Del libro ‘La España de Viridiana’ y otras soledades

140viridianaP
Por Carlos Calvo

      Si un alienígena llegara a nuestro planeta y quisiera conocer cuáles fueron los grandes temas y preocupaciones de la humanidad en el siglo XX -tan cercano, tan lejano- podría encerrarse a ver la treintena de películas que dirigió Luis Buñuel, y elegir, tal vez, como cumbre de su arte, ‘Viridiana’.

     Seguramente tendría una visión bastante amplia y realista. Quizá sea esa la película clave de toda su obra paradójicamente surrealista: un realismo social y psicológico que la sitúa en la gran tradición de la narrativa del siglo XIX. Esto es, la de Galdós, la de Flaubert, la de Balzac… O la de los rusos Tolstoi o Dostoievski. Nunca tuvo preocupaciones estilísticas, a pesar de que rodara como los ángeles, pero sí un compromiso constante con la contemporaneidad.

     Entre las cosas que más impresionan al calandino no está la revolución rusa, sino los escritores rusos. La revolución solo la descubre con el surrealismo. En cambio, es con los autores rusos que sabe del mundo y descubre la pobreza. Son destellos que revelan secretos e iluminan zonas oscuras de un cineasta que ha movido y sigue moviendo el mundo, y que en este año de 2013, con ocasión del treinta aniversario de su muerte, han aparecido distintos volúmenes en su memoria. Un asomo a estos textos (Manuel Hidalgo, Ian Gibson, Max Aub) descubre piezas del rompecabezas para comprender aspectos clave del personaje, ser testigos de las diferentes corrientes del fluir de la vida y, sobre todo, confirmar que el mundo es mundo por la caravana de historias reales (o no tan reales) como estas.

     Ahora le toca el turno al libro ‘La España de Viridiana’, que nos sumerge en el rodaje, en 1961, de una de las películas más relevantes de la cinematografía española –y mundial-, por razones tanto históricas (supone la reincorporación de Buñuel a nuestra industria, tras el exilio provocado por la insurrección franquista) como políticas (a consecuencia del escándalo provocado entre las autoridades eclesiásticas, tras su exhibición en Cannes, se le deniega la nacionalidad hasta poco después de la muerte del dictador). Una obra de arte clave dentro de una gran complejidad estética y de una elegante narrativa en su morbosa y socarrona mirada hacia las taras, personales y sociales, provocadas por el catolicismo.

Conferencia de Agustín Sánchez Vidal en el Paraninfo de la Facultad de Medicina de Zaragoza

    Estamos ante una suerte de parábola moral y política sobre un anciano impotente que reina en su vieja mansión –“desde hace veinte años”, dice, “las hierbas se han adueñado de todo”- y que también intenta apoderarse, por la fuerza, de su sobrina. Y ante una feroz descripción de las consecuencias que se derivan de las prácticas caritativas y de los buenos sentimientos de Viridiana, con cínico triunfo final del amor erótico, en la partida de tute de los tres personajes que quedan en el caserón. Hermosamente barroca, ‘Viridiana’ contiene algunos de los mejores momentos de la obra de Buñuel: la orgía de los mendigos, orquestada por el ‘Aleluya’ de Haendel, y la célebre caricatura de la ‘Santa cena’.

  Conferencia de Agustín Sánchez Vidal en el Paraninfo de la Facultad de Medicina de Zaragoza

   Un terrateniente (Fernando Rey) vive con una sirvienta (Margarita Lozano) en su antigua mansión y recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal) antes de que esta profese solemnes votos religiosos. El parecido de la joven con su esposa –fallecida en la noche de bodas- le sugiere la idea de que se vista con el traje de novia que llevó la esposa muerta. Enamorado de ella, intenta inútilmente retenerla en la mansión, haciéndola creer que la ha violado mientras dormía. Viridiana abandona la casa, pero, cuando se dispone a volver al convento, recibe la noticia de que su tío se ha suicidado. Abandona, entonces, su estado religioso para compartir con su primo (Francisco Rabal) la antigua mansión, que dedica a obras de caridad y alberga mendigos. Pero los mendigos, aprovechando una ausencia de sus propietarios, organizan una cena, que degenera en orgía, y cuando regresa Viridiana es violada por uno de ellos. Finalmente, Viridiana decide quedarse con su primo y la sirvienta de este, que es su amante.

     “Viridiana es, en cierto modo, un Quijote con faldas”, afirma el propio Buñuel. “Don Quijote defiende a los presos que llevan a galeras y estos lo atacan. Viridiana protege a los mendigos y ellos también la atacan. Viridiana vuelve a la realidad, acepta el mundo como es. Un sueño de locura y finalmente el retorno a la razón. También don Quijote volvía a la realidad y aceptaba ser solo Alonso Quijano”. La caridad, al fin y al cabo, perfila el desastre y la perdición de la protagonista. Buñuel, que mejora en el rodaje el guion de Julio Alejandro –quien viene de participar en el filme de Francisco del Villar ‘El tejedor de milagros’-, expone las locuras irredimibles de la naturaleza humana y la irreprimible comedia de la vida, en un drama irónico, lleno de observación surrealista. Un proyecto que idea Buñuel cuando la nueva generación de cineastas españoles le convence de que trabaje en su España natal por primera vez desde que la abandona en 1936. Y de eso trata el libro publicado por la universidad de Zaragoza, de esa España de 1961 que sirve de escenario para la ejecución de ‘Viridiana’, y que ayuda a esclarecer los conflictos que genera y su relevancia como creación artística. La publicación está coordinada por Amparo Martínez, que también reconstruye el método de trabajo del calandino, y nos ilustra sobre la censura, los límites y la creatividad. El libro incluye colaboraciones de investigadores y testimonios de personas que trabajaron con Buñuel en la elaboración de la película.

