Alfonso Val Ortego y la contradicción posible


Por Eugenio Mateo

    En el número 4 de la revista El Eco de los Libres, dirigida por Marcos Callau, se publica una jugosa entrevista al artista y amigo Alfonso Val Ortego.

     En la publicación, un mano a mano entre Marcos y Juan Luis Borra, conversan con el pintor e ilustrador zaragozano. Son muchas las ideas que voy a resaltar, tomadas e interpretadas de sus manifestaciones, pero, antes, permitirme que haga una loa a la labor entusiasta y puramente vocacional de esta revista, mucho más que una revista, en la que se mezclan en armonía: narrativa, opinión, poesía, fotografía, filosofía, postismo, arte. En definitiva, una aventura equinoccial que atiende a todas las manifestaciones estéticas y éticas del mundo de la cultura. Larga vida a este proyecto, que madura al compás de cada entrega y en el que he tenido el honor de ser invitado a participar desde el primer número,

     Yo aprecio mucho a Alfonso Val Ortego, y lo hago, creo que mutuamente, por su forma de ser. Un tipo alejado de exhibiciones gratuitas y expresiones de cartón piedra. Es un hombre tranquilo, vago, se auto titula, que vive en la gran contradicción de ser un pintor abstracto, aunque figurativo a pesar de si mismo. Dotado de una gran cultura y de una sonrisa que apacigua a los monstruos que seguro le rondan, como a todo creador honesto consigo mismo.

    A lo largo de la entrevista, Val Ortego nos cuenta que su formación como dibujante e ilustrador le lleva a compartir su vocación abstracta con la figuración, pero no le influye la naturaleza porque cuando empieza un cuadro parte de emociones y no sabe hasta dónde le van a conducir mientras lo pinta. Y no se aferra a excusas figurativas sino, más bien, como herramienta que permite trasformar un recuerdo en una obra, ajeno a las posibles sugerencias de la naturaleza. Ha manifestado en otras ocasiones que en su obra la relación entre naturaleza y pintura no existe.

     Es capaz de inspirarse con una conversación o del recuerdo del lugar en que se produjo ese encuentro. Así, ha pintado en modo abstracto situaciones y escenarios, que, pasado el tiempo, su evocación ha motivado una obra figurativa. Sus paisajes no son conceptuales, no existen en la realidad. No tiene preferencias por lo abstracto o figurativo, le interesa el resultado. Se define figurativo, aunque parta de la abstracción, su formación desde la que se emociona frente al lienzo. Además, intenta ser lo menos narrativo posible. Que lo que cuente el cuadro dependa de quien lo vea, Al espectador deja que invente la literatura del cuadro mientras su trabajo se nutre de una buena composición, la armonía de colores y una dicción clara, porque el dialogo con el espectador no es premeditado, es siempre fortuito.

    Reconoce la influencia de grandes artistas abstractos de los 50 y de figurativos como Beulas o la Escuela de Vallecas. Pasarían desde Sorolla a Tapies. Aunque afirma que es bueno innovar, prefiere la evolución sin cortes bruscos. Sin embargo, asume que un estudiante de arte, en la actualidad, no llegan a estudiar un cuadro, y ni siquiera van a exposiciones. Es escéptico ante la dirección que va hacia el concepto: performances e instalaciones y no critica, pero sugiere, que el formato del cuadro vaya a ser sustituido.

    Una de sus obras más conocidas es el mural de la sala de ceremonias laica del tanatorio del cementerio de Torrero. “En la orilla” puede aportar, según quien lo visite, una connotación religiosa o civil. Eso hace que la obra funcione muy bien.

    Habla de Sorolla para poner en duda que la luminosidad de sus pinturas sea lo más importante. Le parece más complicado porque la textura, en general, es muy mate. La luz está colocada con mucho contraste, pero la textura no es muy amable. Para Alfonso no es válido asociar a Sorolla con la luz; al final depende de los ojos con lo que lo mires. Lo contradictorio, en Val Ortego es libertad. Libertad de creación, esa que esgrime sin impostura. Con la naturalidad de un estudioso del arte no intenta convencer a nadie. Sabe que cada espectador tendrá distintas percepciones ante su pintura y él, sólo quiere transformar realidades en reflexiones.

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