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