     ‘La España de Viridiana’ localiza argumentos, dentro y fuera del ámbito estrictamente cinematográfico, que sirven para matizar la realidad de aquel momento y explicar a fondo todos los valores del filme. El análisis comienza por el ambiente político y social del país, entre la tradición y la modernidad, reconstruido por Julián Casanova, y sigue por los cambios económicos que se están produciendo, la transformación más profunda de todo el siglo XX, como constata Iñaki Iriarte. Jesús Rubio evidencia la renovación que se da en el campo de las artes escénicas. La película forma parte del juego de contradicciones que Ascensión Hernández evidencia en el territorio de la arquitectura a través de las exposiciones y pabellones, y Concha Lamba en el de las artes plásticas, con el triunfo del informalismo y la aparición del pop. Y está directamente vinculada con el deseo de construir una imagen de modernidad del país que no siempre se corresponde con la realidad cotidiana, tal como Pilar Biel e Ignacio Gil aprecian en el dominio del diseño industrial.

     Mónica Vázquez, la mujer con menos sentido del humor en esta tierra nuestra, analiza, sin embargo, el chiste gráfico en las revistas humorísticas, en un giro que hubiera hecho sonreír al sordo socarrón. En esta línea, Antonio Altarriba toca el tema del tebeo sentimental destinado a un público femenino y Lázaro Sebastián se inmiscuye en cómo la fotografía española deja de ser estática. José Luis Calvo deja claro que la película no puede entenderse si no se conecta con la transformación que se está produciendo en el territorio de la poesía y la novela. Además, el libro ahonda en el proceso de la cinta y sus resultados, sobre estudios en torno a las circunstancias que marcan su producción, como explica el texto de Alicia Salvador. Para extraer su esencia, Agustín Sánchez Vidal, ejemplar y agudo, disecciona como a un insecto, en el mejor texto de la publicación, todas las claves que han convertido la película en una encrucijada dentro de la cultura española. “En la mejor línea de las muy sadianas desventuras de la virtud”, afirma el catedrático, “la novicia Viridiana guarda claras connotaciones con otros personajes buñuelianos, cuyos esfuerzos entre los hombres son seriamente cuestionados por los hechos, hasta obligarlos a apearse de sus aditamientos teológicos. Tal sucede con el padre Lizardi de ‘La muerte en este jardín’ (1956), el reverendo Fleetwood de ‘La joven’ (1960) y, sobre todo, el protagonista de ‘Nazarín’ (1958), de quien ‘Viridiana’ viene a ser una continuación”.

     Antón Castro, más catódico, habla de la recién nacida televisión, del “vamos a la cama que hay que descansar”. Luis Alegre, que no se pierde una, habla de la mitología del filme, acaso diluida y desdibujada en la actualidad, y nos enseña, como buen docente, que la España de entonces asciende a treinta millones quinientos mil habitantes. Uno más, uno menos. Y en ese plan. Como cuando dicta un cuestionario a sus alumnos universitarios acerca del filme de Buñuel, y uno de ellos le lanza esta pregunta: “¿Viridiana se escribe con b o con v?”. Al parecer, el profesor Alegre se queda estupefacto. Como el que esto escribe, cuando lee la loa que publica a la pastelería Fantoba e, indistintamente, escribe la palabra con b o con v. ¿En qué quedamos? Aunque, para ser rigurosos, la academia de la lengua española señala que los nombres propios se pueden escribir sin atender a unas posibles faltas ortográficas. Y finaliza Alegre en estos términos: “Los mismos alumnos que ignoran casi todo de Luis Buñuel lo saben casi todo de Belén Esteban?”. ¿’Belenqué’? Decididamente, hay que cambiar de profesor.

     José Luis García Sánchez, en un texto disperso, se adentra por metáforas y esquizofrenias, y nos dice que aquel año los españoles toman en los bares anís y coñac en copas pequeñas de vidrio gordo y van por primera vez a cantar a Eurovisión con Conchita Bautista de delantero centro, mientras manda en medio mundo Kennedy, que anda liado con Marilyn. Fernando Sanz señala que el cine segue siendo una de los formas fundamentales de ocio en el país y analiza la presencia de lo religioso en el cine español del tardofranquismo. Rob Stone hace un repaso por otras películas producidas entonces y no repara, maldita sea, en que ‘Psicosis’, de Hitchcock, realizada unos meses antes, está estructurada claramente en dos mitades, como ‘Viridiana’. Nancy Berthier estudia la película a la luz del concepto ‘evento’, término muy empleado en la crítica de cine para promocionar los filmes en una deliberada estrategia comercial, con el fin de conectar íntimamente con la historia. Julia Tuñón constata su difusión en la prensa francesa especializada, que ve en la película un retrato fiel de España.

     En el ámbito de la música, Matías Uribe relata cómo el pop y el rock empiezan a abrirse camino entre coplas y niños cantores hasta desembocar en el rockabilly con que se cierra ‘Viridiana’, y nos ilustra con los discos y canciones de moda, indicando que el gran terremoto que sacude España ese año se llama Dúo Dinámico. Y se completa el libro con una serie de testimonios de personas afines, de uno u otro modo, al calandino: Pere Portabella, Pedro del Rey, Concha Hidalgo, Juan Luis Buñuel, Silvia Pinal, Fernando de Castro Cardús, Ricardo Muñoz Suay, Jean-Claude Carrière, Carlos Saura o Monique Roumette.

