De momento… / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
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    No recuerdo casi los días de encierro. Me parecen demasiados y todavía, esto no ha hecho más que empezar.

    Quién nos iba a decir que la contaminación atmosférica se arreglaría sola. Quién podía imaginar que dar la mano acabaría siendo letal. La verdad es que la pandemia nos ha pillado a todos con el calzón bajado. El Ser Humano está recibiendo una lección de humildad, que, si al menos sirviera para rebajar los humos de su soberbia, podría valer de referencia para enmendar errores, pero hay que temer que no saquemos ninguna consecuencia más que el miedo a lo desconocido. En mi artículo del anterior Pollo hablaba de histeria. Eran los primeros signos de lo que luego se ha demostrado como un asunto sobre el que hacer pocas bromas, ¡Ninguna! En un escenario siniestro, los palacios de hielo se han convertido en morgues; se nos clasifica en grupos en función del riesgo; nos encontramos con la cruda realidad de que no estábamos preparados para lo excepcional; morir se hace incómodo. Los que ya sabíamos que nos íbamos haciendo mayores ˗˗aunque nos gustara olvidarlo demasiadas veces˗˗sentimos en la garganta, no ya la tos seca, definitoria de los síntomas de contagio, sino el paquete testicular completo. El virus sobre el que ya nadie habla de su origen, quizás por ser muy fácil caer en la tentación de las teorías conspiratorias, nos ha clasificado sin ambages como material desechable. A partir de los 60, cada día que pase lo tenemos de regalo, esto es, acabaremos como los actores de reparto en una distopía aterradora que sólo aprecia los elementos activos de la cadena de producción.

     La globalidad utiliza sus recursos para aplicar la supremacía de la fuerza, la de los jóvenes sobre los viejos como elemento de selección, como si la natural no fuera suficientemente reguladora de las llamadas clases pasivas, y no deja de ser macabro resignarse y sentarse a esperar que se cumplan las leyes de la productividad, provenientes esta vez de un virus al que no le importa nada salvo su propia eclosión. Curiosamente, se ha venido comentando hasta la saciedad la bondad de un modo de vida que nos hacía longevos, incluso se hablaba de vencer a la muerte.  Ahora es la parca la que vence. ¿En qué quedamos?

    Volviendo a la preparación ante la pandemia, nos asombramos de que falten medios. Éramos tan pardillos por creer que la vaca tenía leche para todos, y ya vemos lo imbéciles que podemos llegar a ser. No se le puede pedir responsabilidad a nadie. Al Gobierno tampoco. Hubiera sido lo mismo desde cualquier gobierno, Puede ser que la clave esté en que el Sistema, en cuanto se pone uno a pensar, es simplemente un castillo de palillos. En cuanto cede uno, la debacle. Por tanto, la constatación del hecho no exime de sus consecuencias. Que todo es una gran chapuza no lo dudan ni los que la promueven. Es fácil vivir en una chapuza porque así no se nota que casi todos la practican. La maquinaria no puede detenerse, nos va la vida en ello ˗˗dicen ˗˗y venimos jugando con el futuro como si fuera algo que menospreciar. Los gobiernos están más por el poder de la economía que por sus propios ciudadanos. Lo sabemos y miramos para otro lado, individualidades aparte. Debería dar vergüenza a aquellos que usan la situación de extrema gravedad para hacer electoralismo barato a costa de lo que sea, o a aquellos miserables o ignorantes por aumentar el caos propagando bulos y noticias falsas. Todos estos sujetos políticos no se han dado cuenta de que, si esto sigue así, carecerán de los votos tan indispensables para los intereses de todo el espectro político, y en otros ámbitos, los de los “graciosos”, se quedarán sin propagadores a fuerza de cansancio.  Sin olvidar a los buitres que hackean los ordenadores hospitalarios, demostrando lo bajo que puede caer el hombre. Es cuestión de estadística. A los demás, debería darnos miedo que haya gente así.

    Lo cierto es que el protagonismo que está cobrando la incertidumbre es más que agobiante. Es tal la infoxicación, esto es, la sobrecarga de información difícil de procesar, que obligaría a tal desgaste intelectual que es más fácil comprar todo lo que se nos dice. Será difícil despejar dudas de lo que nos espera. De momento, nos convertimos en zombies cuando salimos a la calle, aunque sea sólo para tirar la basura. De momento, estar enfermo de temor cotiza al alza. Lo de las bolsas no tiene solución… de momento.

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