Val Ortego en el «Eco de los Libres: «Figurativo a pesar de mi»


Por Marcos Callau

   Desde que el Ateneo Jaqués expuso la obra de Val Ortego en el Palacio de Congresos de Jaca en el verano del año 2019, quedó pendiente la publicación de una extensa entrevista...

…en la revista literaria de cultura y pensamiento crítico que edita la asociación jaquesa, «El eco de los libres». En su cuarto número ha aparecido, al fin, esa conversación con el artista zaragozano ilustrada con sus obras a todo color. Espectacularmente su lienzo «El solar» ocupa la portada de esta publicación mientras que «Interior» aparece como contrapunto, precisamente, en la contraportada. En el interior de la revista se han destacado sus obras «Gato», «Escaleras», «Bodegón», «Charco» y por supuesto, «En la orilla», impresonante tríptico colocado en la sala de ceremonias del cementerio de Torrero que, como recuerda el artista, suscitó, durante su preparación, cierta polémica al tratarse de una obra laica para un espacio que hasta aquella fecha conservaba cierta tradición y connotación religiosas. Esta polémica a la que se refiere el artista fue previa a la realización de la obra y partieron de unos bocetos que, como casi siempre ocurre en la pintura de Val Ortego, poco tenían que ver con el resultado final. Y así fue. Finalmente, concluye el artista, «el resultado final de la obra, su estancia en la sala y su convivencia con las personas que visitan el tanatorio, son satisfactorios».

    La entrevista para «El eco de los libres» se realizó en el estudio de Val Ortego donde pudimos ver sus últimos trabajos de gran formato. Con ellos también recordamos la exposición que el artista aragonés realizó en el verano de 2022 junto al escultor Alberto Gómez Ascaso en Graus (Huesca) durante la edición décimo octava del Festival de Artes Escénicas, Nocte. Esta muestra, realizada en una antigua iglesia, gozó de gran afluencia de público. En ella, el diálogo escultura-pintura fue muy dinámico pues ambos respetaron su espacio. Mientras las esculturas de Gómez Ascaso ocupaban la nave central, la pintura de Val Ortego se destinó a las capillas laterales, estableciendo así un argumento descriptivo. El colofón del diálogo se encontraba cerrando el crucero con cuatro obras, dos escultóricas y otras dos pictóricas, de gran formato. De aquella exposición rescatamos para ilustrar la entrevista el cuadro «Ikebana», una dramática escenificación de la danza butoh que incluye tres impresionantes retratos a cuerpo entero de sus protagonistas: Paloma Marina, Gonzalo Catalinas y Huguette Sidoine. Este lienzo contiene una fuerza inusitada y aunque su lectura requiere  un detenimiento nada exiguo y su visión se aleja por completo de la amabilidad y la concesión, el tratamiento que el artista realiza sobre la luz y las diferentes texturas que destacan entre los ropajes y el fondo de la escena, nos hacen comprender que estamos ante una obra mayor, no solo en formato, sino en una técnica que es extremadamente depurada y en una ejecución muy arriesgada y valiente.

    Val Ortego es un artista figurativo pero su punto de partida es la abstracción y a su través expresa las emociones, los recuerdos, formándose entonces las materias que sugieren esos sentimientos y una determinada paleta de colores que plasman esa sensación. Después surge la figuración, como una herramienta y termina por conformar lo que se establece como una obra figurativa pero que, para el espectador, puede suponer algo muy alejado de la intención del artista. Esa es la magia de la pintura de Val Ortego. Porque el artista intenta contar lo menos posible, ser poco narrativo. Delega el testigo en el espectador para que sea este quien construya su propio relato. «Mi trabajo es que el cuadro tenga una armonía de colores, una buena composición y una dicción clara […] En mi caso la literatura del cuadro la inventa el epectador», aclara Val Ortego. Porque, en la mayoría de las ocasiones, sino en todas, el discurso surge una vez la obra está terminada.

    Es Val Ortego un artista al que solo le interesa el fin y no suele hablar del proceso pues, efectivamente, es el resultado el que habla del artista. En su habitual disciplina de acudir cada día al estudio, Alfonso continúa dando a luz lienzos de espléndido formato. Ahora mismo trabaja en un par de retratos que pronto verán la luz. Merece la pena el detenimiento en su obra, sin un ápice de prisa, degustando pincelada a pincelada cada lienzo. Merece la pena despojarse de la fugacidad y la inmediatez a la que nos invita la cada vez más frenética vida del siglo XXI y retornar al detenimiento y a la meditación. Meditar sobre lo que se está viendo y huir de la memoria frágil. La vorágine de información y las cantidades ingentes de arte que se ofrecen actualmente al consumidor son prácticamente imposibles de procesar. Esta circunstancia favorece la memoria escurridiza. Visitar una exposición y olvidarla al minuto siguiente. La pintura con mayúsculas, el arte honesto en estado puro y sincero, merece esa pausa a la que poco a poco nos vamos desacostumbrando. Visitar una ciudad y perderse sin una fecha clara de regreso. Vivirla. Huir de los viajes programados y de esos cruceros en los que debes de regresar al barco nada más poner el pie en Venecia… Leer un libro sin alarmas ni despertadores. ¿Hablamos de un mundo que está desapareciendo? Creo que no. Creo que hablamos de una manera de ver la vida que debemos recuperar. No es lo mismo publicar un tweet y recibir diez millones de likes que escribir una novela o una obra de teatro y esperar que alguien la comprenda. Parir un poema y esperar a ese lector calmado que vuelve sobre él una y otra vez y en cada una de sus lecturas desubre un nuevo significado. La pintura de verdad, merece esa misma atención. La obra de Val Ortego está realizada para la meditación, para disfrutarla sin prisas. Y aquellos que la hemos vivido solo esperamos una nueva exposición de sus últimos lienzos para volver a disfrutar de este artista único.

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