     En Aragón se producen muchos encuentros y fiestas culturales en ese año de 1961, cada uno con su propio encanto. La obra es una declaración de amor a esta tierra nuestra, pero no meramente sentimental, sino también reflexiva, lo que recuerda el dictamen genial de Nietzche: “Solo el amor puede juzgar”. Una tierra, la aragonesa, que, sin rehuir el régimen dictatorial y las esperanzas frustradas, nos devuelve las fragancias de sus jardines urbanos y de los guisos aromáticos en sus cocinas de armonía doméstica, el fulgor de su luna perpetua flotando mágica sobre el río Ebro. Y también nos presenta vidas baturras, la ilusión y la energía de algunos de sus hombres y, sobre todo, de sus mujeres en la busca cotidiana de lo que todos queremos: la dignidad feliz.

     ¿Cuántos cines existen en la Zaragoza, Huesca y Teruel de ese año? ¿Cuándo se estrena ‘Viridiana’ en Zaragoza? ¿Por qué Buñuel utiliza una jota y no otra en una de las escenas? ¿Qué jotas escuchan los aragoneses en esa época? ¿Qué revistas de cine se publican en Zaragoza? ¿Qué influencias de Goya se detectan en ‘Viridiana’? ¿Qué se fragua en el mitificado café Niké? ¿Y en el Jauja? ¿Y en el Gambrinus? ¿Quién recoge la información del rodaje de ‘Viridiana’ en ‘Heraldo de Aragón’? ¿Es Joaquín Aranda? ¿O todavía no está en nómina? ¿Aprovecha Buñuel y visita Zaragoza? ¿Acude a Calanda? ¿Y a Lechago, para compartir unas horas con su amigo Alegre? ¿Ya tiene el Pilar las cuatro torres? ¿Todavía conserva el paseo de la Independencia su pasillo central? ¿Quién lleva la información cinematográfica en ‘Amanecer’? ¿Y en ‘El noticiero’? ¿Por dónde anda Manolo Rotellar? ¿Cuántos habitantes tiene Zaragoza, Huesca o Teruel? ¿Y Calanda? ¿Y Lechago? ¿Quiénes son los alcaldes de las tres capitales de provincia? ¿Es el año que regala el bazar ‘Quiteria Martín’ la famosa bicicleta? ¿Cuántos kilos de caramelos vende ese año dicho almacén? ¿Ya existe el pipo fumador? ¿Por qué Buñuel nace burgués, vive como un burgués y critica a la burguesía?

     De todo esto y mucho más habla el libro ‘El Aragón de Viridiana’, segunda parte de ‘La España de Viridiana’, un recorrido por los asuntos económicos, geográficos, sociales, políticos y culturales de un reino caído en desgracia. El autor de ‘El Aragón de Viridiana’, como un olvidado fantasma libertario, escribe con sobriedad elegante y, a veces, no renuncia al toque lírico. Y, aunque no lo leamos, sabemos, como cualquier hidalgo buñuelesco, que la libertad es el mayor tesoro de la tierra y que por ella, como por la honra, puede arriesgarse la vida. Este libro fantasmalmente libre de ‘El Aragón de Viridiana’ se ciñe, sobre todo, en la gente de la cultura, en especial la literaria y la cinematográfica, dos disciplinas a las que el sordo de Calanda dedica toda su vida, como gran espectador y mejor lector. De hecho, Buñuel tiene en la literatura su primera vocación, incluso una vez inclinado a la realización cinematográfica. “Puedo tener alguna importancia como cineasta”, se sincera, “pero hubiera dado todo gustoso a cambio de ser escritor”. Uno de sus textos más tempranos, ‘Hamlet’ (1927), es, por decirlo con Agustín Sánchez Vidal, “la primera y más avanzada pieza del surrealismo español”.

     Apunta igualmente Sánchez Vidal, con buen tino, que las cuerdas en ‘Viridiana’ visualizan “los vínculos que atenazan a los personajes”. De hecho, don Jaime se suicida con la cuerda de saltar a la comba de la hija de la criada. Cuando Buñuel prepara esta escena, que parte en dos la película, otro calandino, el minero José Repollés, centra su actividad en la escritura, convirtiéndose en uno de los más prolíficos del país, transitando por muy diversos géneros (poesía, novela, cuento, guion cinematográfico) y especializándose en el libro divulgativo de dispar temática (historia, salud, naturaleza, biografía, cocina, sexo, autoayuda, filatelia, deporte, magia). Utiliza infinidad de seudónimos (casi tantos, o más, que el mismísimo Jesús Franco) y mantiene siempre una estrecha vinculación con la figura de su paisano, así como con el Bajo Aragón, sus costumbres y sus gentes, a quienes dedica abundantes textos. Y ese año publica el chalamero Ramón José Sender, que desprecia a Buñuel con el calificativo del “bellacón de los ojos de yegüa”, una serie de cuentos recogidos con el título ‘Novelas ejemplares de Cibola’.

