La importancia de la risa


Por Miguel Clavero

   Siempre he valorado el buen humor en la gente, lo cómico, la risa y hasta el cachondeo.

  Sobrevaloro  esa especial inteligencia, y admiro a esas personas, que son capaces de arrancarte  una carcajada y/o  ‘partirte’ de risa.

  Es por ello, que siempre he querido ser un poco payaso e  identificarme de pleno con ese colectivo de individuos que le  hacen la vida más fácil a los demás, desde la risa. 

   No cualquier chiste, pues tienen que tener una serie de características: que tengan  vínculos con aspectos de la realidad cotidiana que normalmente vivimos todos; que sea un puntito  surrealista y que tenga un toque absurdo.  Bueno tampoco vamos a ponernos a teorizar sobre cómo tiene que ser un relato gracioso. Ya habrá mucho escrito al respecto. 

   Cuando era joven me llamaban “el sencillo”.  Un mote ‘gracioso’ como otro cualquiera, con el que te hacen cargar tus amigos, te guste o no, adquirido  —supongo que por méritos propios—  durante aquellos  maravillosos años de vino y rosas, dónde las juergas universitarias de los ‘malos’ estudiantes, se combinaban a la perfección con otro tipo de juergas y otras compañías. Un universo de risas y de cachondeo que hoy en día añoro por haberme convertido en una ‘persona adulta’.

   Tiempos locos de juventud de los  que sólo queda la nostalgia por haber reído tanto y habérnoslo pasado tan bien.

  Siempre he pensado que el hacerse adulto es un rollo y un aburrimiento que nos perseguirá hasta el día de nuestra muerte.  Qué poco rock and roll y cómo han menguado todas esas risas que antes nos echábamos cuando te haces mayor.  Y cuánto más viejo me hago, más me reafirmo en esa afirmación. 

  Pero bueno, que me despisto. El  mote hacia alusión, quizás, a mi supuesta simplicidad de criterio ante aspectos o acontecimientos cotidianos que compartíamos entre compañeros de universidad y amigos, muchas veces relacionados con cuestiones  políticas o con temas sociales. Pero personalmente creo que era una forma de sintetizar, desde un afán  pedagógico, la idea, el concepto,  con el objeto de hacerlo comprensible, accesible a todo el mundo.  Como queriéndolo hacer universal. Y de ahí al chiste sólo hay un paso. Y también a la frivolidad, claro…

  Pues eso: hacer las cosas como, ‘el sencillo’. Y ahí estábamos: sentados en la cafetería del edificio interfacultades de la Universidad de Zaragoza, siempre con una cerveza entre las manos y ávidos de cambiar un mundo que no nos gustaba. De esa guisa, no  podíamos prescindir del ingenio y la sabiduría que conllevan un buen chiste al respecto.

  Y ya que estamos hablando de  ‘chistología’ observemos  si podemos extraer ‘vida graciosa’ en el convulso panorama político que actualmente presenciamos, en donde los unos intentan poner un poco de orden y otros se limitan a  entorpecer las cosas anteponiendo intereses de partido antes que el  el bien común, prioridad que debería exigírsele a todos nuestros gobernantes y oposición política, (dicho sea de paso) con más motivo ahora, dentro del estado de alarma en el que nos encontramos.

  Poca risa hay en esa circunstancia, vive Dios…

   Pero la respuesta es sí.

     La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en este sentido, es una fuente inagotable de todo tipo de polémicas  surgidas en sus innumerables intervenciones en los medios de comunicación;  polémicas que han derivado, para satisfacción y regocijo de los que valoramos el humor, en todo tipo de chistes, o como resaltan ciertos medios: las Ayusadas de Ayuso.

   Ahí el Gran Wyoming supo extraer ese plus humorístico al definirla como: “nuestra señora del sagrado bocata de calamares”.  Amén. 

     O cuando quiso convencer a sus “señorías” que la pizza le gusta mucho a los niños.  Surrealista,  absurdo y anclado en la realidad. Tres condiciones humorísticas.   Enternecedor: el perfecto caldo de cultivo para un buen chiste.  La reina haciendo de bufón. 

  No vamos a enumerar todas las intervenciones de la señora con derivación humorística, pues daría para otro artículo, pues fecunda es ella en todo tipo de ocurrencias disparatadas.   

   De algún modo,  y salvando las diferencias me recuerda a aquel adolescente tardío que fui yo mismo alguna vez y, que seguramente, lo fueron durante el resto de sus alegres vidas Groucho  Marx, o Woody Allen, y muchos otros; que hicieron desde su inocencia virtuosa, hecha  arte, una forma de enfrentarse a la dureza de la vida y nos enseñaron a tomarnos las cosas a cachondeo, que es la única manera de vivir cuerdo, despierto y en serio.

   Sin humor, todo esto es insoportable. 

   Supongo que por esta razón, Pablo Iglesias no quiso ofenderse cuando Marcos de Quinto, de Ciudadanos, le llamó ‘payaso’ y éste le respondió: “y a mucha honra”.

  Así que… Nos hacemos de ‘payasos sin fronteras’, o qué, compañero…

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