El Polisario recurre a las armas en un intento de descongelar el conflicto / Gemma Saura


Por Gemma Saura

      Hace casi un año, en diciembre del 2019, el Frente Polisario convocó a la prensa internacional en Tifariti, en lo que los independentistas saharauis llaman…

…el Sáhara Liberado –la franja baldía de la exprovincia española que escapa al control marroquí–, para un congreso “decisivo”. Cansados de esperar el referéndum que les prometieron en 1991 pero que cada vez parece más lejano, la posibilidad de retomar las armas estaba encima de la mesa.

     El congreso se desarrolló entre encendidos discursos sobre si había que volver a la guerra. Al final, se quedó en una declaración en la que el Polisario advertía que la paciencia se agotaba, reclamaba a la ONU que designase a un nuevo enviado especial y anunciaba que revisaría su participación en el proceso de paz. “Si la ONU no cambia de actitud, nos empujará a elegir otros medios que hasta ahora hemos evitado”, dijo el secretario general, Brahim Gali, a La Vanguardia .

    Once meses después, el Polisario ha pasado a la acción ante la constatación de que nada se ha movido. Bueno, sí: los tentáculos diplomáticos de Marruecos, que ha ido sumando apoyos a su soberanía sobre el Sáhara. Hace solo unos días, Emiratos Árabes Unidos abría consulado en El Aaiún, un paso que ya han dado otros 15 países africanos.

    El sábado, el Polisario declaró la guerra a Marruecos, al que acusó antes de violar el alto el fuego al enviar a su ejército contra activistas que bloqueaban el paso fronterizo con Mauritania de Guerguerat. Un paso que los marroquíes han construido “violando la ley internacional”, dice el representante del Polisario en España, Abdulah Arabi.

    De momento, la guerra es sobre todo de propaganda. Mientras los saharauis publican “partes de guerra” y anuncian ataques con bajas en las filas enemigas, Marruecos se limita a hablar de “provocaciones”. A Rabat le interesa calmar la situación, el statu quo le beneficia –ya controla el 70% del territorio, con pesca y fosfatos–; la ofensiva saharaui es un intento desesperado por descongelar el conflicto. Busca que la tensión escale, que Marruecos cometa un error, que la comunidad internacional deba intervenir.

    Hay un factor interno: la acuciante presión de los jóvenes sobre la cúpula del Polisario, donde apenas ha habido recambio generacional. “Recuerda a los palestinos en 1987, cuando Arafat y la OLP se vieron sorprendidos por la intifada y tuvieron que sumarse para que no les pasara por encima”, dice Eduard Soler, investigador del Cidob.

   La retórica bélica del Polisario esconde un gran desequilibrio. En un conflicto abierto, con su pobre armamento y sin aviación, tienen poco que hacer ante el ejército marroquí. Los últimos ataques se están llevando a cabo con lanzaderas de misiles móviles. Será determinante el apoyo que esté dispuesta a brindar Argelia, que acoge los campos de refugiados y sin cuya protección el Polisario no existiría.

   Ahí está la rivalidad regional entre Argelia y Marruecos. Argel ve con inquietud el avance marroquí en África, y el Sáhara es una pieza clave. Pero es un momento delicado para el régimen, con el presidente Tebune ingresado desde hace tres semanas en Alemania por la Covid-19. Soler no cree que sea decisivo: “Durante la era Buteflika quedó demostrado que Argelia funciona sin presidente. Su sistema político no depende de una sola persona, las decisiones se toman dentro de la llamada caja negra del poder”, dice.

   El apoyo del régimen es todavía sólido. Si en España la causa saharaui enciende el corazón de la población pero no tanto de las élites económicas y políticas, en Argelia sucede lo contrario: “Hay una gran apego emocional en el ejército, el partido, las fuerzas de seguridad, mientras que el argelino medio pasa bastante”, añade Soler.

     La escalada deja en una posición difícil a España, que sobre el papel es aún la potencia administradora, y amenaza con crear tensiones en la coalición de Gobierno. “De España no esperamos mucho, solo que asuma sus responsabilidades políticas y jurídicas. Sabemos que no lo tiene fácil, porque Marruecos ha diseñado una política de chantaje, por ejemplo con la migración, y maneja los hilos de la relación bilateral”, ­lamenta Arabi.

    Si con Trump Marruecos tenía un aliado de su política de hechos consumados –se rumoreaba que Rabat negociaba reconocer a Israel a cambio de su soberanía sobre el Sáhara–, la victoria de Biden abre una coyuntura más favorable para el Polisario. Arabi no oculta que tiene más esperanzas en un giro en Washington que en París o Madrid: “EE.UU., a diferencia de otros, nunca ha firmado un acuerdo con Rabat que incluya los recursos naturales del Sáhara. Eso le da una posición para poder mediar algún día”.

Fuente: http://www.radical.es/info/11420/el-polisario-recurre-a-las-armas-en-un-intento-de-descongelar-el-conflicto

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