Las preguntas del quiosquero, con esdrújulas o sin ellas / Carlos Calvo

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Por
Carlos Calvo

    Es posible que todos los porqués tengan soluciones, pero, algunas, el quiosquero de la esquina las desconoce.

   De los efectos que producen en la gente de a pie el conformismo frente a la cooperación, la exaltación de la ambición, el nepotismo, el acceso desigual a la justicia, el recorte del estado de bienestar incipiente, el formato de la educación confesional frente a la pública laica, las políticas de precarización laboral, el apaciguamiento y el análisis crítico, mi suministrador de letra impresa interroga con determinación, conocimiento de causa, humor sulfúrico, sano distanciamiento brechtiano y punzante emoción en su templo, con los redobles buñuelianos de fondo. El mundo de las artes y las letras, afirma, no solo debe formular preguntas, sino preguntas pertinentes, e indicar por dónde van las respuestas.

    ¿Sirve la filosofía para entrar más a fondo en las preguntas? ¿Cómo puede decirse que la humanidad progresa si, con el paso del tiempo y el desarrollo de una ciencia y una técnica cada vez más poderosa, las barbaridades que es capaz de cometer son mayores incluso, en cantidad y calidad del poder destructivo y de la crueldad, a las del pasado? ¿Es la violencia de los seres humanos algo innato o está condicionada por el contexto? ¿Qué razones puede tener una persona para convertirse en un criminal? ¿Qué hace que alguien se convierta en un ser perverso? ¿Se divide el mundo en buenos y malos, o somos algo más complejo, según las cartas que nos hayan tocado, y driblamos de un polo al otro? ¿Hacen falta, realmente, razones para ser un perfecto cabrón?

    ¿Se puede escuchar una partitura acercando el papel pautado al oído? ¿Se puede sentir en la piel la caricia de la lluvia viendo llover, desde una habitación cerrada? ¿Por qué ha triunfado el sintagma “memoria histórica”, tan redundante y contradictorio? ¿Será por la esdrújula? ¿O será porque el término cumple el requisito principal para imponerse en la neolengua, es decir, no se sabe qué quiere decir pero brilla como una condecoración? ¿La condecoración viaja al pecho de quien pronuncia las palabras mágicas? ¿No nos basta con la historia para afrontar la iniquidad de la guerra civil y la dictadura franquista?

    ¿Somos racistas en cuestión de dinero? ¿Qué haríamos si nos encontrásemos un millón de euros en la basura? ¿Haríamos lo mismo que los protagonistas de aquella película del zaragozano José María Forqué? ¿Se ha diluido la eterna lucha entre hacer lo correcto o no hacerlo? ¿Existen monstruos que solo asustan por su forma externa, por sus deformidades? ¿Existen monstruos bondadosos que asustan aunque no sea su intención? ¿Existen monstruos que habitan en el interior de cada uno como una parte inseparable de nuestro ser que brota al exterior de forma incontrolada? ¿Quién no ha escrito en su vida un poema, varios, muchos, o algún verso suelto?

    ¿Por qué escribirá una persona? ¿Hay poetas profesionales? ¿La pulsión poética, anónima o no, hace que aún podamos albergar alguna esperanza en el género humano? ¿Ya nadie lee a los poetas? ¿Son los creyentes gente afortunada? ¿Produce angustia ser fruto del azar? ¿Llaman al azar destino los testarudos? ¿Cómo es posible que la relatividad general, la teoría de Einstein que gobierna el cosmos a pesar de Einstein y a pesar del cosmos, se base en una geometría descubierta cincuenta años antes por un matemático de Tubinga?

    ¿Desemboca el género literario del obituario en una segunda muerte del muerto, porque a nadie le quedan ya ganas por un tiempo de seguir recordándolo? ¿No se adornan las biografías de los muertos con los mismos adjetivos? ¿Todos los artistas vivos aportan lo mismo? ¿Todos los artistas muertos han de alcanzar la gloria? ¿La muerte suaviza los signos de vejez y nos devuelve al personaje en su etapa de máximo esplendor?

    ¿Por qué escalar el Everest? ¿Por qué ir a Plutón? ¿Simplemente vamos porque están ahí? ¿Son la curiosidad y el espíritu aventurero inherentes al ser humano? ¿A dónde nos lleva el afán por descubrir, por estudiar y comprender? ¿Despegó el hombre hacia la Luna para que dejara de ser solo una referencia poética? ¿Tiene sentido la vida? ¿Tiene sentido la muerte? ¿No hablaba de estos temas, con más o menos romanticismo, la gallega Rosalía de Castro?

    ¿Mataríamos al niño Hitler de poder viajar al pasado? ¿Seríamos capaces de matar a un niño aun sabiendo que su biografía posterior llevaría al asesinato de millones de personas, incluyendo dos millones de otros niños? ¿Cómo viviríamos sabiendo que podríamos haber evitado esos millones de muertos pero no lo hicimos porque no fuimos capaces de matar a uno solo? ¿Matar a un niño aunque sepamos que será un asesino nos equipara a él mismo? ¿Cuál es la respuesta correcta? ¿Existe una correcta? ¿Cómo se manejan los términos de asesinato e infancia? ¿Aplaudiríamos si alguien lo hiciera?

    ¿Por qué los periodistas o locutores cuando hay dos soluciones o posibilidades dicen que hay dos opciones, si una opción son dos soluciones? ¿Por qué en temas culinarios, deportivos y anuncios de hornos caseros se escribe la palabra ‘precalentar’, y cuando se enchufa un horno o un deportista sale del banquillo y empieza a correr ‘calientan’ ya directamente? ¿Por qué después de nadar un rato en el mar y salir a la playa los bolsillos del traje de baño están vueltos al revés? ¿Por qué alguna gente dice que vive en el onceavo piso o que ha llegado a la meta en quinceavo lugar, cuando la terminación ‘avo’ suena a quebrado, matemáticamente?

    “Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, / ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros, / lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso, / de mí murmuran y exclaman: / -Ahí va la loca soñando, / con la eterna primavera de la vida y de los campos, / y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos. / -Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha, / mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula, / y la perenne frescura de los campos y las almas, / aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan. / Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños, / sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?”.

    El quiosquero de la esquina, con los redobles buñuelianos de fondo, estrenó, en su templo, unos zapatos y el izquierdo se le come todos los calcetines, ya sean de fibra, hilo, lana o algodón. Los ha llevado al zapatero y dice que no hay nada anormal.

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