El circo y su ¿incierto? futuro

Por Germán Oppelli 

  La empresa propietaria del Ringling & Barnum cerrará sus puertas el próximo mes de mayo, según anuncia su director general después de casi siglo y medio de vida, debido, al parecer, a la disminución de la venta de entradas.

   Si a esto sumamos el aumento de los costes del espectáculo, el resultado ha hecho que sea un negocio insostenible. El multinacional Circo del Sol anuncia la reducción del número de sus programaciones, que pasan de treinta y dos compañías a únicamente seis. Cada vez, por otra parte, son más los municipios que se declaran “libres de circos con animales”, restando brillantez al espectáculo con el consiguiente perjuicio económico. Modestos circos familiares, además, recorren la geografía española ante la indiferencia del público…

  Bastantes décadas nos separan de cuando el circo era un espectáculo de multitudes, donde el público se apiñaba en incómodas gradas y renqueantes sillas asistiendo, fascinado, a un desfile de artistas y animales que todos acordaron llamarle “el mayor del mundo”. ¿Qué es lo que ha motivado este lento, pero continuo, desinterés? Ya a principios de la década de 1970 tuvo un toque de atención. Los empresarios empezaron a buscar fórmulas que evitaran ese incipiente alejamiento.

  Por algún tiempo se hizo tándem con las variedades y el resultado fue decepcionante. También se incorporaron -en otro vano intento- “juguetes rotos” que habían destacado en otras especialidades y que se encontraban en las pistas circenses como un pato en un garaje. Para reducir gastos, asimismo, se suprimió la orquesta. La rifa, vaya por dios, porque molestaba. Se probó un circo agresivo, incluso, donde los espectadores eran incordiados. Muñecos de cuentos infantiles y de televisión eran en sus formaciones el pan de cada día. Volvieron a los grandes “chapiteaus” antiguas pantomimas…

  Como no faltaba ya nada por probar, definitivamente, se culpó a los payasos habladores de que rompían el ritmo del programa. Se les sustituyó por clowns parodistas con entradas de principios del siglo XX que cogían al público fuera de onda. También aparecieron solitarios augustos de palmas y pitos con similar resultado.

  Actualmente, y siguiendo una costumbre foránea, se suprimen o enmascaran cuerdas y alambres por el caracoleo de telas y sedas. También se habla de poner música sinfónica para las actuaciones. Pero… ¿no estaremos poniéndonos de espaldas a una realidad cíclica? El circo, a mi modo de ver, sí que interesa, pero en actos y fechas puntuales. Mucho me temo, sin embargo, que solo son dos o tres los que tienen interés para el público.

  ¡Ay, payasitos, payasitos! ¿Qué fue de vuestros diálogos de doble intención que sacaban a la luz una situación política y social? ¡Ay, payasitos, payasitos! ¿Adónde quedaron aquellos brillantes fandanguillos con saxo y trompeta que llenaba la carpa de olés? ¡Ay, payasitos, payasitos! ¿Qué pintáis vosotros en todo esto?

  ¡Siempre ha habido clases!

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