Ying y Yang / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/

     Fruto de la mejor distopía de Orwell, Huxley, Bradbury, Saramago, Burgess, y tantos otros maestros que supieron escribir de profecías capaz de inquietar…

…al más templado, hemos entrado de lleno en aquellas atmósferas que tan bien supieron expresar a través de la literatura, aunque esta vez, la ficción se queda fuera del escenario y la cruda realidad se adorna de una eufemística nueva realidad.

    Es nuevo, ciertamente, acostumbrarse al miedo como elemento diario de nuestra higiene mental. Es nuevo también recelar de los cuerpos o ansiar la consiguiente distancia de seguridad. Son malos tiempos para el amor, pues nada sería ese sentimiento si no estuviera acompañado, a dios gracias, de los roces carnales y tocamientos varios, en función siempre de la temperatura emocional que el enajenamiento amoroso procure. Es también novedoso, incluso, si me apuran, asaz ridículo, vernos emboscados por una gran panoplia de mascarillas de variado cuño. Parecemos atracadores de incógnito o agitadores de primera línea sin cóctel molotov que llevarse a las manos.

   No, la tropa de enmascarados en que nos hemos convertido es poco agresiva. Yo diría que nada valiente. Muy cobarde, apurando el término. Sólo así se podría llamar a aquellos que caminan por un espacio abierto, sin humanos a la vista a mas de varios kilómetros a la redonda, provistos de la dichosa mascarilla (que, además, y oído lo dicho y leído lo publicado, no está claro de lo que protege o no). Claro, que también podría ocurrir que la gente es muy obediente en general. Es tan obediente, que el ejercicio de decidir se delega en las órdenes que llegan de arriba, pues ya se sabe que, si lo dicen los de arriba, razón tendrán, y resulta mucho más cómodo obedecer que tomar decisiones. Entramos así en un bucle maléfico: por un lado, aceptar a regañadientes lo que se nos impone, eso sí, poniendo a parir por lo “bajinis” (ya no valen las conversaciones al filo de la barra con la cerveza a mano) a todo cuate del gobierno, y por otro, entrar en la miseria moral de aprovechar la maldita pandemia para hacer política de la peor estofa, llamando asesinos a gente que le ha tocado la china de tener que gobernar con lo que está cayendo. Me jugaría a los chinos que estos a los que se critica con tanta saña, si hubieran tenido la mínima idea de lo que estaba por venir, habrían puesto poco empeño en gobernar. Y añado, a todos los colores del espectro político les hubiera temblado el aparato genital sin distinción de sexos y hubieran escurrido el bulto (sin connotaciones machistas), pero claro, es muy fácil echar la culpa de los muertos para sacar pecho e invocar al pasado en nombre de no se sabe muy bien de qué conceptos patrióticos. O sí, claro que están claros. Demasiado. A estas horas de la copla nadie se llama a engaño. Volvemos a la rancia tradición de que el que no está conmigo está contra mí. Poco hemos aprendido.

    Al menos, hemos aprendido, y comprobado, que aquella flamante Sanidad Pública, de la que algunos presumían de ser la mejor del mundo, se ha mostrado como lo que es, un sector en crisis, sujeto a los recortes insensatos y sobredimensionado en sus carencias, que no en sus resultados. Siempre la dicotomía entre lo público o privado. También hemos aprendido que la derecha ultramontana, y no tanto, es capaz de copiar de la izquierda todo aquello que se ha demostrado útil en las luchas sociales. Me refiero, sin ir más lejos, a las humildes caceroladas. Ya empezó la rancia dreta secesionista a practicarla para atosigar al charnego. Ahora, son los liberales de libertad bajo rejas los que tocan por las tardes sus utensilios domésticos en un concierto al que tienen todo el derecho, faltaría más. Pero, se ha conseguido establecer zonas nacionales en función de cuánto ruido hagan. Es fácil encontrar que, cruzando sólo una esquina, el recital cambia, o simplemente no existe y esto facilita mucho las cosas para conocer mejor la famosa Campana de Gauss. Además, para un melómano avezado, su oído le permitirá descubrir si los instrumentos utilizados son de acero inoxidable de marca, o de menaje de tienda de chinos, (que los tiempos están duros para todos, y hay un dicho que reza: eres más tonto que un obrero de derechas (sic) ˗˗con perdón˗˗)

     En definitiva, que, si no gusta el gobierno, socialcomunista, como se le llama tanto en cierta prensa, pues se le vence en las urnas cuando toque, y mientras, con lo que está cayendo, todos a una para salir del lío. No queda otra que ponernos de acuerdo para salvar a este país. Lo peor está por venir. Iremos viendo que las grandes automovilísticas se van a marchar a sus países de origen, así lo imponen sus gobiernos. Iremos viendo que no estábamos preparados para esta situación, y cuando miles de parados quieran saber qué hay de lo suyo, hará falta más que mascarillas con bandera y sartenes con el teflón desgastado. Otra vez la distopía asomando la patita.

   Si no nos damos cuenta de lo que nos viene encima es que somos o muy prepotentes, o muy ilusos, a partes iguales, y no se sabe qué es peor, si el hambre, o las ganas de comer.

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