Celebrando, que es gerundio / Paco Bailo


Por Paco Bailo

“Vamos subiendo la cuesta
que arriba mi calle
se vistió de fiesta.

Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha”

J.M. Serrat, 1969

     Por poco pero no lo pudo celebrar. Cuatro semanas faltaban para que Claude Lévi-Strauss festejara su 101 cumpleaños cuando un infarto se lo llevó a investigar las estructuras antropológicas del más allá. Trabajaba siempre con música sinfónica frente al mundo exterior. Nos había demostrado que los fenómenos culturales son, ante todo, fenómenos de comunicación y ya en 1952 había publicado “Raza e historia”, un auténtico manifiesto antirracista y un canto a la equivalencia de las culturas.

     Hace ahora quince años volvió a expresar una de sus preocupaciones: «Lo que constato es la espantosa desaparición de especies vivas y el hecho de que la especie humana vive como bajo un régimen de envenenamiento interno. Y pienso en el presente y en el mundo en el que estoy a punto de terminar mi existencia: no es un mundo que me guste».

   Se dedicó a demostrar que todos somos muy diferentes, sí, pero que podemos entendernos pues nuestras estructuras mentales funcionan de la misma manera. Una de sus máximas ilusiones era terminar sus días volviendo al terreno de las culturas primitivas. Quizá «lo que yo más espere, después de todo, sea el día en que el ser humano colonizará otros planetas, y grandes extensiones del nuestro se abandonarán y retornarán al estado salvaje. ¡En ese estado salvaje será donde trataré de encontrar mi felicidad, antes que en los nuevos grandes complejos que se edifiquen en la Luna o en Marte!»

   Pero la frase que Claude dejó rebotando en mi cabeza una de estas tardes otoñales fue: “Las fiestas son la sutura que cose nuestras cicatrices de año en año”. Me puse a recordar: no he celebrado como hubiera deseado el catorce de abril ni el uno de mayo ni los cumples de mis hijas ni la noche de san Juan ni la virgen de agosto ni el once de septiembre ni el Pilar ni el aniversario de la muerte de mi padre ni…

    No hemos podido celebrar a gusto tanta excusa para el encuentro, la alegría y el regocijo que andamos descosidos, jironadas, hechos trizas, desgarrados, desencuadernadas, aunque sepamos disimularlo con hasta cierta elegancia.

   Anda así el ser humano de necesitado, hambreando que el sol vuelva a transitar por sus cuatro estaciones para que sus defensas cerebrales hagan llevaderos sus quehaceres cotidianos, para que la memoria y su ahijada la imaginación sigan por sus cauces habituales. Recuerdo el “año de luto” de nuestras abuelas, había que superar esas doce lunas para volver a un punto de partida, casi de salida como en el juego de la oca, que permitiera enjaezar de nuevo al potro de la vida y continuar al paso o al galope.

   Seguimos sin la sutura que cosa nuestras cicatrices anuales. Las tiritas, cabestrillos y vendajes no logran detener la hemorragia ni cerrar las heridas y, por más asepsia que apliquemos, esta temporada sigue doliendo. Pero mientras nos quejamos, es humano, habrá que esforzarse por continuar celebrando. Festejando, que es gerundio (del latín “gerere”: “lo que debe llevarse a cabo”, como beligerante, agenda o sugerir). Y ¿por qué no?, morigeradamente, que tiene la misma raíz.

   Habría que celebrar cualquier minucia con temple, sin excesos, con media docena de colegas apreciados o estimadas, con unas birras o zumos, con unas magras o– vecindario magrebí o vegano– un buen cuscús y ecológicas verduras. 

   Beligerantes con quienes nos toquen los… derechos, que tantos siglos y heridas costaron. Con una esponjada agenda en la que anotar lo celebrable: el reencuentro inusitado, la luna creciente, el sabor de las granadas, unos versos aún desconocidos, el centenario de “La tía Tula” o de Luis Ciges, el de Carmen Laforet o el de Piazzola, el de Berlanga o el de Lola Gaos. Yo ya he puesto a refrescar un jurançon por Paulo Freire.

   Walt Whitman en sus tachadas de obscenas “Hojas de hierba” decía: “me celebro y me canto a mí mismo”. No quiere ir esta sugerencia de psicología positiva ni humanista ni de pseudoeufórico realismo soviético ni de este inmaduro narcisismo que coloniza las redes, nada más lejos de estas modas tiktokianas de ser feliz por obligación y estar bailando cual mono de feria como en los anuncios. Solo deseo sugerir que unas a otros y viceversa nos dejemos pespuntear, hilvanar, recoser, zurcir y remendar este catálogo de sietes y rajas con los que la última temporada primavera-invierno nos ha ido diseñando.

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