     Un año en el que el zaragozano Santos Alcocer rueda ‘Pachín almirante’, una rancia continuación de ‘Pachín’ (Arturo Ruiz Castillo, 1960), y, unos meses después, inicia la filmación de ‘Puente de coplas’, nula incursión en lo folclórico al servicio de Antonio Molina y Rafael Farina. El narrador Santiago Lorén, zaragozano de Belchite, publica la biografía ‘Mateo José Buenaventura Orfila’. Alfredo Mañas, zaragozano de Ainzón, escribe el texto teatral ‘La historia de los Tarantos’, que dos años después adapta Rovira Beleta a la pantalla. José Luis Pomarón, con guiones de Emilio Alfaro, dirige los cortometrajes ‘Sic Semper’ y ‘El pisador de sombras’. Fortunato Bernal produce a Juan de Orduña ‘El amor de los amores’, una historia de una mujer adúltera que sucede a principios del siglo veinte entre manifestantes anarquistas. También es el año en que José Luis Borau se diploma en la escuela oficial de cinematografía con el cortometraje ‘En el río’. Y el año en que José Antonio Duce dirige el cortometraje ‘Zaragoza, ciudad inmortal’. Y Miguel Ferrer los cortos ‘Los frescos de Goya en San Antonio de la Florida’ y ‘Bikinis’. Por su parte, el director de fotografía Emilio Foriscot se encarga de ‘Perro golfo’, de Domingo Viladomat, y la ya citada ‘Pachín almirante’.

     Cuando Buñuel termina de ajustar posiciones y actividades para el rodaje de la secuencia en la que uno de los mendigos intenta violar a la novicia, el zaragozano José María Forqué, del barrio de San Pablo, inicia el rodaje de ‘Usted puede ser un asesino’, graciosa comedia basada en Alfonso Paso, y ese mismo año dirige ‘El secreto de Mónica’, un drama de matrimonio y celos. El bilbilitano José Muñoz Román es autor de la revista ‘Aquí hay gata encerrada’ y también del argumento de la película mexicana ‘Doña Mariquita de mi corazón’. Eduardo Luis del Palacio, zaragozano de Paniza, publica el libro de poemas ‘Lendemains’. Por su parte, María Sánchez Arbós publica ‘Mi diario’, un libro de impresiones sobre su actividad pedagógica. Y Antonio Sánchez Portero debuta en la publicación con la novela breve ‘Los solteros’.

     Cuando se celebra una fiesta por el final del rodaje de ‘Viridiana’, en la que se encuentran Carmen Guijarro, Pedro del Rey, Nieves Arrazola, Carmen Frías y, por supuesto, Buñuel, el músico turolense Antón García Abril tiene varios encargos de Pedro Lazaga (‘La pandilla de los once’, ‘Fin de semana’, ‘Martes y trece’, ‘Trampa para Catalina’) y uno de Michael Carreras (‘Tierra brutal’). Ese mismo año el guionista de Mora de Rubielos Jaime García Herranz prepara los libretos de ‘Bello recuerdo’ (Antonio del Amo), clásica producción de corte melodramático a mayor honor de un Joselito en su mejor época, ‘Fray Escoba (Ramón Torrado), especie de biografía melosa de un fraile mulato del Perú, y ‘El caballo blanco’ (Rafael Baledón), otra con Joselito. Luis Sampietro publica la novela ‘El hombre está en sus alrededores’ y tiempo después mantiene una intensa disputa judicial con Manuel Summers, a quien acusa de utilizar sin permiso su libro como base argumental para rodar la película ‘Del rosa al amarillo”.

     Cuando se ensaya la escena del leproso iniciando la danza de los mendigos y lanzando al aire plumas de paloma, el actor zaragozano Antonio Garisa termina el rodaje de ‘Canción de cuna’ (José María Elorrieta) y participa ese año en cinco títulos más: ‘Vampiresas 1930’ (Jesús Franco), ‘La venganza de don Mendo’ (Fernando Fernán-Gómez), ‘Armas contra la ley’ (Ricardo Blasco) y ‘Esa pícara pelirroja’ (Elorrieta, de nuevo). El actor zaragozano Manuel Gil Huidobro participa en ‘Juventud a la intemperie’ (Ignacio Ferré Iquino), ‘Júrame’ (José Ochoa) y ‘Los atracadores’ (Francisco Rovira Beleta). El realizador zaragozano de cine independiente José Luis Gota dirige el corto documental ‘Fiesta major’. Otro independiente, José Grañena, este de Alagón, realiza el corto ‘Brindis al mundo’. Manuel Labordeta, por su parte, deja sin terminar el corto ‘Aguinaldo’. Y la actriz zaragozana Carmen de Lirio participa en la película de Guido Malatesta ‘Goliat contra los gigantes’ y en la de Christian-Jaque ‘Madame Sans-Gène’.

     Cuando se filma a don Jaime preparando cuidadosamente su carta de suicidio, el actor de Épila Ángel Lombarte empieza el rodaje de ‘Pena de muerte’ (José María Forn), una historia criminal escrita por Noel Clarasó. Al tiempo, Jaime García-Herranz, hombre de teatro principalmente, confecciona el guion de ‘Fray Escoba’, que, pese a su mediocridad, se convierte en un gran éxito de pantalla. Buñuel, entretanto, prepara la escena del perro Canelo, sujeto con una cuerda al eje de la tartana, y recuerda que una monja de Zaragoza tenía colgada del rosario una navajita-crucifijo para poder pelar fruta y ese objeto lo incrusta en el filme. Son los días en que el calandino y el director de fotografía -¡gran José Aguayo, con ese magnífico blanco y negro!- preparan la secuencia en que la novicia se desviste y la cámara se regodea en el momento en que se quita las medias,

