Tuñón, el Rubén Darío de la poesía social, editado por la colección aragonesa Mareta

140TunonP
Por Luis Felipe Alegre

    Hijo de emigrantes asturianos, Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974) fue el sexto de siete hermanos. Su infancia se desarrolló alrededor de las plazas Once y Constitución, nudos de comunicación porteños, con los ferrocarriles como escenografía en movimiento y música de fondo.

     Junto a su hermano Enrique, acudía los domingos con su padre y con su abuelo a la plaza Once, lugar de reunión para trabajadores con reivindicaciones que cantaban los himnos revolucionarios de sus países de origen. Su abuelo también lo llevaba a la dársena para comer pescadito frito entre historias de marinos errantes, contagiándole la pasión por islas, puertos y mares.

     A los diecisiete años publica sus primeras poesías en ‘Caras y caretas’. Es época en que las revistas literarias tenían gran importancia. Ricardo Güiraldes lo invita a participar en la revista ‘Proa’, creada por Borges y que entraba en una segunda etapa. En 1924, se incorpora a ‘Martín Fierro’, dirigida por Evar Méndez y Oliverio Girondo. Eran los años de la polémica entre el grupo Boedo y los martinfierristas del grupo Florida. El primero tenía como lema la literatura políticamente comprometida, mientras que Florida convocaba inquietudes de renovación formal y contrarias a la poesía dominante. Y es que, en el ámbito de la lengua española, aún se discutía la conveniencia del verso libre y la aceptación de los ‘ismos’ como el surrealismo.

     En 1925, Enrique reúne los poemas de su hermano y los presenta a un concurso organizado por el editor Manuel Gleizer, con Alfonsina Storni en el jurado. El premio recayó en Raúl. Al año siguiente, aparece su libro ‘Violín del diablo’ y entra en el diario ‘Crítica’. Su trabajo como periodista le lleva a recorrer los barrios porteños, donde entra en contacto con los submundos de la ciudad. Hacia 1927, cerca de Bahía Blanca, en uno de esos circos pobres que tanto fascinaban al poeta, entabla amistad con el prestidigitador Johnnie Walker que, con el tiempo, dará nombre al personaje Juanito Caminador.

     ‘La calle del agujero en la media’, en 1928, obtiene, con ‘Miércoles de ceniza’, el segundo lugar en el premio municipal de poesía, de reconocido prestigio y buena dotación monetaria. Con el dinero del premio, viaja a Europa, visita ciudades de la costa española y se instala en París, haciendo vida bohemia y enviando crónicas a ‘Crítica’ y ‘La Nación’. Fruto de este viaje es ‘La calle del agujero en la media’. El poeta se sitúa en una encrucijada geográfica y vital, remarcada por una cita inicial de O. Henry (William Sidney Porter) y por el primer poema del libro, ‘La cerveza del pescador Schltigheim’.

     Los muelles y puertos, la guerra, el canto y la farándula callejera transitan por los poemas, celebrando la vida parisina y la épica revolucionaria, con evocaciones a episodios de su vida argentina. ‘La calle del agujero en la media’ aparece tras la vuelta de Tuñón a Buenos Aires, publicada en 1930. Formalmente, comienza con poemas en verso libre hasta llegar al que da título al libro, escrito en alejandrinos. Después encontraremos más en tetradecasílabos y uno en eneasílabos (‘Marionettes’). Caso particular, como veremos más adelante, son los ‘Tres poemas de algún país’, el primero en versos endecasílabos, el segundo en dodecasílabos, y eneasílabos en el último. No obstante, la mayoría está en verso libre.

     Mientras escribe ‘Todos bailan’, llega a Buenos Aires la noticia del levantamiento minero en Asturias y redacta simultáneamente los primeros poemas de ‘La rosa blindada’. ‘Todos bailan’ aparece en 1935 con un variado repertorio de situaciones y personajes presentes en ese mundo real que el poeta quiere transformar. Esa constancia en la denuncia de las injusticias sociales se cuela hasta en los versículos líricos de ‘Lluvia’ dedicados a su mujer, Amparo Mom. Nuevamente transitan en este libro personajes históricos, legendarios y anónimos, en una premeditada mezcolanza (“fíjate cómo se amontona la historia”). Así, aparecen el general filipino Flor Intrencherando, autoproclamado “emperador” y muerto ese años; los gánsteres de Chicago; los racistas sureños del Ku Klux Klan; los negros falsamente acusados de violación en Scottsboro; el revolucionario húngaro Koloman Wallisch, ahorcado el año anterior; el dirigente anarcosindicalista Salvador Seguí; la guerra del Charco; la Patagonia rebelde; los buscadores de oro…

     La mayoría de los poemas de ‘Todos bailan’ están en verso libre. Hay algunos en eneasílabos y tetradecasílabos, pero lo que llama la atención son dos casos. El primero, la concordancia rítmica de ‘Los seis hermanos rápidos dedos en el gatillo’ –pentadecasílabos- y ‘El noy del sucre’ –combinación de quince y veinte sílabas-. Como hacen los poetas repentistas, toma pie del primero para empezar el segundo. Pie temático y rítmico, pues en ambos los versos se articulan en grupos fónicos de cinco sílabas. La otra curiosidad métrica que se advierte es la de ‘Los poemas de algún país’, que emparenta con ‘Tres poemas de algún país’ de ‘La calle del agujero en la media’. En los dos poemas, el primer tiempo está en endecasílabos. El segundo tiene un cuarto tiempo que retoma el endecasílabo.

     Llega a España en enero de 1935, en pleno bienio negro. Nada más llegar a Madrid, llama a sus amigos García Lorca y Neruda, que lo invitan al banquete en homenaje a Vicente Aleixandre, premio nacional de poesía por su libro ‘La destrucción o el amor’. Allí conoce a otros poetas de la república.

     No está de más terminar con unas palabras de Octavio Paz, escritas cincuenta años después de la guerra española y editadas por el congreso conmemorativo de Valencia, capital cultural de la república. En carta a los organizadores, Paz, tras evocar el uso del romance por Tuñón, dice: “Aún está viva en mi memoria la tarde en que lo conocí, en julio de 1937, en Madrid. Me lo presentó mi compatriota Siqueiros, en las vísperas del congreso de escritores para la defensa de la cultura. Él ya era un consagrado y me impresionó ese hombre suave y firme, que había escrito los más encendidos poemas sobre el pueblo español. Recuerdo haberlo oído leer ‘La libertaria’, ese poema en el cual todos los oficios de España confluyen como en un rezo. Para esa generación, escribir poesía combativa era escribir a la sombra de Tuñón, es el Rubén Darío de la poesía social y no cometo una herejía si afirmo que ‘España en el corazón’, de Neruda, y ‘España, aparta de mí este cáliz’, de Vallejo, no hubieran podido ser sin ‘La rosa blindada’. Neruda lo reconoció con todas las letras y Vallejo hubiese hecho otro tanto si la muerte no lo hubiese sorprendido en París, en 1938”.

     La colección aragonesa Mareta cree de justicia editar estos dos libros de Tuñón con poesía contingente y esencial en nuestra historia literaria.

Artículos relacionados :