OPERAMÍA: «El caballero sin cisne»

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Por Miguel Ángel Yusta

       Lohengrin es una ópera romántica en tres actos con música y libreto de Richard Wagner.   La historia del personaje homónimo está tomada de un romance alemán medieval, especialmente el Percival de Wolfram von Eschenbach y su secuela, Lohengrin, escrita por un autor diferente, a su vez inspirada por  la tradición del Caballero del Cisne y forma parte del Canon de Bayreuth. 

Teatro Real WAGNER; Lohengrin. Abril 2014.

 Dirección musical: Hartmut Haenchen / Walter Althammer. Dirección de escena: Lukas Hemleb Escenografía: Alexander Polzin. Figurines: Wojciech Dziedzic.Iluminación: Urs Schönebaum. Dirección del coro: Andrés Máspero

El rey Heinrich: Franz Hawlata  / Goran Jurić

Lohengrin: Christopher Ventris / Michael König  

Elsa: Catherine Naglestad / Anne Schwanewilms

Friedrich von Telramund: Thomas Johannes Mayer / Thomas Jesatko

Ortrud: Deborah Polaski / Dolora Zajick

El heraldo: Anders Larsson

Cuatro caballeros: Antonio Lozano, Gerardo López, Isaac Galán, Rodrigo Álvarez

Coro (Intermezzo) y orquesta (Sinfónica de Madrid), titulares del Teatro Real.

    No abundaremos en prolegómenos, dada la variada y extensa información que, sobre Wagner y su obra, se puede encontrar en diversos medios, especialmente en la Red.

    Son ya bastantes “Lohengrines” los vistos en mis muchos años de aficionado operístico en muy diversos escenarios y algunas veces he sufrido puestas en escena que hacían preferible cerrar los ojos y dejarse llevar por la excelsa música wagneriana, que mirar las tropelías que ciertos directores de escena perpetran sin  consideración alguna a la inteligencia del espectador y, por supuesto, al espíritu de la obra del gran compositor. Desde un aula de colegio a algo parecido a una granja o un gallinero, uno ha visto de todo. Ahora le toca el turno a una siniestra cueva donde el Caballero del Cisne ( sin cisne) y sus acompañantes, se mueven con dificultad por un suelo irregular y en un espacio que, a veces, medio teatro se queda sin contemplar. Uno se pregunta por qué en estos magníficos escenarios un iluminado director escénico limita el espacio y lleva la acción a un rincón donde, dada la configuración de los teatros de ópera “a la italiana” la mitad de los asistentes de los pisos se quedan “con visión reducida o nula”.

    En fin, tras estas consideraciones pasemos a comentar la obra. Vi los dos repartos en días sucesivos. Nada que objetar, en general, a la pulcritud de músicos e intérpretes si bien a mí me gustó el mal llamado “segundo reparto” que de segundo no tiene nada, y que se podría llamar reparto alternativo.

    A destacar, en este último y sobre todo lo visto, la impresionante Ortrud de Dolora Zajick, un monstruo en escena a quien el iluminado de turno vistió -como a todos los demás- de algo así como payaso y mendigo en plan skijama, look que no le va nada a su físico. Pero hasta de esto nos olvidamos.

   Me gustó mucho, pero mucho, la Elsa de Anne Schwanewilms: contenida, controlando la evolución dramática del personaje. También me pareció mejor el Lohengrín de  Michael König  que el de Ventris, aunque el físico le traicione y más con el susodicho vestuario, o vestimenta.

    Uno, que es wagneriano, se deleita sin analizar demasiado los detalles. De mi gusto el espectacular final del primer acto, la orquesta y coros -sobre todo estos últimos rozando la excelencia- y, salvo lo expuesto al principio sobre la escenografía, un Wagner para aplaudir a rabiar…

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