     Cuando Buñuel celebra su cumpleaños en los estudios CEA de Madrid, en pleno rodaje del filme, con Eceiza, Saura, Fons, Querejeta, Revuelta, Picazo y otros invitados, el zaragozano Fernando Lázaro Carreter publica el guion literario de ‘Historia de un hombre’, que dirige el turolense de Bronchales Clemente Pamplona. Miguel Labordeta publica, semanas después, su poemario ‘Epilírica’. El escritor del Pirineo Juan Lacasa deja la alcaldía de Jaca ese año de 1961 y a partir de entonces desempeña distintos cometidos como representante empresarial en organizaciones internacionales. Antonio Mingote, hijo de compositor y musicólogo darocense, publica ‘Historia de Madrid’. El requeté Francisco Sánchez Ventura publica el ensayo ‘Estigmatizados y apariciones’. Agustín Soler publica un conjunto de relatos breves titulado ‘La balada del perro muerto’, su única incursión literaria.

     Cuando Domingo ‘Dominguín’, Pere Portabella y Buñuel están de viaje por España durante la preparación del rodaje de ‘Viridiana’, el narrador madrileño José Hernández Polo llega a Zaragoza y se afinca en la ciudad. El pintor, pianista y padre franciscano José Iribarren publica el libro de poemas ‘Esperanza nuestra’. El narrador Enrique Jarnés, sobrino de Benjamín Jarnés, publica ese año de 1961 nueve novelitas enmarcadas en el lejano oeste o en el mundo de los gánsteres: ‘’El hombre impasible’, ‘Nido de rufianes’, ‘Fuego negro’, ‘Tendré fe en ti’, ‘Los caminos del amor’, ‘Donde nace la luz’, ‘Era mi cadáver’, ‘Tu negocio es el crimen’ y ‘Juego duro’.

     Cuando se monta la escena en la que los planos de Viridiana rezando con sus pobres se mezclan con otros que muestra una actividad frenética de reparación del caserón, José Antonio Giménez Arnau, hijo de un notario zaragozano, publica su novela ‘Este-Oeste’. Gregorio Gómez Domingo, turolense de Griegos, publica, poco después, el libro de poesía ‘El poema de los luceros’ y, más adelante, el texto teatral ‘En amor hay dos caminos’. El narrador Tomás Gracia Ibars está de viaje por todo lo largo y ancho de este mundo, lo que le vale el sobrenombre de ‘Marco Polo del anarquismo’. El jacetano Manuel de Heredia, hijo de un militar laureado, escribe la biografía ‘¡Atención Guatemala!’. El político zaragozano José Larraz publica una especie de parábola acerca de la desaparición de las minorías intelectuales en ‘¡Don Quijancho, maestro!’. Y el periodista Alfonso Zapater publica la pieza teatral ‘El farol’.

     Mientras tanto, Buñuel y sus colaboradores siguen avanzando en el rodaje de su película, escena tras escena: Fernando Rey que pone música en el gramófono antes de narcotizar a Silvia Pinal; el leproso que baila en la sobremesa de la cena de los mendigos ataviado con las galas nupciales de la difunta esposa de don Jaime; don Jaime que juega a recordar a su difunta esposa calzándose las que fueron sus galas de novia; la priora del convento en el que profesaba Viridiana como novicia tratando de convencerla para que regrese a la vida religiosa tras la muerte de su tío; don Jaime probándose ante el espejo el corsé de su difunta esposa…

     Momentos en los que el zaragozano Rafael Conte –que llegaría a ser coordinador cultural del diario ‘El País’- inicia su andadura en las letras colaborando en las revistas universitarias ‘Acento’ y ‘Aulas’. También el poeta de Tarazona Faustino Corella, que tiene como referentes a Bécquer o Machado, publica ‘Villancicos de Faustino Corella Estella’. El zaragozano Francisco Criado también da a conocer a partir de ese año sus primeros poemas en distintas publicaciones periódicas. El poeta gaditano Luis Fernández Ordóñez se instala definitivamente en Zaragoza ese 1961. Y otro poeta, el zaragozano José María Ferrer, compone numerosas coplas, muchas de las cuales llevan los cantadores de jota a su repertorio.

     Cuando Buñuel construye una variación iconográfica de ‘El ángelus’ de Millet como una ironía vinculada a Salvador Dalí, el realizador televisivo Joaquín Vera, nacido en Maluenda, es el ayudante de dirección en ‘Roma de mis amores’ y ‘Teresa de Jesús’. Al poco tiempo, el realizador de cine independiente Miguel Vidal dirige los cortos ‘Valor y deporte’, ‘Alta ruta pirenaica’, ‘La vía soñada’ e ‘Invernal en alta montaña’. Meses después, la guionista, argumentista y productora Natividad Zaro, nacida en Daroca, saca adelante ‘El gladiador invencible’, dirigida al alimón por Antonio Momplet y Alberto de Martino, un ‘peplum’ coproducido por Italia sin mayor interés.

     Cuando Buñuel dirige al actor Juan Garcia Tienda en su papel de leproso durante la cena de los mendigos, la actriz María Silva inicia el rodaje de la película de Jesús Franco ‘Gritos en la noche’, un gran melodrama de terror lleno de evocaciones cinéfilas, año en el que también tiene papeles en ‘La cuadrilla de los once’ (Pedro Lazaga) o ‘Pecado de amor’ (Luis César Amadori). El periodista zaragozano José Luis Tuduri ejerce la crítica cinematográfica en los diarios ‘Amanecer’ y ‘Unidad’, y, a partir de 1961, colabora en la organización del festival de San Sebastián como responsable de la sección comercial. También en 1961 el crítico zaragozano Luis Urbez marcha a Italia para investigar los aspectos lingüísticos e históricos del cine. Y Benigno Varela, con setenta y nueve años, publica un folleto en el que reproduce poemas aparecidos veinte años atrás y cartas de prelados felicitándole por su promoción de catolicismo en América.

