Por Manuel Medrano
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Es, en mi opinión, un arte y, como tal, necesita inspiración además de conocimiento, rigor y rapidez a la vez que reflexión. Y preparación. Desde los niveles más sencillos de responsabilidad hasta los más elevados. La experiencia es un grado pero mejor si lo demás le acompaña.
Los pies, en el suelo. La visión de futuro, diáfana y con opciones que se adapten a los cambios. Tener presente que nunca se sabe todo. Escuchar a los adversarios, y aún a los enemigos, tanto como a los amigos. Buscar la opinión de quien nada puede esperar de ti. Entender lo que piensan quienes no lo hacen como tú, aunque no lo compartas o incluso te produzca rechazo. Y aprender, aprender, aprender. Todo el mundo puede enseñarte algo, que sin duda te será útil.
Otro factor importante es el enfoque. Ser firme en las propias convicciones no significa convertirse en un integrista inmutable. Si nada cambiase todavía andaríamos desnudos recogiendo frutos y huevos de pájaro.
Y tener presente, como los mejores emperadores romanos, que es preferible que te respeten por tu autoridad moral a que te obedezcan por tu poder absoluto.
José Luis Rodríguez Zapatero pasará a la Historia como el peor presidente de la democracia española, y uno de los más funestos gobernantes que hemos tenido jamás. ¿Estaba preparado? Obviamente no. ¿Inspirado? Tampoco, pero, eso sí, es un visionario milenarista jaleado por personajes de escasa talla intelectual como Leire Pajín. ¿Los pies en el suelo? En el de La Moncloa, y nada más. Y escuchar, pues sin duda ha escuchado a todo aquél que le decía que era el mejor, el más guapo y el más inteligente, pero a todos los demás, incluidos muchos de su propio partido, nunca. Para qué, si no podían enseñarle nada a semejante sabio planetario. Todo esto sería problema suyo si no nos hubiese arrastrado a los españoles a unos niveles de incertidumbre, pobreza (económica y de imagen exterior) y desmembramiento nacional sin parangón en el devenir histórico moderno y contemporáneo. Ejerciendo el poder con rasgos absolutistas, sin ninguna reflexión sobre el corto y medio plazo (no hubo crisis hasta que ya se nos estaba comiendo el lobo) y jamás, pero jamás, tuvo autoridad moral. No se puede tener autoridad moral cuando mientes, y tampoco cuando desprestigias a todo el que no piensa como tú.
Más cerca tenemos otros ejemplos de gobernantes con poco arte, ni siquiera artesanía, más bien con una visión de la responsabilidad política aquejada de fuerte miopía. Es ser miope derrochar los escasos recursos públicos de la ciudad de Zaragoza en grandes eventos mientras las tuberías revientan, las calles se llenan de socavones, el tráfico se vuelve demencial, las escuelas infantiles no se construyen, los centros de la tercera edad faltan, las piscinas jamás llegan, y todo ello prometiéndolo en las elecciones de 2003 y, nuevamente, en las de 2007, para que la mayor parte no esté hecho en 2011. Y acabar pagando por toda obra o evento, invariablemente, mucho más de lo presupuestado.
No, señor Belloch, señor Blasco, eso no es arte de gobernar. Luis XIV no fue un buen gobernante y su esplendor personal costó mucho dinero a los franceses. Pero incluso dentro de ese estilo, desde los tiranos griegos hasta los déspotas orientales se rodeaban de personas cultas y artistas geniales para embellecer las ciudades y dar lustre a los gobiernos. Sin embargo, no tenían la curiosa manía de traérselos a todos o casi todos de fuera de su ámbito, esa es práctica “made in” el gobierno socialista de Zaragoza. ¿Les da miedo potenciar o, siquiera, reconocer su valor, a nuestros creativos y creadores?
En cuanto a Aragón, hay que tener en cuenta que antes nos faltaban infraestructuras. Ahora también. Economía diversificada no dependiente de una única gran empresa. Ahora también. Que nos conociesen en el mundo. Ahora tampoco (lo del sur de Francia no me vale, Cádiz está más lejos y también nos conocen).
Hace un mes estuve con dos alemanes de Berlín y uno de Hannover. Tuve que explicarles dónde está Zaragoza y Aragón. La explicación sigue siendo: aquí Barcelona, aquí Madrid, pues en medio.