Por José Luis Llera Gil
Ya hace mucho tiempo en que mis artículos en EL Pollo Urbano como en los otros medios en los que me honro en escribir comienzan de la misma triste manera.
Es casi improcedente hacer caso a las versiones que de los hechos que acontecen nos facilitan los tertulianos y los periodistas ya que en todo momento se contradicen. Les falta mucho mundo, por no decir formación.
Me refiero ahora al tema del volcán de la Isla de la Palma en el que pululan a su alrededor miles de científicos. La mayoría de ellos, salvo en muchos casos en los que éstos forman parte de empresas y poquísimos de Organismos de Canarias, proceden de distintos lugares de la Geografía española que se han trasladado cerca del volcán en erupción para enriquecer su curriculum vitae ya que en su vida profesional no han tenido otras oportunidades para conocer in situ lo que es esta triste realidad, que ellos no han vivido nunca hasta ahora.
Son muy chocantes los periodistas que trasmiten el avance de los ríos de lava, citando también el número de metros o kilómetros que restan para que ésta llegue al mar, las veces que se abren nuevas bocas del volcán, la altura que alcanza la columna de humo y gases que salen del mismo, las casas y múltiples edificios públicos derruidos por la lava, las Has, quemadas, el terreno agrícola quemado y , las naves y dependencias colectivas de la zona, etc. que casi nunca coinciden con los datos facilitados por unos y por otros científicos.
Nos causa tristeza además la llegada a la Isla de periodistas que circulan por ella dando la sensación de que su presencia es casi obligada y porque su fama les obsequia cada año con unas vacaciones gratuitas y han de demostrar el “cariño” que tienen hacia esa pequeña isla y sus palmeros.
Otro error que soportamos los ciudadanos de a pie son las definiciones derivadas de la erupción y que parece como si se hubieran puesto de acuerdo las personas que trabajan en el entorno del volcán. Utilizan palabras técnicas que nunca las habíamos oído.
Otro aberrante caso son las promesas de envío de dinero por parte del Gobierno para los damnificados que no les llega nunca, las quejas lógicas de ellos y se detecta otro hecho, incalificable, cual es que no se nos facilite la cuantía a la que asciende la colaboración ciudadana de los españoles. Es decir los ingresos en las Ctas. Ctes. abiertas a este fin. No la sabemos todavía, cuando este dato facilitaría el aumento de las aportaciones.
No es fácil ni mucho menor la vida que en la actualidad soportan los palmeros, gente muy llana y sumamente sufrida, y que nos entristecen enormemente al decirnos siempre que no les olvidemos. Sin duda recordando otros lugares que aún están esperando a que les lleguen las ayudas prometidas por un Gobierno del Estado, hoy en día tremendamente mentiroso.
Quiero dejar al final la destacadísima intervención de los voluntarios, personal de UME, bomberos, Guardia Civil y otros similares, que son los auténticos héroes de esta triste situación que esperamos no se prolongue demasiado y que pronto esta Isla pueda recibir a sus habituales turistas y no a los muchos curiosos que ahora la visitan, para ver en erupción a este volcán, con una vida de miles de años.