     Cuando Buñuel guía la interpretación de Joaquín Roa, José Martín, Milagros Tomás, Lola Gaos o José Calvo, el gran erudito del cine aragonés Manuel Rotellar interpreta el corto de Pomarón ‘Sic Semper’. Unos meses después, la actriz oscense Rosario Royo interviene en el filme de José María Elorrieta ‘Esa pícara peligrosa’. Y en ese año, el conocido actor zaragozano Fernando Sancho participa nada menos que en nueve producciones: ‘El pobre García’ (Tony Leblanc), ‘Alerta en el cielo’ (Luis César Amadori), ‘Un taxi para Trobrouk’ (Enys de la Patellière), ‘Madame Sans-Gène’ (Christian-Jaque), ‘Rey de reyes’ (Nicholas Ray), ‘La fuente mágica’ (Fernando Malas), ‘Los titanes’ (Duccio Tessari), ‘Goliat contra los gigantes’ (Guido Malatesta) y ‘El hijo del capitán Blood’ (Tulio Demicheli).

     Cuando Buñuel filma a don Jaime ofreciendo a su sobrina un trozo de manzana, el recientemente fallecido Luis Pellejero (a quien le dedicamos unas líneas en el número anterior) termina de rodar el corto ‘Villancico’ y se dispone a iniciar el de ‘Rutas españolas’. El actor zaragozano José Luis Pellicena interpreta los filmes ‘Usted puede ser un asesino’ (José María Forqué), ‘Cariño mío’ (Rafael Gil) y ‘Siempre es domingo’ (Fernando Palacios). El también actor zaragozano Pedro Porcel tiene un papel en la mentada película de Forqué y también trabaja a las órdenes de Alfonso Balcázar en ‘Solteros de verano’. También el actor (y ocasional director) Roberto Rey, de padres aragoneses, interviene en ‘Teresa de Jesús’, de Juan de Orduña, y ‘Fray Escoba’, de Ramón Torrado. El escritor Santiago Santamaría publica la tragedia ‘Función para el espectador’. Y el periodista zaragozano José Sanz Rubio, redactor de la revista cinematográfica ‘Primer plano’, cubre la información de los avatares de ‘Viridiana’.

     Por encima de la escombrera del Aragón de pandereta, que no todo era porquería, relucen las hojas de cualquier estación con árboles más viejos que aquella anciana que, poco a poco, hilaba el copo. En la ciudad y en las afueras, plátanos de sombra, cipreses, alcornoques, cerezos, tejos, cedros y tilos nos recuerdan a Fausto: “Amigo mío, todas las doctrinas son grises, solamente está lozano el árbol dorado de la vida”. Y en este árbol dorado de la vida que es ‘Viridiana’, falta una doctrina local, la doctrina de lo que acontece culturalmente en esta tierra nuestra durante el año de producción del mítico filme de Buñuel, “ese poeta”, por decirlo con Elena Poniatowska, “tan irresistible como Lorca, aunque no se dé cuenta.”

     Mientras Buñuel ensaya la escena de la santa cena, el actor de Alagón Roberto Camardiel interviene, a las órdenes de Juan Bosch, en ‘El último verano’, la relación de un hombre joven con una madura. La actriz oscense Gisia Paradís, nieta del ilustre prócer zaragozano Basilio Paraíso, interviene a las órdenes de Ramón Fernández en ‘Margarita se llama mi amor’, y de de Miguel Martín en ‘La cuarta carabela’, y de Juan Bosch en ‘A sangre fría’, y de Carlo Campogalliani en ‘La fontana de Trevi.

     Cuando Francisco Rabal acude borracho al set de rodaje y se suspenden las tomas en las que participa, el compositor oscense Daniel Montorio pone música a la película de Santos Alcocer ‘Puente de coplas’. Otro oscense, el productor y programador de televisión Fernando Moreno, ejerce ese año la crítica cinematográfica en ‘Cinestudio’ y llega a redactor-jefe. Por su parte, el zaragozano Juan Carlos Olaria filma los cortos ‘Detective Smith’ y ‘Principio del Nirvana’. El operador y documentalista Ismael Palacio es ayudante de fotografía en muchos reportajes del llamado ‘Nodo’, siguiendo la tradición de su padre. Fernando Palacios, sobrino de Florián Rey, dirige ese año ‘Siempre es domingo’, irregular fábula moralista, y ‘Tres de la Cruz Roja’, dentro de un costumbrismo picaresco.

     Cuando Buñuel prepara ese hermoso travelling entre las columnas del patio del convento en la escena inicial, el cineasta amateur zaragozano José Luis Llera termina el cortometraje de ficción ‘La moneda de dos caras’ y se dispone a filmar el corto documental ‘Vacaciones en Ginebra’. Otro independiente, José Luis Madre, de Híjar, hace lo propio con ‘Pregón de fiestas’. También Fernando Manrique filma ese año los cortos documentales ‘Rosas’, ‘Vaquillas en Aragón’ y ‘Toledo’. El productor zaragozano Francisco Molero regresa ese año a la escuela oficial de cinematografía para terminar la diplomatura como director de producción y es entonces cuando empieza a trabajar en la industria de manera continuada. Por su parte, el operador Víctor Monreal se encuentra estudiando en el instituto de investigaciones y experiencias cinematográficas, donde se diploma un año después.

