Por Esmeralda Royo
Sus nombres evocan resistencia, fortaleza, pertenencia y afán de justicia: Patria, Bélgica Adela (Dedé), Minerva y Teresa Mirabal.
Julia González escribe en su libro “En el tiempo de las mariposas”:
“Si vemos la vida de estas cuatro hermanas, nos damos cuenta de que encontraron su valentía en pequeños pasos, momentos y desafíos que …
…todos enfrentamos diariamente en nuestras vidas. De algun modo, nos volvemos valientes casi por accidente”.
Eso fue Dedé, la más desconocida de las Mirabal: valiente por accidente. Su actividad política era menor que la de sus hermanas porque su marido, un hombre tan guapo como cruel, no se lo permitía, pero sin su trabajo discreto guardando documentos, recorriendo comisarias para encontrarlas a ellas y a sus cuñados en las numerosas detenciones que sufrieron y acogiendo a sus sobrinos, todo hubiera sido más difícil.
Hasta que llegó el 25 de noviembre de 1960.
La familia Mirabal era de clase acomodada y propietaria de lucrativos negocios. Su tragedia comenzó en 1949 cuando asistieron a una fiesta organizada por Rafael Leónidas Trujillo, el Generalísimo (otro dictador al que el rango de general le sabía a poco), que gobernó República Dominicana de la misma forma que había liderado en su juventud “La 42”, una banda criminal que comenzó extorsionando y acabó pegando tiros a diestro y siniestro. Cuando se aburría de masacrar a los disidentes dominicanos, la emprendía con los vecinos haitianos, a los que la historia nunca ha perdonado haber sido los primeros en declarar su independencia en la América colonial.
Hombre sin preparación alguna, dió un golpe de estado propiciado por sus vecinos del norte y se mantuvo en el poder gracias al miedo que se tenía al contagio de los movimientos revolucionarios. A cambio, el continente se llenó de sanguinarios más afines a los intereses del amigo americano.
Acostumbrado a que sus fiestas terminaran llevando a alguna invitada (soltera, casada, mayor o menor de edad) a sus habitaciones privadas, le hizo una proposición a Minerva que ésta desdeñó abandonando la fiesta. Por si la muchacha no había captado el mensaje, lo volvió a intentar consiguiendo que el desdén de aquélla se convirtiera en asco.
La consecuencia fue que los Mirabal vieron expropiadas algunas de sus propiedades, que pasaron a manos de la familia Trujillo. Era una práctica tan usual que “el Chivo” llegó a controlar el 80 por ciento de la producción industrial del país.
La obsesión del Generalísimo duró 11 años, durante los cuales Patria, Minerva (que había fundado el “Movimiento Revolucionario 14 de junio”, la mayor oposición al dictador en tres décadas), Teresa y sus respectivos maridos, entraron y salieron de la cárcel porque el dictador no había olvidado el desplante.
En 1960 fueron liberadas para demostrar la magnanimidad del régimen, pero en realidad les esperaba otro destino. Cuando iban a visitar a sus maridos encarcelados, sufrieron una emboscada en la que el chófer fué tiroteado y “las mariposas” (nombre en clave que utilizaban en la organización), son apaleadas hasta la muerte. El vehículo, con los cuatro cadáveres dentro, es despeñado para simular un accidente.
Los titulares de la prensa dominicana coinciden: “Tres hermanas mueren al precipitarse el Jeep por un abismo. Perece también el chófer que conducía”.
La sociedad dominicana, que no creía la versión oficial, supo que aquello era la gota que colmaba el vaso. 6 niños habían perdido a sus madres y el país puso cara al régimen violento: la de tres hermanas con edades comprendidas entre los 26 y los 36 años.
Dedé fue la encargada de hacerse cargo de los cuerpos envíados al hospital de Santiago. Aquella noche, desde la terraza de su habitación y mientras observaba el jardín lleno de orquideas, rosas de Bayahibe y salcedoas (conocidas en la actualidad como “flores de las Mirabal”) plantadas y cuidadas por sus hermanas, lanzó un grito desesperado. Al día siguiente, tanto en el funeral sin panegíricos como en el recorrido por las calles hasta el cementerio de Salcedo, se enfrentó a miembros del ejército: “Asesinos, las habéis matado”. Zarandea y abofetea a un policía, que aguanta los golpes incapaz de levantar la mirada del suelo. Alguien le recuerda que si acaba como sus hermanas, no quedará nadie para contar la historia.
– El sentimiento de culpa por permanecer con vida era más fuerte que el dolor. Mientras el país entero estaba llorando, yo tenía que mostrar fortaleza a mi madre y a 9 niños, los míos y los de mis hermanas. No tenía tiempo para el duelo por mis hermanas, mis amigas, mis cómplices. Sólo me mantuvieron viva los niños y comprender que no había vuelta atrás: si era la única que quedaba con vida, sería para algo.
Los más afectos al régimen, con EEUU a la cabeza, y los que se habían puesto de perfil ante los desmanes, supieron que el régimen de terror se había acabado. Seis meses después, los que han pasado a la historia como “Heroes del 30 de mayo”, asesinaron a Trujillo disparándole 60 veces. Descansa en el cementerio madrileño de Mingorrubio junto al otro Generalísimo.
Dedé, a la que se ha conocido como “la cuarta mariposa”, creó la Fundación y más tarde el Museo Hermanas Mirabal en la localidad de Conuco (provincia Hermanas Mirabal desde entonces), lugar de su última residencia. En el jardín reposan sus restos junto a los de Manolo Tavárez, marido de Minerva.
En sus Memorias “Vivas en el jardín”, escribe acerca de los actos revolucionarios de sus hermanas, el acoso, los disparos sistemáticos a la casa con la familia dentro y de cómo un todavía más enloquecido Trujillo vivió sus últimos meses teniendo visiones de las tres mujeres, hasta el punto de necesitar los cuidados de un psiquiatra.
– Las mariposas son ejemplo de perseverancia y resiliencia. Hasta llegar a serlo, sufren una transformación constante: huevo, oruga y crisálida. Así fueron mis hermanas.
Así fue ella, añado yo.
El 25 de noviembre, fecha de los asesinatos, fue declarado por la ONU: Día Mundial contra la Violencia de Género.
