El Moncayo, los eclipses de Sol y la protección de la montaña


Por Eduardo Viñuales Cobos y Roberto del Val.

Pocos saben que el 18 de julio de 1860, astrónomos venidos de toda Europa se reunieron en el Moncayo para observar un eclipse de sol total. Conviene recordarlo porque el 12 de agosto de 2026 se prepara en esta parte de España otro acontecimiento igual. Y porque en el 2027 se celebrarán los 100 años de protección del Parque Natural del Moncayo.

 

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

Escritores y naturalistas de campo.
En X: @EduVinuales @rdelvalta

     Entre los diversos senderos que nos acercan al techo del Moncayo, hay uno que es el más transitado por los caminantes y peregrinos que ascienden hasta lo más alto en busca de abrazar los cielos que rayan su cumbre. Se trata del camino que arranca en el Santuario y que nos ofrece la alternativa más clásica, corta, fácil y segura para hacer cumbre.

    Pero la historia del trazado de este camino hoy tan hollado nos remite a un pasado relativamente reciente, y a unos hechos que justificaron o propiciaron su construcción hace ya siglo y medio. Y es que en un altar como éste, erigido por encima de todo el paisaje y la naturaleza circundante tenía que ser un hecho excepcional el poder observar y estudiar desde allí un acontecimiento tan especial como el que fue un eclipse total de sol. Pero para verlo y analizarlo a conciencia, antes se tuvo que abrir una vereda y construir una caseta de piedra en lo más alto, máxime si se quería lograr cierto éxito en tan importante observación científica, considerando que era instante de corta duración donde sería precisa la concurrencia de varios observadores provistos de los instrumentos apropiados.

     Según aparece recogido en la prensa escrita y en diferentes documentos de la época, el día 18 de julio de 1860 se iba a producir ese gran eclipse total de sol que podría verse en España en una franja entre Bilbao y Valencia. La Academia y el Real Observatorio de Madrid organizaron dos expediciones, una de las cuales tuvo como destino el Moncayo, porque consideraron que este monte era uno de los mejores sitios para su observación. El suceso despertó el interés de numerosos científicos de todo el mundo que se desplazaron para observarlo a nuestro país: alrededor de 89 astrónomos procedentes de 12 países.

    Reunidas las Comisiones de Madrid y de París, la observación del eclipse de sol de 1860 acercó hasta la cumbre del Moncayo a los más destacados físicos y astrónomos de la Europa de aquel tiempo, desde el famoso León Foucault -que ha pasado a la historia por el experimento con el péndulo que lleva su nombre-, hasta Le Verrier -descubridor de Neptuno-, o los directores de los institutos astronómicos de Berlín, París, Leipzig, Roma, Lisboa o Bruselas.

    La expedición al Moncayo estuvo dirigida por Eduardo Novella, primer astrónomo del Observatorio de Madrid, quien escribe en un informe: “El Moncayo me pareció un buen punto de observación, no sólo por su inmenso horizonte sino por la diafanidad de la atmósfera que era de una pureza admirable… y eso aún a pesar de las dificultades para establecerse a más de 2.000 metros en una cumbre combatida por los fuertes vientos donde no hay ni agua, ni leña, ni abrigo alguno”.

El camino a la cumbre, una vereda para observar el eclipse solar de 1860

    Novella se trasladó durante un mes hasta el Santuario de la Virgen del Moncayo, donde inicialmente había previsto situar el lugar de observación, pero pronto se dio cuenta de que la ladera del monte impedía llevar a cabo su propósito ya que ésta ocultaba todo el horizonte oeste y parte del sur, y entonces decidió que era mucho mejor establecer el observatorio en la misma cumbre del Moncayo. Así que determinó que se abriera una senda o vereda desde el Santuario hasta la misma cima con el fin de facilitar la subida de los materiales e instrumentos necesarios: telescopios, anteojos, micrómetros, barómetros, material meteorológico, cámaras fotográficas de placas, un teodolito para determinar la latitud… Y también ordenó que se construyera una caseta en la cumbre que sirviera de observatorio astronómico. Los trabajos de apertura y realización del sendero los llevaron a cabo las gentes de Lituénigo, Tarazona, Añón y San Martín, que dejaron su impronta en éste itinerario o sendero del eclipse.

   Pero en el último momento, todo el plan deseado se vino abajo, y hubo que cambiarlo. La caseta de piedra con techo de madera se hundió, y para evitar problemas ya no se reconstruyó. Se edificó una nueva, pero ya cerca del Santuario donde se instalaron los instrumentos y la parte meteorológica.

     La mañana del 16 de julio del año 1860 hubo una gran tormenta en la zona, y al amanecer del día 18 la cumbre del Moncayo estaba cubierta por una densa y húmeda niebla que impedía la visión. Ante el problema de no poder observar el eclipse, parte de la expedición se trasladó al llano, quedando el resto en el Santuario. En una zona elevada cerca de Tarazona, donde el cielo estaba despejado, pudieron llevar a cabo los trabajos de observación. También los que se quedaron en el Santuario finalmente pudieron verlo en parte, ya que en el instante preciso las nubes levantaron y despejaron los cielos. Fue este el primer eclipse en el que se fotografiaron las protuberancias solares.

     Pero recientemente hemos conocido que hay algo más que documentos de aquella expedición de sabios al Moncayo. Ismael González, agente medioambiental del Ayuntamiento de Tarazona, nos relató el hallazgo de un grafiti aparecido en una columna del Monasterio de Veruela que hacía referencia a la subida al Moncayo de 1860 con motivo del eclipse de sol. Un tiempo después, acudimos a dicho monasterio para ver y fotografiar dicho grafiti. Allí, en el claustro, nos recibió y guió Luis Gracia García, encargado del monasterio, quien nos relató que en octubre de 2017 el historiador y experto en grafitis Manuel Palencia se presentó en Veruela con el fin de estudiar la posible aparición de huellas del paso de Gustavo Adolfo Bécquer. La sorpresa no apareció en relación al poeta, pero si en lo relativo a este eclipse de sol. Una columna que separa el claustro de la sala capitular reza, según su transcripción: «EXPEDICIÓN A MONCAYO EN EL ECLIPSE DE 1860. /MA/OM/PM/G/A/JM/CB/RB/JV/OO/JV/J/JK”, aportando las iniciales de nombres y apellidos de algunos miembros de aquella expedición, que fueron: Eduardo Novella Contreras, Tomás Ariño, Manuel Sáenz Díaz, Valero Causada Labastida, Constantino Ardanaz Undabarrena, Celestino Olózaga, Jean Chacornac, León Foucault; Nicolás Auguste Tissot, Urbain Le Verrier, Karl Chistian Bruhns, Emile Etienne, Alfred Gautier y Mr. Auerbach.

   Otro día hablaremos más del eclipse y de qué manera se protegió de forma pionera en España la montaña del Moncayo: primeramente, como Sitio Natural de Interés Nacional el 4 de agosto de 1927, y más tarde como Parque Natural.