El paraíso de los catetos

    Si durante el año la ciudad se va caracterizando día a día, por una mediocridad aplastante en materia cultural parece que los integrantes del cado de la Calle Torrenueva  25 y adyacentes, esperan la llegada del  Pilar para sacar a la calle lo más cateto que han ido cociendo durante el año  y,  lo que es peor, con la pretensión de que están poniendo a la ciudad y a las fechas en el mismísimo centro de España, Aragón y Rioja como una ciudad  capaz de aplacar la sed cultural de los viajeros que, desgraciadamente nos visitan, casi únicamente,  bajo el magnético polo pilarístico.

    Creo que son ellos, los curas, los que deberían organizar las fiestas del Pilar y doña Sara, debería aprovechar estas fechas para dar vacaciones a  toda la marabunta de empleados y asesores  culturales municipales a tenor del escaso contenido en masa gris que destila el Torreón Fortea con su capitán David Lozano al frente.

   La mamarrachada de este año  que  nos ha hecho conocidos en todo el mundo de habla hispánica y revolcarse de risa a media Uropa, ha consistido  en crear una atracción barata (para los coloreadores aunque imaginamos carísima para los divulgadores)  y de enorme éxito bolinguero, tal cual son  las gilipolladas goyescas colocadas en algunos  espacios del centro de la ciudad. Moñacos  que, por cierto, habría  que multiplicar porque no se les puede privar a los jóvenes beodos de los barrios periféricos del placer de meterle una patada al monstruoso goya de fibra de vidrio coloreado  con mayor o menor fortuna , y partirle el pincel, el brazo, la cabeza o, simplemente, meterlo acompañado de canciones de borrachera de peña  juvenil pueblerina en un contenedor de basura. La democracia es participativa, señores del Torreón. 

    Y a los destrozos tienen también derecho los muchachos de los barrios periféricos. ¡Vaya melonada que habéis conseguido para celebrar el aniversario de  Goya, chavales!

    ¡Qué triste y cateta manera de ofender al genio de Fuendetodos en su 275 aniversario!