Lectura del mundo

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Por Jesús Soria Caro.

      María Zambrano estudió la oquedad que surge entre el objeto o realidad que se pretende nombrar y la palabra. La enunciación pretende ser envoltorio de la verdad a través del logos, pero se hace manifiesta la incapacidad de este para referirla, dicha cesura o discontinuidad forma parte de una crisis del lenguaje que es también la de un sistema de pensamiento.

      Con el lenguaje únicamente construimos una imagen que transforma lo real.  La realidad existe sin la explicación que construimos a través de las palabras, tampoco requiere de nuestra interpretación para “ser”, al darle forma con la palabra sustituimos el mundo por el lenguaje y sus imágenes limitadoras que son parte de un sistema cerrado y castrador de concebir las cosas externas a las que este nombra. María Zambrano puso en conflicto el lenguaje y el pensamiento como contenedores de un pobre retrato que no puede dibujar todo lo que es lo real, que excluye otras zonas que no pueden ser recorridas por la palabra y sus leyes de verdad lógica, moral o de pensamiento.

     Enrique Villagrasa reclama una “Lectura del mundo” en la que se cubran esos espacios que son los del silencio, los de aquello que quedó fuera de la palabra porque no podía ser recogido en su sistema lógico de ordenamiento de lo real, aquello que quedaba en la fisura de lo otro, de lo no racional, de lo que pertenece a una mirada libre, subjetiva, ajena a la establecida y conectada con esa otra forma de ver lo real que es la poética: “La única poesía es el silencio/revelador,/el espacio ignoto y el tiempo/suspendido.//Nada hay imposible/caminarás sobre los signos”. Del poeta que busca otra lectura en el silencio, en lo no escrito, en lo no establecido, se nos dice que es: “un obligado transgresor/un exiliado permanente” (Villagrasa, 2014: 25). Es un exiliado de la verdad fijada desde la mirada únicamente racional, aboga por una mirada de la diferencia, aquella que nace de la libertad de lo poético, que no está sujeta al orden centralizador de la razón, que se abre a la disidencia de lo negado, de lo prohibido por un sistema de lectura de la verdad desde los límites de la lógica que se erige como cárcel ontológica en la que se encierra la perspectiva del yo.

      Hay en el poemario una propuesta de recuperar la otra forma de lectura de la vida que fue excluida de la verdad, la historia, la palabra. Debemos enfrentarnos a aquellas perspectivas que han construido la exclusión de otras realidades, visiones más libres de la vida, para eso la palabra debe liberarse en el silencio, acercándose a lo que reside fuera de lo escrito, lo dicho, lo aceptado y que la palabra solo lo integra dentro del sistema cuando logra encarcelarlo en el concepto y en la forma, en la prisión del logos:

 El poema podría haber sido

El poema podría llegar a ser:

si se libera del significado del verso,

de sus propios límites. (Villagrasa, 2014: 21).

      En este retorno a lo poético hay resabios de lo que María Zambrano enunció como “Razón poética”. Una nueva razón que consigue aunar filosofía y poesía, las dos vertientes opuestas que, como afirmaba Bachelard,  Zambrano une en una nueva forma de verdad que no excluye lo imaginativo. Muchos de los poemas de Lectura del mundo ofrecen esta crítica a los límites de una mirada solo racional que excluya la  poética. Así sucede en el primer texto que nos habla de que toda creación no se puede explicar porque más allá de la mirada convencional hay otra forma de mirar desterrada por el pensamiento racional que ha centralizado la verdad en la lógica y ha excluido otras miradas más libres como la poética: “Allí deja de ser allí/ cuando es aquí.//Explicar el poema no se puede/ es volver a escribir” (Villagrasa, 2014: 17).

     De la incapacidad del lenguaje para dar forma a esas otras verdades surge la necesidad de una poesía del silencio. Chuang Tzu enunciaba los límites del lenguaje, la incapacidad que tiene para cubrir este todos los resquicios de la vida tanto en sus sombras externas como en su consistencia interna, por eso anunciaba: “Palabras y conceptos solo aluden al rincón del mundo de las cosas. ¿Cómo pueden referirse a la Gran Inmensidad?” (Tse/Tzu, 1983: 428). Cuando intenta expresar el concepto del Tao, que es la esencia de una realidad que lo contiene todo, los opuestos, lo imposible para la lógica, la negación, la afirmación, la nada y la eternidad, Tzu entiende que: “Ni las palabras ni el silencio son capaces de expresar el límite entre el Tao y las cosas…  Nuestros razonamientos son un tope o límite” (Tse/Tzu, 1983: 428). Una idea similar es expresada por Villagrasa que entiende que hay una parcela del significado que escapa a lo recogido en el lenguaje: “La palabra escrita es moldeada por el lector,/pero todo tiene un significado errante” (Villagrasa, 2014:  29). La realidad si adquiere la piel del lenguaje es como un animal disecado que pierde su vida, los conceptos son más amplios que lo que contiene el signo que los pretende cosificar, convertir en objeto de designación, en concepto cerrado, en carne muerta del logos. Si creas una palabra que sea signo de lo real matas otros matices que no se pueden contener en lo dicho. El silencio es el territorio libre y todavía vivo de ese animal no sujeto en su totalidad a las formas del lenguaje, a su piel muerta, a su disecación como concepto regulado en un sistema lingüístico y de pensamiento. De esta manera el poeta Villagrasa aboga por la vida del silencio, ese cuerpo de lo no dicho que permite la existencia de lo que no se mata en el concepto y en el logos: “Es posible una poesía de silencios/como es posible la física de partículas.//La poesía puede ser el líquido transparente/que llene todo: navega libre el porqué” (Villagrasa, 2014: 29)

