Alice Guy y “El hada de las coles”


Por Esmeralda Royo

    Si bien es cierto que los hermanos Lumière proyectaron la primera película de la historia, “La salida de los obreros de la fábrica”, el 22 de marzo de 1895, no lo es menos que éstos nunca….

…se interesaron por la fascinante vertiente artística del cine, sino que para ellos éste era un invento científico, la técnica consistente en proyectar fotografías de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento. Fueron otros los que vieron en este invento una oportunidad maravillosa de crear historias y contarlas de otra forma.

    Georges Mèliés está considerado el padre de la ficción cinematográfica pero eso es porque Alice Guy, la primera cineasta de la historia y creadora del lenguaje narrativo, ha sido ignorada, de una forma interesada y nada inocente, durante un siglo.

   Nacida en París en 1873, la infancia de esta niña, con una facilidad especial para contar historias, transcurría placidamente entre Francia, Suiza y Chile (donde la familia tenía negocios), hasta que el padre  muere y se ve obligada a trabajar para el sustento de la familia.  Alice realiza los “estudios perfectos para una mujer de su tiempo”: mecanografía y taquigrafía, y toma contacto con la fotografía al entrar a trabajar como secretaria en la empresa de León Gaumont. Será su primera pasión hasta el punto de interesarse por la técnica de los rayos X de Wilhelm Röentgen

   Cuando los Lumière hacen la demostración de su cinematógrafo, invitan a una serie de personalidades entre las que se encuentran Thomas Alba Edison (famoso por sus inventos y por apropiarse de otros que no eran suyos) y Gaumont, al que acompañará su secretaria, Alice Guy.  Entusiasmada, tardará dos años en convencer a su jefe (más interesado en seguir vendiendo máquinas de fotografía) sobre el futuro del invento.

    A partir de ese momento la empresa tuvo una división dedicada a la producción cinematográica cuya dirección se confío a Alice, con la condición de que lo realizara en el tiempo libre que le dejara el trabajo de secretaria.

    Su primera película, “El Hada de las coles”, basada en un popular cuento europeo, es un completo éxito. Las películas de la productora que ella dirige pasarán a formar parte del catálogo de los Lumiere y de Edison.

    Por cartas y periódicos de la época, sabemos que entre 1902 y 1907 dirigió más de cien películas rodadas para el cronógrafo (aparato que permitía sincronizar la imagen y el sonido grabados).  La mayoría se perdieron e incluso León Gaumont, el hombre que solo quería seguir con el negocio de las máquinas de fotografía, no solo no la menciona en sus Memorias, sino que fecha la creación de la productora en 1907, ignorando lo que Alice Guy había hecho para la misma con anterioridad.

    Rueda la que se considera la primera superproducción de la historia: “La pasión o la vida de Cristo”, con una duración de treinta minutos y en la que se emplearon veinticinco decorados y más de 300 extras, algo excepcional en ese momento.

    Al casarse con el operador de cámara Herbert Blaché (conocido por haber rodado el primer largometraje de Buster Keaton y más tarde por robar la autoría de las peliculas filmadas por su esposa), hace lo que se espera de una mujer en ese momento: dedicarse a su familia.  No dura mucho, porque aburrida de esa vida logra convencer a su marido para crear su propia compañía en EEUU.  Nace Solax Company, la mayor productora y estudio cinematográfico anterior a Hollywood.  1.000 películas, desde westerns, comedias, dramas y ciencia ficción, de las que escasamente se conservan 350.

     Como productora ejecutiva, también se especializó en la caracterización de actores e hizo algo innovador: castings interraciales.  En “A Fool and his money” dirige por primera vez un repertorio exclusivamente formado por actores afroamericanos.

    En 1918 todo comienza a irse al traste.  Su marido decide divorciarse y ella está a punto de morir por la “gripe española”.  Por si esto no fuera suficiente, a las compañías independientes como la suya se les hizo imposible competir con Hollywood, esa colina de Los Angeles desconocida hasta ese momento, donde se había instalado todo el negocio cinemátografico.  Podía haberse quedado en EEUU y trabajar para los grandes estudios, pero toma una decisión que más tarde lamentaría: regresar a Francia, donde ya no se volverá a hablar de ella. 

     “La libertad para las mujeres en Francia es un mito.  Siempre y cuando se mantengan en su   lugar, no reciben ningún reproche, pero como se les ocurra ejercer las prerrogativas             asignadas a sus hermanos, no están bien vistas.  En EEUU es diferente”.

    Los libros sobre la historia del cine escritos en el siglo XX redujeron sus méritos a los de una simple secretaria cuyos logros se debían a haber sido la amante de Gaumont, olvidando las muchas aportaciones que hizo a la industria del cine, como la inclusión de los efectos especiales, utilizando técnicas que entonces eran revolucionarias: secuencias en retroceso, sobreimpresiones o proyección de imágenes al revés.

    Animada por sus hijas y por la convicción de que estaba siendo injustamente ignorada, dedicó los últimos treinta años de su vida a buscar sus películas en Francia y EEUU, solo para comprobrar que la mayoría de las escasas que quedaban en la Biblioteca del Congreso norteamericano y otros archivos de cine y filmotecas, estaban atribuidas a su exmarido, antiguos colegas, directores de fotografía o simplemente eran de autoría anónima.  Una de las que se ha podido recuperar es “Voyage en Espagne”, que se encuentra en la Filmoteca Nacional de España.

    En 1953, Francia le concedió la Legión de Honor francesa por haber sido la primera directora de cine de la historia.   Tras este efímero homenaje, su figura se sumió de nuevo en el olvido.

    Murió a los 95 años tal y como habían sido los últimos cincuenta años de su vida: ignorada.  Había dicho: “Mi juventud, mi sexo…todo conspiró en contra mía”. Eso y la labor depredadora de una industria sin piedad, añado yo.

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