     1961 tiene –verdad de Perogrullo- doce meses, como cualquier otro año terrestre, desde que la humanidad decide tomar partido por el eterno presente que nos salva de la vorágine de la historia y del tiempo. En Aragón es la fecha en que nacen hombres y mujeres de la cosa literaria y cinematográfica. Allá van unos cuantos nombres, como leemos en ‘El Aragón de Viridiana’, segunda parte de ‘La España de Viridiana’: la poetisa zaragozana María Jesús Soriano, el narrador oscense Fernando Vallés, el autor zaragozano de relatos y textos teatrales José Antonio Prades, el poeta andorrano Chuan Chusé Bielsa, el poeta zaragozano Miguel Borraz, la narradora infantil de Calaceite Teresa Claramunt, el autor teatral bilbilitano Benito de Ramón, el poeta de Sierra de Luna José Antonio Conde, el cineasta independiente de Sádaba Roberto Gaspar, el productor y compositor zaragozano Agustín Serra, la narradora zaragozana María Domínguez Dubón, el narrador toledano y zaragozano de adopción Celedonio García Rodríguez, la poetisa y literata infantil de Fuentes de Ebro María Elena Quintín, el escritor de Mallén Santiago Gascón, el narrador zaragozano Javier Sancho Sanz, la narradora zaragozana María Luisa Gómez Gascón, el zaragozano escritor de relatos José Ignacio Rico, la literata infantil Ana Isabel González Lartitegui, el poeta oscense de El Grado Chusé María Guarido, el narrador zaragozano de Ambel José Javier Rueda, el ensayista zaragozano Martín Ibarra, el narrador taustano Manuel Lampre, la narradora de Villamayor María Jesús Mayoral, el poeta bilbilitano Ángel Petisme, la narradora de Alcañiz Teresa Nasarre, la narradora jacetana Cristina Pérez Diego…

     También fallecen otros tantos, pues la existencia, ya lo dijo Nabokov, es una minúscula partícula de luz entre dos eternidades de total oscuridad: el periodista Manuel Casanova y Carreras, que llega a ser director de los diarios ‘Heraldo de Aragón’ y ‘Marca’, y de las revistas ‘Fotos’ y ‘El ruedo’; el operador de Urrea de Jalón Francisco Centol; el pionero en el reporterismo fílmico Antonio de Padua Tramullas; el narrador zaragozano Bonifacio García Menéndez, seguidor de Costa; el escritor zaragozano Gregorio Oliván; el requeté José María Resa, natural de Tarazona y narrador de sus memorias…

      La prolífica Amalia Abad escribe novelas dirigidas a un público femenino y siempre publica en Bruguera, a veces con el seudónimo de Nyhama (‘El beso que no te di’, ‘Gorrión, Barcelona’, ‘Un rincón en el mar’, ‘Perlas negras’). Miguel Ángel Brunet, columnista y reportero especializado en crónicas de sucesos y espectáculos, prueba fortuna en el teatro con ‘Las viudas besan a oscuras’, que la censura franquista obliga a retitular ‘Tu viuda sí te olvida’. Redactor de ‘El noticiero’, crítico cinematográfico y fundador de las revistas ‘Cine en 7 días’ y ‘Cine radio’, Martín Abizanda participa en la confección del guion de ‘Siempre es domingo’, en torno a las fiestas y juergas que disfrutan un grupo de jóvenes de clase alta. Ginés de Albareda, experto en poesía hispanoamericana, publica unos sonetos religiosos titulados ‘Más allá de la rosa’. Luis Araque, estrecho colaborador de Antonio Machín en sus años triunfantes y jefe de redacción de la revista ‘Ritmo’, publica, después de varios libros sobre versos juveniles -cursis y perversos-, la novela ‘La vida estéril’.

     Miguel María Astrain, que firma con los seudónimos de Mikky Roberts o Roberto de la Mata, publica más de doscientos bolsilibros para Bruguera, y en aquel 1961 se enfrenta nada menos que a treinta y cinco títulos: ‘Ciudad marcada’, ‘Gente brava’, ‘Prisa para morir’, ‘Sustituto para morir’, ‘Eran cinco diablos’, ‘Cruces para los muertos’, ‘Bellezas para morir’, ‘La ley ha muerto’, La viuda negra’, ‘Las estrellas también mueren’, ‘La caricia del cáñamo, ‘Vasallos del mal’, ‘Agente Pinkerton’, ‘Seis balas de plomo’, Rancho Calamidad’, ‘Texas siempre gana’, ‘La aventura del átomo’, ‘Senda de violencia’, ‘Sangre sobre mí’, ‘Casta salvaje’, ‘Los sheriffs mueren al amanecer’, ‘Nervios de acero’, ‘Muerte a plazo fijo’, ‘El asesino cuidadoso’, ‘Intriga diabólica’, ‘Legado sangriento’, ‘La sombra del ahorcado’, ‘Sin piedad’, ‘La ciudad del crimen’, ‘Corazón violento’, ‘La guarida del hampa’, ‘Bueno con revólver’, ‘El peor hombre de Kansas’, ‘Muerte entre tus brazos’ y ‘Sombrero rojo’.

