Baltasar / Andrés Sierra


Por Andrés Sierra                   

   A priori Baltasar, tras ser escuchado, todo el mundo coincide en asegurar que es un señor ínclito. Tal vez un poco arrogante y altanero. Su aseveración locuaz y rotunda así lo atestigua.

     En un momento dado, aparece en el círculo que tratan y conversan con Baltasar una persona llamada Demián. Tras unos meses de comunicación de muchísimos temas, Demián nota en Baltasar cuestiones un tanto curiosas. Ya le extraña en una conversación, cuando Baltasar le dice una elaboración culinaria (él es un buen cocinero) inventada.

  En concreto: espaguetis rellenos de algo.

   Demián piensa que se ha confundido al hablar.

    Se pueden rellenar –por ejemplo- pimientos con espaguetis, pero a la inversa es algo impensable.

   Al día siguiente, Baltasar le vuelve a repetir, conversando con Demián, lo de los espaguetis rellenos, exactamente igual que el día anterior. Demián piensa que es una estulticia.

    Cuando los dos hablan sobre música, ambos coinciden plenamente en los gustos, y eso que Demián no es, precisamente de escuchar música comercial y baladí. Por consiguiente,  se pude determinar que Baltasar entiende bastante de música.

   En otro momento, relata Baltasar que ha visto desde su balcón una injusticia acaecida en la calle. Ni corto ni perezoso, baja al punto del altercado donde ya está la policía.

    Baltasar se autoerige justiciero para instaurar la verdad. Hasta ahí todo muy plausible, piensa Demián. Solo que nota un profundo error. Desde el punto de vigía (el balcón) hasta el punto del suceso (en la calle) hay no menos de doscientos metros, además  que lo ocurrido es por la noche, con lo cual Demián ve un dislate de Baltasar.

   ¿A cuento de qué viene semejante cuestión relatada por Baltasar? Demián se pone a reflexionar sobre el asunto: “Muy seguramente que sí ha visto algo, ha hecho conjeturas o se ha inventado parte de la historia para poder ponerse en el rol de ser él quien va en pos de defender la justicia”.

    ¡Vaya!, no se puede decir que Baltasar tenga demencia senil –claro que no-, ¿es un mentiroso?; no. Entonces, qué es lo que pasa (está pensando Demián). Este también observa que los “amigos”, conocidos o tertulianos de Baltasar, después de unos meses, unos pasan del susodicho como de comer mierda. Otros, los más discretos y prudentes, optan por escucharle, pero Demián se da cuenta que, en realidad, lo que dice Baltasar les entra por un oído y les sale por el otro, aunque parezca lo contrario, e incluso hacen aquiescencia, simplemente para que Baltasar no se incomode ni se sienta ofendido.

     Demián empieza a hacer un estudio casi ontológico, recordando alguna conversación con el personaje en cuestión. Sobre todo  una anécdota en que Baltasar le contaba, asegurándolo, que se bebía una botella de tequila todos los días, así durante un año –a Demián le viene el recuerdo de Chavela Vargas-,  además de “porros” y “ácidos”.

   ¿Todo se lo inventa, todo es mentira? Muy seguramente, no. Demián cae en la cuenta que distorsiona muchas realidades o las tergiversa, y sigue pensando que su contertuliano no es en sí mala persona; intenta ayudar al prójimo…

   Demián determina sobre Baltasar el efecto Dunning-Kruger.

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