Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com
Nunca hemos dejado de ser una sociedad tribal. Las energéticas son una tribu potente. Las farmacéuticas, otra.
Las familias políticas que hay dentro de los partidos, son tribus. Los colectivos nacionalistas más o menos radicales, tribus que se agrupan, o no, en naciones.
Pero al ciudadano que se cree “del mundo”, le han enjaretado una milonga monstruosa, para que no se aglutine en una tribu: que el ayuntamiento, la comunidad autónoma, el gobierno del Estado, la comunidad internacional, le representan. Pues no, más bien representan los intereses de otras tribus, no los tuyos, inocente.
Mira, chaval o chavala, búscate una tribu donde te sientas bien, comprendido/a y protegido/a. Y luego ya… Porque, por intereses oscuros que no son los tuyos, se quiere asociar “tribu” con “organización delictiva”, confusión tendenciosa que no oculta las redes de enorme corrupción que hay en algunas instituciones y organizaciones “respetables”.
Desde un punto de vista cosmopolita, esto puede parecer un discurso involutivo, pero no lo es. ¿O lo es sentirse a gusto y protegido? Porque eso no es incompatible con tener pasaporte y viajar por el mundo, por ejemplo. Ni con el Contrato Social. Pero te defiende de la burocracia, de las tribus “establecidas”, de los caos provocados repentinamente. Es decir, te ampara.
La organización tribal, demonizada en el lenguaje y en su acepción académica, no es más que una sindicación de individuos para defender sus intereses, lícitos en general, que fomenta y mantiene la más absoluta lealtad entre sus miembros. Nada malo, ¿no?