     Razón e imaginación son dos lenguajes y dos perspectivas de aproximación a la verdad que se hibridan en lo que la pensadora denominó como: “período cosmogónico” (Zambrano, 1992: 252). El propio Sócrates cuando se encontraba cerca de la muerte adquirió la consciencia de que el razonamiento filosófico no sirve y que se requiere una nueva lectura desde la mirada de lo no racional, de lo imaginativo, de lo poético, ya que, según Alfredo Saldaña, inicia “la búsqueda de la verdad a través de la poesía y la burla, quizás porque en ese momento sospecha que la poesía sabe lo que la filosofía ignora” (Saldaña, 2013: 139). Tras esta polémica entre ambas miradas, la racional y la imaginativa o poética, subyace la propuesta de la revisión de nuestro sistema de verdad. Se advierte la necesidad de delimitar un mundo de sentidos y valores otros no comprendidos solamente en la razón y en el lenguaje. Este destierro de la mirada poética sobre la verdad provoca una ceguera de una razón incompleta que no puede ver todos los márgenes o zonas de sombra. La única luz que guía en el conocimiento es la de la razón que pasa a ser la única y segregadora vía de acceso a este:

                    Desde que el pensamiento consumó su toma de poder, la poesía se quedó a vivir en los arrabales, arisca y                  desgarrada diciendo a voz en grito todas las verdades inconscientes, terriblemente indiscreta y en rebeldía                    (Zambrano, 1996: 14).

                 La poesía permite una lectura otra de lo real no marcada por los condicionamientos del pensamiento filosófico y de la visión lógica, asumirla es ampliar los límites estrechos del pensamiento, de sus preceptivas lógicas, es la visión de la imaginación, una liberación de la mirada impuesta. La poesía es “palabra irracional” (Zambrano, 1996: 33). Se abandona a la razón ya que la palabra, como dice Kierkegaard citado por Saldaña (2013), abre las heridas de la posibilidad, se desangra de verdad impuesta, muere de razón y da lugar a otros territorios negados a lo real. La “Lectura del mundo” que nos propone el poeta, es una lectura metapoética que desconfía de la que se efectúa desde el ojo que vive sujeto a un paradigma, a un ángulo cerrado de mirada.

       La sección final que se titula Coda y que actúa como tal alude a la necesidad de una nueva relectura de la vida desde otra visión no convencional, que recupere en la oscuridad del entendimiento otras zonas de luz surgidas de otra iluminación que se focalice desde la poesía, así leemos: “Necesidad de crear/una poesía otra/en la fragmentación/del verso” (Villagrasa, 2014: 45). El poema es un proyecto hacia un lenguaje otro libre que también permita alcanzar otras formas de pensamiento más allá de la Verdad y del significado construidos desde una perspectiva que excluye otros parpadeos que nacen, al ser negados desde una mirada única y por todos compartida, casi como una fase del REM, surgen desde el sueño, el deseo, pero también desde lo imposible que debería tener espacio en lo posible. En definitiva, que requieren que otra puerta de lo real sea abierta desde el otro lado de lo poético, la que nos lleva a una “entrada en el poema,/el umbral por el que se accede al verso;/y al dintel infinito trata de acercarse/a través de la palabra no dicha,/del silencio sido” (Villagrasa, 2014: 37).

BIBLIOGRAFÍA:

Saldaña, Alfredo (2013): La huella en el margen: literatura y pensamiento crítico, Zaragoza, Mira editores.

Tse, Lao y Tzu, Chiang (1983): Dos grandes maestros del taoísmo, trad. Carmelo   Elorduy, Madrid, Editora Nacional.

Villagrasa, Enrique (2014): Lectura del mundo, Sevilla, La Isla de Siltolá.

Zambrano, María (1992): El hombre y lo divino, 2ª ed., Madrid, Siruela.

_____ (1996): Filosofía y poesía, 4ª ed., México, Fondo de Cultura Económica.

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