Libertad de expresión y libertades ciudadanas / Manuel Medrano


Por ManuelMedrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

    No es que no me preocupe la pandemia, es que ya hemos hablado tanto del virus y sobre él que voy a ver si funciona la creencia de algunos pueblos primitivos: que hablar de algo,…

…nombrarlo, lo trae a este mundo. Por el contrario, lo obviaré a ver si así desaparece.

    Como Miguel Ángel Arrudi, que piensa en el tiempo posterior a la crisis sanitaria e idea instalaciones artísticas para la celebración de su final, yo estoy pensando en el campo de la libre comunicación, que es vehículo de expresión del libre pensamiento, y en la libertad de actuación y opción. Y, la verdad, hay cosas para tener muy, pero que muy en cuenta. Cuando escribo estas líneas, se acaba de producir un debate breve pero intenso sobre la libre circulación de los periodistas y la edición y distribución de los medios de comunicación en papel. Debate que se ha zanjado dejando todo como está, porque lo contrario habría atentado contra la libertad de prensa y estamos ya rozando (lo dicen expertos juristas) los límites constitucionales en las medidas que se adoptan, que empiezan a tensionar el Estado de Alarma para convertirlo en no se sabe qué.

    La ceremonia de la confusión está creada ahora mismo por muchas circunstancias. Algunas se deben a la publicidad estúpida de “hechos ejemplares” que son de dudosa utilidad, o todo lo contrario. Así, se publica que a fulanito le han sancionado por ir a comprar sólo cervezas a un supermercado (no por bebérselas en la calle como hizo uno, sino por comprarlas y dirigirse a su casa después). A menganito por adquirir sólo una bolsa de patatas fritas. A zutanita por comprar laca de uñas. Pero, además de que eso será recurrible sin problemas (lo dicen prestigiosos abogados) se producen esperpentos propios de la España cañí.

   Entiendo que haya que sacar a pasear a los perros, que además me caen bien y cumplen una función social para muchas personas y familias. Pero no se puede pasear individualmente ni hacer deporte individualmente, aun manteniendo las normas y distancias de seguridad. Conclusión: si estás contagiado pero sales con el perro, no hay riesgo de que lo transmitas, si vas solo, sí.

    La policía tiene instrucciones de preguntar a los ciudadanos que a dónde van. Bien. Pero, y eso son órdenes recibidas, controla que la gente no vaya a comprar muy lejos de su casa. Primero, define muy lejos. Segundo, si vas en coche a comprar, sin embargo, puedes ir hasta un hipermercado muy alejado de tu casa (haber ido en coche debe impedir el contagio al bajar de él). Tercero, hay ciudadanos que tienen hábitos de compra constatables en unos establecimientos en cuestión, y eso no está prohibido mantenerlo, y menos decirle a alguien que ha de comprar, contra su costumbre, gustos y economía, donde diga un ayuntamiento o un agente al que se le dan esas instrucciones.

    Otra, me parece perfecto que se mande a la policía a ver dónde va la gente que monta en los autobuses. No tanto que, mientras, haya montones de fotos de grupos charlando juntitos, o de paseo tranquilo por la calle bien agrupados, que la gente indignada sube a las redes. Por ejemplo, en Zaragoza esto se da en varios lugares con frecuencia, como los barrios de Las Fuentes o San José. Ahí hay menos vigilancia curiosamente, por estar pendientes de las tiendas y los casi vacíos autobuses.

   Y ahora vamos con los medios. Una misma noticia gubernamental parecen dos cosas completamente opuestas según el medio que te la transmite. Hay quienes piden unidad y tienen razón, pero una cosa es respetar instrucciones claras y otra tragarte todo lo que te cuenten en televisión, radio, o medios escritos amaestrados. Como en estos tiempos de redes es difícil endosar al pueblo un pensamiento único, no se recurre al contraste, sino a la acusación de “fake news”, noticias falsas, pero con medidas de presunción de veracidad gubernamental totalmente antidemocráticas.

   Si analizamos las declaraciones que se han hecho sobre esta crisis a lo largo del tiempo, veremos que las noticias falsas han estado también, y con frecuencia, en el ámbito del poder. Y ya el colmo, es cuando se lanzan instrumentos ideológicos a la caza de noticias adversas para sus mentores, como lo es Newtral, que interpretan las cosas como les conviene. Yo he vivido en directo la utilización partidista de uno de esos instrumentos, que actúan como la Santa Inquisición, y me fue perpetrada por Maldito bulo en Facebook. Les explico: imagínense que yo reproduzco unas declaraciones del Señor X. Pues va este engendro de Maldito bulo, con mano en la multinacional esa, y me clava encima de la noticia un “Información falsa”. Ahora viene lo mejor: cuando voy a ver el motivo de la censura, se me dice que el Señor Y no dijo eso. Yo me cabreo, aprendo de qué va esto, y saco la noticia acusándoles de actuación fascista. ¿Por qué? Fácil, vaya mecanismo de mierda que te acusa de lanzar bulos si, atribuyendo yo el discurso al Señor X, me lo censuran porque no lo dijo el Señor Y. Yo nunca dije que fuesen palabras del Señor Y. ¿De qué va esto? ¡Parecen la Stasi de la República Democrática Alemana!

   Bien, tranquilos. A esperar, pero sin bajar la guardia que empieza a olerse un tufo de control omnímodo inaceptable, vigilemos esta nueva historia de controlar nuestros movimientos “anónimamente” a través de nuestros móviles. Luego, podría llegar el reconocimiento facial para ver qué hacemos en todo momento, no sea que nos hayamos dejado el móvil en casa.

   Yo creo que estas cosas que comento detectan una carencia profunda que no se da en otros países: la lucha por los Derechos Civiles. Aquí no hay costumbre, ni siquiera de planteársela. Pero ahí puede estar la clave del desarrollo de una opción política, siempre que ésta defienda la libertad del ciudadano a toda costa, con los únicos límites del bien común, por supuesto.

     Cuando todo pase estará todo por hacer, ya verán, y no solo en el ámbito de la recuperación económica. Nos daremos cuenta también de los defectos de nuestro sistema de libertades y, más aún, de la    necesidad de combatir irreductiblemente por ellas. Necesidad que, entonces, aún será mayor.

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