40 Aniversario

    Si en España es muy difícil  que un medio de comunicación (por fin parece que a nuestros detractores les ha entrado el supositorio) cumpla 40 años, que vamos a decir de lo que ocurre en Aragón, nuestra tierra.

    Y ya hemos pasado (cuando cumplimos los 30) por las horcas de tener  casi pedir perdón por existir. No lo hicimos entonces ni lo vamos a hacer ahora. Estamos más decididos que nunca a cantarle las cuarenta al rosario de la aurora.

   “En estos cuarenta años las cosas han cambiado mucho y nuestra publicación se ha erigido como un observador atento que ha intentado dar herramientas para el pensamiento crítico. Sin análisis sobra todo. La falta de reflexión es uno de los males de nuestro tiempo”

    “Por eso, tal vez, sea más difícil ahora, porque un porcentaje muy alto de la gente, sobre todo en los menores de cuarenta años, se da por satisfecha con la información superficial. Es necesario profundizar más”

     Y como no podía ser menos, hacemos nuestras las certeras palabras de nuestro subdirector:  “Decididamente, falta criterio y se tiene miedo a molestar. Un autor importante que falla no debe ser elogiado ni ignorado. Sin embargo, se prefiere ignorar a polemizar. La crítica es una labor que debería estar mejor considerada. Y no lo está por culpa de quienes ejercen la crítica. Falta preparación, compromiso, adecuación, liderazgo, discurso estructurado para plantear nuevos caminos. La crítica se ha convertido en una acción dentro del proceso cultural residual, parasitario. A veces, superflua e inoperante. Es cuando todo se reduce a tres frases hechas y una postura inamovible y sumisa, que huele a naftalina y retórica barata.

   Parece mucho más reconfortante soltar ditirambos, regocijarse en los probables aciertos en vez de señalar los posibles desastres. Si a esto unimos el reducido espacio que un crítico suele tener a su disposición, por no hablar del mínimo pago, buscarse enemigos no entra en sus planes. Craso error, maldita sea, porque, de principio, se pierde el contraste, la capacidad para distinguir entre lo bueno, lo malo y lo regular. Se evapora también la confianza del público lector -u oyente-, harto de tragarse hipérboles. Se renuncia, pues, a la posibilidad de aconsejar a los artistas: al no existir apenas crítica, se multiplican las obras descerebradas, que repiten todos los errores antiguos y, en el peor de los casos, algunos nuevos”.

    Felicidades a nuestros lectores porque sin ellos nada de esto hubiera sido posible. Gracias.