La otra abdicación / Carlos Calvo

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Por Carlos Calvo

    Con el tiempo, sugiere Enric González, se conocerán más detalles sobre las circunstancias que rodean la abdicación del rey. Cree el periodista que convenía el relevo y, por tanto, le parece bien. Lo que le parece mal es la otra abdicación, la de la gran prensa generalista que ha abdicado de sus obligaciones. “¿De verdad es necesaria tanta hagiografía?”, se pregunta. “La prensa”, afirma, “debe ser crítica, siempre, porque esa es su función, y de esa manera, no de otra, contribuye al buen gobierno y a la estabilidad (no confundir con la momificación) de las instituciones”. Y termina con esta reflexión: “Los aplausos no deben silenciar la crítica, que no solo es legítima, sino imprescindible. Los límites a la misma no los marcan ni el buen gusto ni el criterio de oportunidad, sino las leyes. La autocensura, el peloteo y la memez no ayudan a la monarquía y ofenden al ciudadano. No se puede ocultar la realidad. Este país lleva décadas disfrutando de un grado razonable de libertad. Seamos dignos de ella”.

    Un peloteo y una memez que, desgraciadamente, son recurrentes en los distintos resortes humanos, no solo sociales, económicos o políticos, sino en los de las artes y las letras. ¿Es lícito escribir una crítica negativa de una obra artística? ¿La crítica más efectiva de un mal libro es simplemente ignorarlo? ¿Para qué gastar el aliento machacando a alguien?, se preguntan algunos. Sin embargo, si la crítica siempre es positiva, ¿caería en el descrédito y en el aburrimiento? ¿No es cierto que una crítica siempre amable hace más daño de lo que parece? ¿Para qué hacer una crítica si no hay un cuestionamiento? ¿Son los autores niños de parvulario que necesitan el aplauso de sus padres? ¿No consiste la madurez en poner el trabajo en la arena pública, para bien o para mal? ¿No es algo muy positivo agitar polémicas para enriquecer la discusión literaria, cinematográfica o pictórica? ¿Es una crítica algo más que una opinión personal? ¿Ha desaparecido la figura del gran crítico? ¿No genera la crítica actual menos confianza que antaño?

    Crítica viene de crisis y si no hay un cuestionamiento, digo, ¿para qué hacerla? Expendemos recetas neutras para cubrir las apariencias. Cuando escucho “es interesante”, como una opinión sobre cualquier actividad cultural, siento la náusea del mareo gravitorial en el vacío. Dicho en expresión simple de inmediatez por un lego, se entiende como una tangente escapatoria para no comprometerse ni quedar en evidencia. Escrita y publicada con aval de supuesta autoridad, es una renuncia y una falta de respeto a la obra enjuiciada, al trabajo, a la trayectoria de los creadores, sean de la entidad que sean.

    El escapismo crítico, la otra abdicación, es una de las mayores lacras, ya que confunde y se convierte en una inanidad dialéctica. Es el desdoro, la vergonzosa utilización de espacio y tiempo para un compadreo o una inhibición sospechosa. Quedar bien con todos es una de las maneras más rápidas para la inhabilitación y la pérdida de cualquier valor referencial. Si todo es interesante nada es importante, ni trascendente. No avanzamos si aceptamos lo existente como algo irremediable y sin probabilidad de mejora.

    Una forma de honrar a la cultura puede ser discutir con ella. La discrepancia resucita las obras y, en todo caso, es mejor que la indiferencia o el olvido. Cualquier ejercicio crítico tiene el deber de la exploración, del desmenuzamiento de los componentes para los análisis, la contextualización, y eso se debe hacer desde el conocimiento y la preparación constante, para colocarse a la altura de lo enjuiciado.

    Ni por encima ni por debajo. Un diálogo de tú a tú. Existe también un derecho: el de la equivocación. La renuncia premeditada a la intervención es una injuria. Hay que involucrarse, crear opinión más allá de un acto de celebración o propaganda. Cuesta asumir esta responsabilidad. Ya lo advertía Carlo Bini: “Admiro aquella cabeza que lleva orgullosamente su desgracia, como un rey su corona”.

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