     Adelina Bello, hermana de Pepín Bello (secreto factótum de la creatividad de varios de los míticos residentes de la calle del Pinar), escribe ese año una obra de teatro y varias narraciones breves que no llega a publicar. Juan Buj, natural de Orrios, escribe siempre con una intención moralizante, a veces con el seudónimo de Rusticus, y la editorial de Bilbao Desclée de Brouwer le publica las novelas ‘Miriam’ y ‘El pregonero de Cristo’, veintiséis años después de su muerte. Vicente Blasco, autor de coplas populares compuestas en el habla dialectal de su lugar natal, Alquézar, no para ese año de entretener a sus amigos con su producción, en la que pone en solfa sucesos y personajes locales. Juan Bolea, escritor gaditano de intrigas criminales, llega a Zaragoza cuando Buñuel recibe la palma de oro en Cannes y los falangistas reniegan de la película.

     Miguel Buñuel Tallada, guionista, crítico cinematográfico y actor en varias películas, publica para la editorial Doncel ‘Manuel y los hombres’, literatura infantil que sitúa en Zaragoza, y realiza el guion, junto a Florentino Soria, de ‘El hombre del expreso de oriente’ (Francisco Borja Moro), un lacrimógeno filme navideño. Carlos Caba, que escribe en ‘El pueblo gallego’, de Vigo, o ‘La voz de España’, de San Sebastián, se jubila en 1961 del ejercicio de inspector y dedica todo su tiempo al periodismo y la literatura. Rosa María Cajal, que firma multitud de novelas de carácter sentimental con los seudónimos de María Morgan, María Martí o Mónica Villar, es finalista del premio Nadal con su novela ‘Juan Risco’ y es autora de más de cien obras para Bruguera, de las que en 1961 escribe ocho: ‘Noche decisiva’, ‘Fuego peligroso’, ‘Se busca a una mujer’, ‘Trampa de humo’, ‘Hasta el fin’, ‘Cadenas de fuego’, ‘Asombroso despertar’ y ‘Volví desde las sombras’. Y Carlos Clarimón, escritor de novelas populares que firma con los seudónimos de Charles Clark, Rob Joyce o Red Lowell, escribe ese año ‘Aquel día’, ‘Hombre a solas’, ‘La máscara de cera’ y ‘Jamás te olvidaré’.

     El narrador y traductor Vicente Cazcarra es detenido, torturado y condenado en 1961 a diecisiete años de prisión por sus ideas comunistas, obteniendo la libertad condicional seis años después, cuando Buñuel está desarrollando el guion de ‘La vía láctea’ con Jean-Claude Carrière. También Ramón Pérez de Ayala glosa en su libro ‘Amistades y recuerdos’ la figura del narrador zaragozano Julio Cejador. Por su parte, Gregorio Checa, sacerdote y periodista, sigue dando clases de humanidades en un célebre colegio privado de Zaragoza.

      ¿Qué queda, hoy, de ‘Viridiana? La sangre que nos inyecta Buñuel sin que nos demos cuenta, una sangre hecha de cerezas maceradas en un alcohol muy fuerte y muy puro. Las esquinas que ha construido como humo de leña subiendo del fondo de un patio. La delicada araña extendiendo sus patas por encima de un mapa como un pianista sobre las teclas, el mapa de una España invertebrada, la España de todos y de nadie. Inexorablemente el tiempo somete a una perpetua y angustiosa transformación a los seres y a las cosas. Pero hay ciertas experiencias que revelan la existencia de un orden liberado del tiempo. El tiempo puede ser recobrado, o –incluso- abolido. En nuestro presente están asismismo las edades de nuestra vida. La vida de Viridiana es su presente. Y su tiempo lo determina.

     Son las escenas, barrocas y controvertidas, de una protagonista que adopta, a fin de cuentas, la tesis fundamental de Darwin: no sobrevive el más inteligente, ni el más fuerte, sino el que mejor se adapta a los cambios. Porque Viridiana, siempre Viridiana, esparce sobre la cama de don Jaime un puñado de cenizas. Porque Viridiana aprende a ordeñar una vaca de la mano del peón de la finca. Porque Viridiana, sonámbula, juega con los hilos de su labor frente a su atónito tío. Porque Viridiana acude a la habitación de su primo Jorge con una expresión de aire casi desafiante. Porque Viridiana reza en su cuarto tras el suicidio de su tío. O porque la hija de la criada arroja a la hoguera la corona de espinas. O ese juego final del tute, como último giro de la partida. Bien lo dice el dicho popular, tan del gusto buñueliano: “Al guiñote y a la taba se murió el que me ganaba”.

     Y san Pedro, corresponsal de ‘El pollo urbano’ en el cielo, nos informa que Luisico no está de acuerdo con muchos de los libros editados en este año del treinta aniversario de su muerte, que a algún lumbrera le metería su libro por donde le cupiese, aunque le cupiese mal (el de Gibson es de… ¡mil páginas!), y le gustaría pasarse por la redacción pollera para tomarse unos vinos con nosotros y ofrecernos una hipotética tercera parte de ‘La España de Viridiana’, o sea, ‘La Calanda de Viridiana’, pues, afirma, “sois los que mejor me entendéis, que Dionisio hizo una película que me gustó mucho –y que nadie se ha molestado en ver, con guiños a ‘Hamlet’, a ‘El ángel exterminador’, a ‘Viridiana’- y Antonio Tausiet me estudia de modo certero, siempre sobrio, sin alharacas ni falsos testimonios”. No hay duda de que la marca Teruel es el amor. Y el jamón. Como Calanda es la tierra de los vivas a melocotones y milagros, a sordos y cojos. Pues eso: ¡Vivan las caenas!

Artículos relacionados :