Una vieja pandemia / André Sierra


Por Andrés Sierra

        Estoy tomándome una cerveza frente al parque Bruil y me fijo en un magnífico latonero, muy seguramente centenario.

   No sé porqué me viene a la memoria dos frases de Einstein, una: “Hay dos cuestiones que pueden ser infinitas, el universo y la estupidez humana. De la primera no estoy seguro, de la segunda sí”.  A continuación me viene la siguiente frase aludiendo a la mente humana: “Un paracaídas no sirve de nada si no se abre”.

     Siglos atrás, ahora y  en los siglos venideros (si es que el ser humano sigue existiendo) ha habido, hay y habrá gente ha remolque, seguramente sin darse cuenta, que lamentablemente, es el monto gordo.

   Tengo que incluir las religiones. Todas –unas más que otras- tienen como   fin  conseguir el poder; manejando las masas.

   En una conversación que no recuerdo el motivo, estábamos hablando de los pollos, seguramente que mi interlocutor –yo segurísimo- no hemos matado nunca un pollo para comerlo.

   Estuvimos de acuerdo en que mal o bien meteríamos el pollo en la cazuela para cocinarlo, si por circunstancias algún día tocara esa urgencia. El, al menos, en su pueblo vio matar muchas veces pollos a su abuela. Devino la conversación en eso tan sabido de ver correr un pollo sin cabeza.

   Me comentó que nunca presenció esa curiosidad, pero a mi pregunta de si sabía cuanto tiempo se mantenía vivo, no lo sabía. Sí que me dio una explicación –casi científica- del por qué eso puede suceder, aunque ya no la recuerdo. Intuyo que no será mucho… tal vez dos minutos, cinco, no sé. Pero le dije que hay personas de cuarenta años, cincuenta, incluso más, que siguen dando vueltas por la vida sin cabeza.                                            

   Recordé esta conversación mientras miraba el almez frente a mí en el parque. La estupidez humana…menos mal que no vivimos tanto como el latonero, sería mucho más  suplicio para el planeta.

   He escuchado bastantes veces estos días atrás, dicho por sociólogos, que aparte de la pandemia sanitaria viene detrás la otra pandemia tan peligrosa como la primera; la estupidez. Esa gente que en el fondo de su cabeza es incapaz de ver la verdadera realidad, en definitiva como un pollo sin cabeza y  ahí están.

  Endemia, pandemia; la diferencia sólo está en la magnitud del territorio que ocupa independientemente de la gravedad…Ahora en menos de veinticuatro horas podemos estar en las antípodas, con lo cual la primera pandemia se extiende muy rápidamente pero la segunda también.

  Mi conclusión, como digo al principio, no es nada nuevo: la pandemia de la estupidez es viejísima, lleva existiendo siglos y siglos. Y no hay para ella mascarilla ni vacuna y “casi” solución. Baste decir que puede ser la cultura, pero todos sabemos que quien maneja el cotarro no le interesa que la haya, haber si alguien empieza a pensar  y se les va al carajo el sistema piramidal.

  Siempre ha habido y hay gente que dice la verdad con lógica y coherencia (la inmensa minoría), y cierto que intentan los de arriba por todos medios hacerles callar o  al menos que no se les escuche demasiado.

  Desgraciadamente hay que tragar con ello, empatía con los demás; tienen derecho a vivir, igual que yo, pero ¡vaya mierda!.
                                                                                                                                     

                   Cuando venían los demonios

                    a buscarme, nunca me cojían.

                    Yo corría más.

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