A modo de presentación / Jesús Sáinz


Por Jesús Saínz

     Viajando hace unos días con mi amigo, y director de esta revista, Dionisio Sánchez, surgió en la conversación la posibilidad de que me ocupara de una sección de ciencia, y no solo parda, en El Pollo Urbano.

 

    He pensado que el primer texto escrito específicamente para la sección debería tener el tono de una presentación, ya que no una declaración de intenciones porque en la práctica éstas suelen ser cambiantes.

    En las últimas décadas, la ciencia ha pasado a ser objeto del interés del público, y por tanto periodístico. Lo cual se refleja en que todos los medios de gran difusión incluyen secciones dedicadas a ella. Me imagino que esto se debe a que la influencia de la ciencia en la vida cotidiana es cada día mayor y ha captado un espacio en el imaginario colectivo convirtiéndose en una necesidad informativa y en un referente para el mundo del entretenimiento. Los análisis genéticos/genómicos forman parte rutinaria tanto de las novelas como del cine y en las series de televisión han llegado a crear el sub-género de la investigación criminal forense.

   Esto hubiera sido difícil de imaginar hace aproximadamente un cuarto de siglo, cuando en 1984 Alec Jeffreys en la Universidad de Leicester (Inglaterra) hizo público el primer método para generar perfiles de muestras de DNA que identificaran inequívocamente al individuo al que pertenecían. El método dio lugar, dos años después, a la primera aplicación de la genómica para el descubrimiento de un asesino y la exoneración de un inocente simultáneamente. La historia tiene su interés, así que la resumo con brevedad.

     En 1986 se encontró el cadáver de una colegiala en Narborough. Tenía 15 años y había sido violada y estrangulada. Un hombre fue arrestado y éste confesó el crimen. Pero… Se había cometido un crimen similar 3 años antes del que el arrestado se negaba rotundamente a declararse culpable. La policía había oído hablar del método de Jeffreys (hoy Sir Jeffreys) y le pidió ayuda. Las muestras de semen recogidas en los dos asesinatos eran idénticas genéticamente. Se deducía que el autor de los dos crímenes era el mismo. Lo asombroso era que no pertenecían al presunto asesino confeso. Era uno de esos personajes, comunes en la novela negra, que gustan de acusarse a sí mismos. Por primera vez en la historia un hombre era absuelto gracias al DNA. Naturalmente la policía, insatisfecha, quería detener al culpable. Decidió analizar por requerimiento legal todas las muestras de los 5,500 hombres que residían en el área del crimen. Decepcionantemente ninguna coincidía con las del violador asesino. Así estaban las cosas cuando llegó a oídos de la policía la historia de un hombre que, sin vivir en el área, había suplantado a uno de los residentes, Colin Pitchfork, a petición de éste. Pitchfork fue arrestado y confesó los dos crímenes. Las muestras de DNA tomadas en las escenas del crimen coincidían con la suya. Caso resuelto.

     Creo que otra de las razones del interés de la sociedad por la ciencia es su gran implicación en la economía de la que representa una parte substancial. Desafortunadamente, esta afirmación no aplica a España, que sigue en la cola de la producción de patentes dentro de los países desarrollados. En las últimas décadas, la mayoría de los nuevos puestos de trabajo, riqueza y crecimiento en EEUU se crearon en los ámbitos del conocimiento y la tecnología digital. El coste de inversión fue del 0.2% del PIB mientras que las empresas creadas representaron el 17% de la actividad económica. Actualmente hay analistas que predicen que la biología será pronto el motor principal de la economía global.

    Los ámbitos en los que se desarrollan la ciencia son muy amplios, por no decir ilimitados, un término que, junto al tan de moda “absoluto”, siempre me ha parecido exagerado. Estos ámbitos no se restringen a actividades forenses o económicas como las previamente mencionadas. El ejemplo siguiente puede ilustrar esta afirmación.

     Recientemente se ha publicado un estudio donde parece ser que se demuestra que la longitud de los dedos en el hombre indica la longitud de su pene: cuanto más corto es el dedo índice, más largo es el pene. El ratio dedo índice/anular en los varones ha sido asociado previamente con varias características biológicas, incluyendo el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades como el cáncer de próstata. Este ratio parece depender de los niveles de testosterona prenatal y de la sensibilidad del receptor de andrógenos, ambos factores clave en el desarrollo del pene. Según los autores del estudio, niveles altos de andrógenos prenatales son responsables tanto de ratios pequeños entre los dos dedos mencionados como de penes grandes.

     Como pueden ver los lectores, los caminos de la ciencia son impredecibles. Espero que en sucesivas ediciones de esta sección encuentren la variedad suficiente como para despertar su interés.