Un pollo en ciudad poema: “Becario banana”

143RabanaqueP
Por Daniel Rabanaque

       Hay una anécdota, adoptada ya crecidita y maquillada al gusto de los anglosajones, que suele utilizarse para ilustrar las posibilidades de lo aleatorio, la fuerza de lo que no tiene voluntad.

    Se dice que un número infinito de monos, escribiendo en un número igual de máquinas de escribir, durante el mismo tiempo ilimitado de las matemáticas, llegarían antes o después, “de forma casi segura”, a escribir las obras completas de William Shakespeare, palabra por palabra, si es que alguna vez han existido. Hay también quien ha hecho cálculos con números inferiores a infinito, en concreto con 456 920 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 monos, los cuales tardaron millones de billones de trillones de años simiescos en obtener 24 caracteres de “Enrique V”. Por algo se empieza, claro. Y hay quien, tomando al pie de la letra el experimento, depositó un teclado inalámbrico en una jaula de macacos. Un exceso de literalidad que dejó de funcionar cuando los animalicos defecaron sobre las teclas, no sin antes haber dado a la imprenta cinco páginas basadas casi por completo en la repetición de la letra S.

      Aunque me gusta la fórmula teórica, no veo clara la utilidad de estos experimentos prácticos. Sobre todo porque ya hubo, “de forma casi segura”, un mono grande y pelado que escribió “Ricardo III” o “El sueño de una noche veraniega”. De hecho, lo que más me ha atraído siempre de una propuesta probabilística tan mona es esto: la cantidad de obras literarias nuevas que son posibles por este camino de infinita esclavitud simiesca. Una Biblia en la que el nombre de Yahvé ha sido cuidadosamente sustituido por la expresión “forúnculo doloroso”. Un “Moby Dick” en el que las ballenas pilotan el Enterprise y van a la caza de un pececillo manco llamado Bovary, Emma Bovary. Un poema atribuido a Borges, infinito, que se lo merece. Y lo que más me ha gustado siempre imaginar en esta onda tan zoológica es la cantidad de palabras nuevas que saldrían de semejante monada, de esta cantera de eruditos. Ojo, no sólo palabras desperdigadas aquí y allá, sino auténticos diccionarios casi inimaginables, repletos de palabras nuevas, a estrenar, con su correspondiente definición:

“dedicia”: f.s. deliciosa sensación que reside en los dedos al acariciar una piel viva.

“trebuscar”: v. int. u.t.c.r. contar infructuosamente patas de felino.

“vacura”: f.s. sanación mediante la sabia utilización de las campiñas, prados y sus habitantes naturales.

“zampiñar”: v. acción de comer atropelladamente el producto de un robo o asalto intempestivo a la nevera.

     Una línea de trabajo más fructífera que la de la Academia de la lengua, con todo lo real que es, pensamos algunas.

     En una antología de simios mecanógrafos es posible que se hallen las palabras más mágicas, aquellas que revelan lo absurdo de nuestras penas, la grandeza trágica y surreal del dolor humano, e inevitablemente conducen al olvido del padecimiento y, en última instancia, a la sonrisa abierta. Pero mientras las encuentro, sigo investigando las posibilidades humanas de la literatura en mi laboratorio personal y poniéndola a punto en talleres semanales de escritura y creatividad (http://paraescribirunpoema.wordpress.com/). Contra la tiranía de los monos mecanógrafos que escribieron, escriben y escribirán nuestras obras completas apenas nos descuidemos, hagamos de la palabra escrita un río imprevisto, un espejo irrepetible, una trampa irresoluble para los más intelectuales de entre los chimpancés superiores. Porque antes de tener a un becario que come bananas, vale la pena escribirse cada uno los propios artículos. A no ser que seas catedrático, que entonces todo vale.

Nota de la redacción:  Daniel Rabanaque (Zaragoza, 1976) toma un autobús hasta Ciudad Poema por cuenta del Pollo. Ha dejado atrás un cuaderno de apuntes recién terminado (http://aquariablog.wordpress.com) y tiene por delante el horizonte habitual: poemas polimórficos, voces en su mente, lecturas prohibidas. Alterna la pollería con Resón (http://www.resonpublicidad.com) y los talleres de escritura más o menos poética (http://www.paraescribirunpoema.wordpress.com).

Artículos relacionados :